Cierto sabor americano
Jerome Robbins estuvo especialmente dotado para el baile. "Yo era un buen bailar¨ªn", reconoci¨® hace unos a?os, "ten¨ªa una buena concentraci¨®n, mis movimientos eran claros y precisos a la vista, pod¨ªa expresar emoci¨®n contenida, pero a la vez una gran intensidad".El privilegio de participar o ver de cerca las creaciones de core¨®grafos como Balanchine, Fokine, Bronislava Nijinska, Anthony Tudor, Agnes de Mille, David Lichine y La Argentinita, despertaron en ¨¦l el deseo de crear sus propios ballets. "A veces, un bailar¨ªn decide hacer sus propios ballets porque mira a su alrededor y piensa que no es esa la forma en que ¨¦l lo hubiera hecho, o por estar cansado de ver siempre lo mismo".
Una de las razones por las que coreografi¨® Fancy free, con marineros en el puerto, fue porque estaba harto de la trdici¨®n de los ballets rusos y buscaba una expresi¨®n t¨ªpicamente norteamericana.
Como core¨®grafo, Robbins desarroll¨® un lenguaje muy expresivo, que absorbi¨® con gran naturalidad influencias de la danza tanto cl¨¢sica como contempor¨¢nea o del jazz, todo ello en desarrollos de gran espectacularidad en escena y, a menudo, un trasfondo social.
Hasta hace una d¨¦cada, Robbins a¨²n se esforzaba por bailar. ?l mismo se encarg¨® hasta del ¨²ltimo detalle de la retrospectiva con la que celebr¨® su 70 cumplea?os. Un homenaje que ahora queda en la memoria como la suma de una creatividad desbordante y una alegr¨ªa de vivir la danza como expresi¨®n del d¨ªa a d¨ªa. Jerome Robbins se inspir¨® en lo que le rodeaba para sus ballets. Y con ello hizo historia.
Babelia
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