Cultura ?para qu¨¦?
En principio no deber¨ªa merecer m¨¢s que alabanzas el que hace obras de misericordia, entre las cuales, aunque no con el apremio de "dar de comer al hambriento" o "vestir al desnudo", se incluye, como es harto sabido, la de "ense?ar al que no sabe". Ya s¨¦ que hoy son cada vez menos los que sienten de este modo, pero yo, estando irrecuperablemente anclado en el Ancien R¨¦gime, no puedo seguir la actual resurrecci¨®n de Mandeville, patriarca de las doctrinas liberales en el rechazo de la caridad, como virtud de efectos econ¨®mica y socialmente perversos; un rechazo que se ha impuesto hasta el extremo de convencer a la propia Iglesia Cat¨®lica Romana de que abandone la palabra "caridad", de acu?aci¨®n incluso precristiana y de etimolog¨ªa tan poco ideol¨®gica como la de sustantivo abstracto del adjetivo "carus" ("querido"). Los cristianos y cat¨®licos sabr¨¢n en qu¨¦ miserable ejercicio limosnero han arrastrado por los suelos esa virtud destinada a ser el sol de las virtudes, en torno al cual habr¨ªan de girar como planetas todas las dem¨¢s, pero el caso es que hoy se averg¨¹enzan incluso de su nombre. Hasta el Sumo Pont¨ªfice, en su enc¨ªclica "Sollicitudo rei socialis", del 30 de diciembre de 1987, la ha suplantado con un t¨¦rmino jur¨ªdico, extra¨ªdo del Derecho Mercantil -donde, por lo que creo, define un tipo de compromiso contractual entre los inversores asociados en la fundaci¨®n de una sociedad comercial-; me refiero, huelga decirlo, a la palabra "solidaridad". Esta palabra aparece 27 veces en la enc¨ªclica citada, mientras que "caridad" aparece s¨®lo 2, y, por lo que parece colegirse, ¨²nicamente en referencia al amor entre hermanos en la Fe y s¨®lo en tanto que unidos a trav¨¦s del Cuerpo M¨ªstico de Cristo.Mientras tanto, nadie ha reparado en el diferente espectro sem¨¢ntico de las posibilidades constructivas de una y otra palabra: mientras "caridad" admite perfectamente "caridad con el enemigo", en cambio "solidaridad con el enemigo" connota inmediatamente "felon¨ªa" o "traici¨®n". De manera que, a despecho de salir toda empringada, emporcada y goteante de bodrio y de bazofia (recu¨¦rdese que el sentido peyorativo de estas dos palabras se ha perpetuado por haber designado durante mucho tiempo la "sopa boba", sopa de caridad que algunas ¨®rdenes religiosas repart¨ªan entre los indigentes desde el umbral de la puertecilla trasera de las tapias del convento) del miserable tr¨¢fico de conciencia entre hartos y fam¨¦licos a que los cristianos dejaron reducida la que ten¨ªa que haber sido el sol de las virtudes, sin embargo el mero nombre "caridad" ha conservado milagrosamente -tal vez porque la an¨®nima lengua es m¨¢s fiel y m¨¢s piadosa que la religi¨®n- la capacidad sem¨¢ntica de sustentar sin menoscabo alguno combinaciones sinsem¨¢nticas como la m¨¢s arriba mencionada, que la palabra que ha venido a suplantarla repele, en cambio, como un contrasentido o antisentido.
Pero las obras de misericordia resultan especialmente meritorias y admirables cuando el que las hace est¨¢ lejos de ser ning¨²n cristiano al uso, virtuoso de misa de alba, sepulcro blanqueado, sino que es, por el contrario, un convencido y declarado liberal, lector de Hayek, y que debe de tener bien arraigada la doctrina ortodoxa sobre la caridad y sus "efectos perversos", como el actual Ministro de Cultura, do?a Esperanza Aguirre, junto con su subordinado el Director General del Libro, don Fernando Rodr¨ªguez Lafuente. En efecto, refiri¨¦ndose a cierto curso sobre la traducci¨®n, en la Universidad de Verano de San Lorenzo, nuestro siempre querido y benem¨¦rito, etc¨¦tera, diario mon¨¢rquico de la ma?ana de fecha 14 de julio del a?o en curso, dec¨ªa entre otras cosas: "Si por la ma?ana se exhib¨ªa la cruz de la moneda (las deficiencias de una pol¨ªtica de apoyo a la traducci¨®n), por la tarde se present¨® la cara. El director general del Libro, Fernando Rodr¨ªguez Lafuente, llegaba con un as bajo la manga a una mesa redonda sobre las posibilidades de fomento de la literatura espa?ola a trav¨¦s de la traducci¨®n: Cultura aumentar¨¢ el pr¨®ximo a?o los programas de ayuda a la traducci¨®n y edici¨®n en lenguas extranjeras de autores espa?oles. Si este a?o el presupuesto es de 59 millones de pesetas, en 1999 ascender¨¢ a casi cien millones de pesetas. Una buena noticia, ya que se podr¨¢n atender, seg¨²n Rodr¨ªguez Lafuente, casi todas las demandas, que son muy numerosas. "El auge de la literatura espa?ola en el mundo es cada d¨ªa m¨¢s importante -a?ade- y estos programas se han convertido en unos de los m¨¢s relevantes de la Direcci¨®n General del Libro, porque nos permiten proyectar en el extranjero la literatura espa?ola"". No obstante, sin menoscabo de mi anticuado sentir hacia las obras de misericordia, la principal objeci¨®n que se me ocurre viene del hecho de que, seg¨²n tengo entendido, los pa¨ªses que se citan como beneficiarios: Portugal, Italia, Francia, Alemania, tambi¨¦n tienen sus propios ministerios de cultura o instituciones estatales an¨¢logas, y algunos seguramente con mayor dotaci¨®n presupuestaria que el ministerio de Do?a Esperanza. De modo que no creo incurrir en ning¨²n ego¨ªsmo personal, sino tan s¨®lo atenerme a los supuestos convencionales del Estado y de sus ministerios y a las expectativas del hoy tan halagado y ensalzado "contribuyente", si digo que la funci¨®n primordial del ministerio de cultura espa?ol parece m¨¢s bien que ser¨ªa, casi por definici¨®n, preocuparse de la cultura de los espa?oles, en vez de dedicarse a la obra de misericordia de "ense?ar al que no sabe" en favor de los naturales de otros pa¨ªses y hablantes de otras lenguas, pues, ?qu¨¦ le vamos a hacer!, el Estado es, o al menos as¨ª lo suponen hoy en d¨ªa "Los Contribuyentes", una instituci¨®n cong¨¦nitamente ego¨ªsta, y salvo que el Ministerio de Cultura ande tan sobrado de asignaci¨®n presupuestaria -cosa que, sin querer pecar de malicioso, me temo que est¨¢ incalculablemente lejos de lo necesario-, no puedo aprobar de ning¨²n modo que asignen ninguna cantidad para la obra de misericordia de traducirles a los alemanes, franceses o italianos libros espa?oles, en lugar de dedicar todo su empe?o y todos sus haberes a la apremiante y secularmente retrasada tarea de traducir al castellano (no hablo del catal¨¢n porque supongo que esa es una competencia transferida a la Generalitat) todo un oc¨¦ano de obras extranjeras que permanecen todav¨ªa intraductas, si se me admite la expresi¨®n, desde la Antig¨¹edad hasta nuestros d¨ªas.
El m¨¢s inteligente de los espa?oles -cuyo nombre, por desventura, no he sabido nunca-, autor de un "Arte de tocar las casta?uelas", empezaba el pr¨®logo de su tratado con esta declaraci¨®n absolutamente ejemplar y memorable: "No hace ninguna falta tocar las casta
?uelas, pero en caso de tocarlas, m¨¢s vale tocarlas bien que tocarlas mal". Si esto dijo aquel hombre, acertando a iluminar a la vez la ¨¦tica y la est¨¦tica con un mismo y ¨²nico resplandor de luz, refiri¨¦ndose a la declaradamente in¨²til dedicaci¨®n de tocar las casta?uelas, bien cabe aplicar lo mismo a otras dedicaciones que, en cambio, tienden a ser consideradas, en principio, necesarias, como las obras de misericordia. Viene esto a cuento de que en el n¨²mero de El Pa¨ªs del mismo d¨ªa que el Abec¨¦ citado m¨¢s arriba, y en relaci¨®n con el mismo curso "escurialense" sobre la traducci¨®n, se le¨ªa lo siguiente: "Acerca de la reciente pol¨¦mica sobre la traducci¨®n al alem¨¢n de la obra de Federico Garc¨ªa Lorca los especialistas [sic] reunidos en El Escorial evitaron calificar su calidad. Pero se refirieron a su grandeza y su miseria [??]. Lo importante es que gracias a la traducci¨®n Lorca es considerado en Alemania uno de los grandes autores literarios". De modo que la Magna Synodus Laurentina uel Scorialensis ha convocado a un tipo de "especialistas" cuya funci¨®n no es centrar su atenci¨®n sobre la calidad sino que "lo importante" es para ellos, al igual que para el Ministerio de Cultura, la mera eficacia en alcanzar, maguer sea con detestables traducciones, el fin que el Director General del Libro enuncia, por su parte, como "proyectar en el extranjero la literatura espa?ola".
Si los notoriamente r¨²sticos y casi iletrados alemanes padecen tanta indigencia cultural que la caritativa acci¨®n de socorrerlos con poes¨ªas de Garc¨ªa Lorca no puede demorarse ni un d¨ªa m¨¢s, ?c¨®mo van a entretenerse ahora los expertos en cominer¨ªas y refinamientos sobre la mejor o peor calidad de las versiones?; y adem¨¢s, ?sabr¨¢ un burro lo que es un caramelo? Mi opini¨®n, sin embargo, es que tanto en el caso de que a los alemanes, a pesar de su muy reciente acceso a la cultura y al mundo de las letras y las ciencias, la necesidad de afianzarse en esa v¨ªa no les hiciese tan perentoria la lectura de las poes¨ªas de Lorca, y justamente de ¨¦stas, que no pudiesen esperar todav¨ªa meses o a?os sin mayor detrimento ni graves consecuencias, como en el caso de que, en cambio, corriesen aut¨¦ntico peligro o amenaza inminente de recaer de un d¨ªa para otro en su reci¨¦n superado analfabetismo, y la necesidad de leer la obra de Lorca comportase para ellos la extrema urgencia de una ¨²nica y ¨²ltima tabla de salvaci¨®n, tanto en un caso como en otro, digo, puestos a traducir al alem¨¢n las poes¨ªas de Garc¨ªa Lorca, m¨¢s vale traducirlas bien que traducirlas mal.
Pero si de lo que se trata en realidad con semejantes traducciones de autores espa?oles a lenguas extranjeras no es de hacer la obra de misericordia de "ense?ar al que no sabe", por muy fuera de lugar que pueda estar, sino de otra operaci¨®n muy diferente, o sea la de que tras haber visto, por ejemplo, en la palabra y en la voz de Garc¨ªa Lorca, mirado, por supuesto, con la cong¨¦nita vileza de mirada de cualquier agencia de publicidad, las posibilidades de un "creativo" (una palabra ya casi exclusiva de la jerga de los publicitarios, que recurren a ella hasta la n¨¢usea y deben de ser los ¨²nicos para los que reserva los secretos de alg¨²n significado) susceptible de ser habilitado y explotado con las m¨¢ximas expectativas de rentabilidad -incluyendo, naturalmente, en ellas el aura sobrea?adida de su condici¨®n de poeta-, el Ministerio de Cultura actual (sin que ello quiera decir que los anteriores fuesen a estos respectos mejores ni distintos, ya que, entre otras cosas, se cargaron la Editora Nacional cediendo ignominiosamente a las presiones de la industria privada), descuidando su funci¨®n definitoria de ocuparse de la cultura de los espa?oles, traduciendo al castellano (del catal¨¢n ya he dicho que debe de ser cosa de la Generalitat) obras escritas en lenguas extranjeras, se aplica, en cambio, a fomentar la traducci¨®n de autores espa?oles para los lectores de pa¨ªses extranjeros y hablantes de otras lenguas, como un bastardo y miserable instrumento de propaganda exterior para el "prestigio" del pa¨ªs, sin que le importe un carajo de la obra de Garc¨ªa Lorca en cuanto tal, sino tan s¨®lo en su esp¨²reo valor de eslogan publicitario de la acreditada marca Espa?a. S.A. ?, entonces la "pol¨ªtica del Libro" en nada diferir¨ªa de la preocupaci¨®n del mismo ministerio por que los deportistas espa?oles "hagan patria, hagan Espa?a" en las competiciones internacionales.
Claro est¨¢ que tambi¨¦n la funci¨®n de los libros y de la lectura est¨¢ cambiando; el concepto higi¨¦nico-est¨¦tico-sexo-laboral-playero de "mantenerse en forma", que viene uniendo fuertemente la belleza y la salud (v¨¦ase en las farmacias el eslogan "La salud de tus piernas est¨¢ de moda"), se extiende ya al propio cerebro. El cerebro tiene el alt¨ªsimo rango de ser el m¨¢s singular y exclusivo privilegio humano, que el hombre no tiene ning¨²n derecho de explotar, malbaratar y destruir. Siendo como es el m¨¢s precioso don divino, estamos obligados a conservarlo, no abusando de ¨¦l, sino prodig¨¢ndole los cuidados que se merece, con la gimnasia adecuada y bien dosificada que necesita para "mantenerse en forma". Pues bien, esa gimnasia es la lectura; nadie ha sabido expresarlo m¨¢s certeramente que el que bien podr¨ªa ser considerado "el Jane Fonda hispano del intelecto", el se?or Sealtiel Alatriste, con este lapidario eslogan: "Leer es poner las neuronas a hacer aerobic".
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