Pina Bausch mide su fuerza con Barba Azul
Las ovaciones pudieron a los abucheos en el deb¨² de la core¨®grafa como directora de ¨®pera
Con extraordinario talento y sentido del riesgo, Pina Bausch franque¨® el s¨¢bado en el Festival de Aix-en-Provence las siete puertas del castillo de Barba Azul, aquellas que conducen a la soledad en la sombra. Era el deb¨² de la core¨®grafa alemana como directora de ¨®pera y el resultado cre¨® pol¨¦mica. Cuando sali¨® a saludar, una parte del p¨²blico la abuche¨®, mientras crec¨ªan las ovaciones y bravos de la mayor¨ªa. La dificultad hab¨ªa sido evidente: ?era posible penetrar, sin profanarla, en la desoladora intimidad de los dos ¨²nicos personajes que habitan El castillo de Barba Azul, de B¨¦la Bart¨®k?
Los pitos de una parte del p¨²blico, m¨¢s los aplausos insistentes del resto, sonaron a lluvia refrescante tras un d¨ªa de calor severo en el coraz¨®n de la Provenza. Entre los espectadores, el director de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, Claudio Abbado, no se cansaba de aplaudir, mientras que Pierre Boulez, director de la orquesta, cubri¨® con su presencia en el escenario la segunda salida de Pina Bausch. ?sta, vestida de negro como acostumbra, dedicaba a todos una dulce y herm¨¦tica sonrisa, la misma con la que el mes pasado, en el Teatro Real, soport¨® el estallido de insultos y batallas dial¨¦cticas entre el p¨²blico madrile?o provocado por su espect¨¢culo Claveles.En el repertorio de la core¨®grafa la ¨²nica ¨®pera de B¨¦la Bart¨®k figura como ballet fechado en 1977, pero entonces la m¨²sica sonaba pregrabada y era interrumpida en funci¨®n del movimiento. Ahora, como mera directora de escena de esta obra de poco m¨¢s de una hora de duraci¨®n, Pina Baush se enfrentaba a un dilema: dejarse llevar por los secretos de la partitura, obra maestra de la m¨²sica del siglo XX, o intentar superar las deficiencias que desde el punto de vista teatral presenta el libreto de B¨¦la Bal¨¢zs.
El p¨²blico reconoci¨® de inmediato el universo de la gran papisa de la danza expresionista. En torno a los protagonistas -Judith (la mezzosoprano Violetta Urmana) y Barba Azul (el bajo Laszl¨® Polg¨¢r)-, un hombre friega el suelo con el cabello de una mujer; otro pinta un c¨ªrculo de tiza alrededor de Judith; m¨¢s all¨¢, otros hombres, vestidos con pantal¨®n negro y camisa blanca, tratan de acercarse sin conseguirlo, en una batalla desesperada y convulsa, a las mujeres, ellas con sus brillantes camisones blancos o rosas. Todos van y vienen, corren, se acuestan, se descoyuntan y buscan escalar los muros mientras Judith convence a Barba Azul de que le abra las siete puertas del castillo. Bart¨®k, que en 1911, con 30 a?os, ya hab¨ªa compuesto Barba Azul, siempre sinti¨® predilecci¨®n por el simbolismo de la obra. Seg¨²n su disc¨ªpulo Sebasti¨¢n, las puertas del castillo, que representa el alma, esconden "la tortura que padecemos sin cesar; las armas que continuamente estamos obligados a empu?ar para defendernos; las riquezas que envidiamos sin cesar; el jard¨ªn floreciente, ¨²nica nota dichosa en nuestra existencia; la ambici¨®n de la posesi¨®n, que nos atenaza; las l¨¢grimas que vertemos...; en fin, el misterio de todos los misterios: las mujeres del pasado, que amamos siempre y nunca mueren. Pero, en medio de todo esto, el hombre vive solitario en la sombra".
En los momentos de mayor presencia orquestal, Pina Bausch aprovecha para que se sucedan las persecuciones hombre-mujer, que provocan ruido sobre el escenario y a veces sacrifican la concentraci¨®n. En los pasajes l¨ªricos, por el contrario, la core¨®grafa detiene la acci¨®n y, con leves movimientos de gran belleza, los bailarines act¨²an como el subconsciente de los protagonistas: cuando Judith y Barba Azul se acercan, los bailarines se rechazan. Judith dice: "?mame" desde un extremo a otro del escenario. El encuentro no se produce, la fusi¨®n con el otro es imposible.
La direcci¨®n de Pierre Boulez -de quien Deutsche Grammophon acaba de publicar una impresionante grabaci¨®n de la ¨®pera realizada en 1993, al frente de la Sinf¨®nica de Chicago, con Jessye Norman y L¨¢szl¨® Polg¨¢r-, fue recibida con grandes ovaciones. Con la Joven Orquesta Gustav Mahler, Boulez logr¨® desplegar la partitura, y la l¨®gica inmadurez de los m¨²sicos ante la profunda imaginer¨ªa sobre la que se levantan las siete puertas se vio compensada por el entusiasmo rec¨ªproco que les conectaba con el viejo maestro.
Sobre el escenario, ajenos a todo aquello que no sonara a esencia musical, Laszl¨® Polg¨¢r y Violetta Urmana dieron veracidad a un espect¨¢culo discutible pero tremendamente vivo.
Babelia
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