Rutilante carrusel sonoro con John Mayall y los Blues Brothers
Aunque a las obras de los jardines de Alderdi Eder todav¨ªa les faltaban algunos remates para declararse terminadas, la 33? edici¨®n del Festival de Jazz de San Sebasti¨¢n tom¨® el espacio con decisi¨®n y arranc¨® triunfante. Fue una noche larga, repleta de ofertas diversas, equilibradas entre lo razonablemente serio y lo decididamente festivo. Siete actuaciones protagonizaron una jornada que los organizadores brindaron a ese p¨²blico que acude a la llamada de la m¨²sica de calidad, aunque todav¨ªa no se declare adicto al jazz.
En el cartel hab¨ªa nombres de post¨ªn y absolutos desconocidos, pero los cuatro escenarios elegidos, dos al aire libre y otros dos bajo techo, suscitaron el inter¨¦s y reclamaron la atenci¨®n.El sal¨®n de plenos del Ayuntamiento recibi¨® las propuestas de dos grupos nacionales con id¨¦ntico formato instrumental y similares propuestas est¨¦ticas. Los hermanos De Diego, V¨ªctor (saxo tenor) y Juan (trompeta) practicaron con solvencia algo acad¨¦mica ese estilo de jazz imperante hacia mitad de siglo que ten¨ªa como primeras referencias a Art Blakey y Cannonball Adderley. Por su parte, el tambi¨¦n quinteto del saxofonista alto Mikel Andueza, bien apoyado por la trompeta de Chris Kase, se apunt¨® a una tendencia menos ce?ida a modelos concretos, pero tambi¨¦n de aroma inequ¨ªvocamente norteamericano. A ambas formaciones les falt¨® quiz¨¢ una pizca de audacia para incorporar elementos originales, aut¨®ctonos o no, y eludir esquemas repetidos con demasiada insistencia. De cualquier forma, la noche estaba ya lanzada y la audiencia itinerante se ve¨ªa arrastrada por un feroz torbellino de m¨²sicas.
Viaje nost¨¢lgico
Los Bluesbreakers de John Mayall cumplieron su parte embarc¨¢ndose en un nost¨¢lgico viaje retrospectivo hacia aquella forma de blues que hizo furor entre la juventud blanca de los 60. El jefe, con coleta canosa de rockero ortodoxo y cargado de abalorios en orejas y mu?ecas, mantuvo el tipo con su caracter¨ªstica voz gangosa y su arm¨®nica incisiva. A estas alturas, su m¨²sica ya no aspira a sorprender, pero todav¨ªa encuentra el modo de agradar y de defender un modo de expresi¨®n sincero y directo. Mayall bien pudo ejemplificar al coche de ¨¦poca de un carrusel de feria de lujo, pero todav¨ªa restaba subirse a la carroza de la Cenicienta y, lo m¨¢s divertido, al bullanguero coche de bomberos. El apartado vocal de la jornada de estreno estuvo bien representada por dos damas: Jeri Brown, una voz correcta de nueva hornada y la refinada Charmin Michelle, apoyada por el tr¨ªo del excelente pianista Kirk Lightsey.Con la Blues Brothers Band, reforzada para la ocasi¨®n con el cantante Eddie Floyd y de vuelta a primer¨ªsimo plano de la actualidad por la pel¨ªcula Blues Brothers 2000 -en cuya banda sonora han participado desde B. B. King y Eric Clapton a Isaac Hayes y Bo Didley- lleg¨® la hora de las sirenas y las campanas. Como si fuera a apagar un fuego, hizo una fulgurante salida instrumental con algunos de sus grandes ¨¦xitos hasta que se incorpor¨® el cantante Tommy McDonnell, el ¨²nico que visti¨® el uniforme oficial de aquellos entra?ables granujas a todo ritmo: traje negro y gafas de sol a lo g¨¢nster. La mezcla de soul y blues, fundida a mil grados y conducida a velocidad suicida, se zamp¨® de un solo bocado la recta final de la densa jornada, y el himno de la banda, I can"t turn you loose, puso un punto final tan euf¨®rico que casi hizo olvidar que en la sala de exposiciones, de pobre ac¨²stica, el a¨²n m¨¢s hist¨®rico grupo codirigido por el saxofonista Hank Crawford y el organista Jimmy McGriff hab¨ªan montado un humilde y tierno concierto con su m¨²sica del alma.
Babelia
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