Gaud¨ª y el amor
Los obispos catalanes han aceptado recientemente la causa para la beatificaci¨®n de Antoni Gaud¨ª, paso previo a la canonizaci¨®n. Se trata de un asunto que afecta principalmente a los cat¨®licos, pero tambi¨¦n a todo el mundo, al haberse convertido el arquitecto en un personaje tan famoso. No es la primera vez que se quiere llevar a Gaud¨ª a los altares; ya se intent¨® en 1926, poco despu¨¦s de su muerte, pero no prosper¨®. Adem¨¢s, su caso es especial, puesto que la inmensa mayor¨ªa de los canonizados son sacerdotes o de ¨®rdenes religiosas, mientras que Gaud¨ª era un seglar. Por otra parte, no se trata de un hombre sobre cuya bondad exista unanimidad de opiniones sino que, mientras unos la defienden sin fisuras, otros, que tambi¨¦n conocieron al personaje, opinan que el reusense era orgulloso, intransigente, egoc¨¦ntrico e iracundo. El fiscal eclesi¨¢stico de la causa ha declarado que s¨®lo deben tenerse en cuenta los 15 ¨²ltimos a?os de la persona investigada, y son precisamente 15 los a?os que Gaud¨ª trabaj¨® en exclusiva en el templo de la Sagrada Familia. El mismo fiscal ha dicho que "hay que analizar en qu¨¦ grado, heroico si es posible, ha cumplido este se?or con las virtudes teologales y cardinales, y debe ser en grado extraordinario". Aceptadas ambas condiciones, me limitar¨¦ a la virtud cristiana por excelencia, la caridad, que es el amor. En sus ¨²ltimos a?os, Gaud¨ª era un m¨¢s que riguroso cumplidor de las directrices marcadas por la Iglesia: comuni¨®n diaria, sacrificios, rezos, rosarios, novenas, etc¨¦tera. Pero aqu¨ª se trata de discutir su caridad cristiana. En relaci¨®n con ¨¦sta, no basta con objetar que fue un hombre de mal genio, pues el mal genio puede ser propio de una persona bondadosa. Se trata, repito, de caridad, de amor al pr¨®jimo; ?y qui¨¦n mejor puede contestar que un sacerdote? El padre Francesc Baldell¨®, maestro de capilla de la parroquia de los Santos Justo y Pastor de Barcelona, que le trat¨® mucho desde 1914 hasta su muerte y era un rendido admirador del genio, se?ala que con Gaud¨ª no era posible el di¨¢logo, s¨®lo contaban sus interminables mon¨®logos, como dicen tambi¨¦n muchos que le conocieron. Pero Baldell¨® a?ade: "Hay que tener en cuenta que la intervenci¨®n de los oyentes en el coloquio de Gaud¨ª deb¨ªa de ser muy oportuna y discreta, ya que si ¨¦l la consideraba intencionada o contraria al concepto que ¨¦l ten¨ªa de la cuesti¨®n, reaccionaba de una manera violenta y embest¨ªa a su interlocutor desconsideradamente, hasta llegar a ridiculizarlo delante de los presentes. Yo hab¨ªa sido testimonio alguna vez de estas embestidas, dirigidas a alg¨²n amigo m¨ªo, que se hab¨ªa sentido profundamente herido en la sensibilidad". (Petites biografies de grans barcelonins, 1965). Baldell¨® recuerda que, en una discusi¨®n, al rector de San Juan de Gr¨¤cia -que era su parroquia-, Gaud¨ª le lanz¨® la siguiente maldici¨®n: "Pues mire, nosotros pediremos a Nuestro Se?or que se lo lleve a usted pronto, y as¨ª desaparecer¨¢n los obst¨¢culos". Otro sacerdote, el padre Cayetano Soler, se limit¨® a decir: "Con don Antoni no se puede discutir: o le tenemos que dar la raz¨®n o le tenemos que matar" (Album record a Gaud¨ª, 1936). Esta carencia de sensibilidad se halla en otros grandes hombres. De Carlos Marx, gigantesco defensor de la clase obrera, escribi¨® el joven l¨ªder socialista Karl Schurz algo parecido al texto de Baldell¨® sobre Gaud¨ª: "Jam¨¢s he visto a un hombre tan provocador e intransigente. Cuando alguien le contradec¨ªa, inmediatamente le trataba con el m¨¢s absoluto de los desprecios". Aunque Gaud¨ª pod¨ªa ser amable con quienes le trataban ocasionalmente, y m¨¢s a¨²n con quienes le obedec¨ªan, era terrible con otros. Por ejemplo, su sobrina, que vivi¨® con ¨¦l en el parque G¨¹ell, se quejaba de ¨¦l muy duramente. O el doctor Cubero, que cuidaba del padre y de un obrero de Gaud¨ª, pero como en una ocasi¨®n no pudo ir, por estar enfermo, el arquitecto le retir¨® el saludo para siempre. ?stas y otras actitudes semejantes no son objeciones al genio de Gaud¨ª; m¨¢s bien lo confirman. Pero s¨ª que descalifican cualquier pretensi¨®n de santidad.
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