Lo policial y lo pol¨ªtico
El debate en Euskadi siempre gira alrededor del mismo tema. Es como si esta sociedad, que se dice agotada de hablar-vivir-sufrir el terrorismo, no tuviera fuerzas para salir de ese mal¨¦fico remolino que todo lo absorbe.Una y otra vez pol¨ªticos de distintos signos proclamamos lo insano que resulta este permanente y p¨²blico debate. Una y otra vez reclamamos espacios para la pol¨ªtica, espacios para hablar de los problemas de las gentes, espacios para debatir sobre esos aspectos de la vida cotidiana de los que se ocupan las sociedades normales, los pa¨ªses en los que la democracia no es una aspiraci¨®n, sino un hecho.
Pero no hay manera. Se dir¨¢ que la ra¨ªz del problema radica en que la sociedad vasca no es del todo normal, democr¨¢ticamente hablando. Anidan en ella algunos tintes de anormalidad y, aunque seamos mayoritariamente normales, la anormalidad lo oscurece todo. Ocurre tambi¨¦n, por si algo nos faltara, que a esa anormalidad sangrienta y chantajista se le suma un lenguaje particularmente confuso y perverso practicado, desde siempre, por los nacionalistas institucionales. Es ese lenguaje que pervierte los t¨¦rminos hasta el extremo de haber conseguido -a fuerza de ser repetidos hasta la saciedad en los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos- que, por ejemplo, se hable con normalidad del MLNV, sin anteponer ning¨²n verbo y/o adjetivo; o que, siguiendo el ejemplo, todos hablemos de los derechos humanos de los presos etarras, olvid¨¢ndonos de que la pol¨ªtica penitenciaria forma parte de la pol¨ªtica antiterrorista y que el ¨²nico derecho constitucional -y, por tanto, humano- de cualquier preso es el derecho a la reinserci¨®n, jam¨¢s reivindicada, por cierto, por esos defensores de derechos humanos que quieren a los presos de ETA cerca de casa pero en las c¨¢rceles para controlarlos mejor; o, m¨¢s ejemplos, es esta nueva trampa dial¨¦ctica mediante la cual discutimos todos sobre la eficacia de las medidas pol¨ªticas y/o policiales.
Aqu¨ª quer¨ªa llegar. Quienes han dise?ado esta nueva fabulaci¨®n -aqu¨ª nada es casual- han contado con la complicidad sobrevenida de una sociedad democr¨¢ticamente muy joven, que tiene entre sus dirigentes pol¨ªticos y sus portavoces medi¨¢ticos a toda una generaci¨®n para la que polic¨ªa e imposici¨®n ven¨ªan a ser lo mismo. S¨®lo as¨ª se puede explicar que tanta gente poco sospechosa de estar en la estrategia de la confusi¨®n haya ca¨ªdo en la trampa. S¨®lo en Espa?a se podr¨ªa haber producido la sinraz¨®n de este debate, en el que cada d¨ªa escuchamos sesudos comentarios sobre la necesidad de aplicar medidas pol¨ªticas para acabar con el terrorismo. Puede que no sea pol¨ªticamente correcto, pero quiero plantear mi discrepancia. Vamos a ver, ?qu¨¦ son medidas pol¨ªticas? Supongo que se llaman medidas pol¨ªticas a negociar con ETA. Negociar para ceder, para cambiar el marco constitucional y estatutario, claro.
?De eso hablamos? ?De cambiar el marco pol¨ªtico? Se me dir¨¢ que no, que no se trata de hacer concesiones a los violentos (por cierto, he aqu¨ª otra palabreja para maquillar el nombre verdadero). Pero, si no se trata de modificar el orden pol¨ªtico democr¨¢ticamente establecido, si no se tratara de adoptar otras medidas pol¨ªticas distintas a las que votamos los ciudadanos en sendos referendos, las medidas pol¨ªticas no ser¨ªan tales. Ser¨ªan actitudes, m¨¢s o menos dialogantes, pero simplemente actitudes pol¨ªticas.
Otra trampa del lenguaje consiste en reivindicar medidas pol¨ªticas para acabar con el terrorismo, en vez de decir llanamente que lo que se pretende es cambiar el marco pol¨ªtico para que quienes apoyan y/o comprenden a los terroristas no encuentren disculpas para seguir haci¨¦ndolo. Medidas para integrar en esta Espa?a de finales del siglo XX a quienes reiteradamente nos han dicho que no aceptan ser minor¨ªa. ?Por qu¨¦ no llamamos a las cosas por su nombre? ?Por qu¨¦ no reconocemos p¨²blicamente, de una vez, que este estatuto que apoy¨® el 80% de los vascos es para unos un marco de convivencia y para otros, incluso de los que lo defendieron, un instrumento para llegar a otro sitio? ?Por qu¨¦ no pedimos a los nacionalistas que nos digan qu¨¦ medidas pol¨ªticas necesitan para integrar al nacionalismo democr¨¢tico? ?Por qu¨¦ no les pedimos que propongan concretamente las reformas constitucionales y/o estatutarias para poder debatir y pronunciarnos sobre el alcance de lo concreto y los compromisos que los proponentes asumir¨ªan? ?Por qu¨¦ se nos olvida que en este pa¨ªs hubo amnist¨ªa tras la muerte de Franco, que los presos pol¨ªticos ya salieron a la calle, y que ¨¦sa fue la medida pol¨ªtica m¨¢s generosa que esperar se puede de esta jovenc¨ªsima democracia? Y, finalmente, ?por qu¨¦ nos empe?amos en deslegitimar la importancia pol¨ªtica de una labor policial y judicial bien hecha?
Termino con esto ¨²ltimo. En esta perversi¨®n del lenguaje en que vivimos se ha llegado a aceptar que las medidas policiales son el ¨²ltimo recurso, menos democr¨¢tico por supuesto que cualquier pacto, sea cual sea el contenido o los actores. Es justo lo contrario. ?O no es lo pol¨ªticamente m¨¢s urgente, al servicio de la democracia, detener y condenar a los delincuentes? ?No es eso a¨²n m¨¢s claro cuando se trata de detener terroristas que atentan organizadamente contra el propio Estado de derecho?
Las sociedades del mundo libre tienen jueces y polic¨ªa para que defiendan individualmente y colectivamente a sus ciudadanos. Y hacerlo bien, eficazmente, es aplicar y defender las leyes, normas pol¨ªticas de la democracia al fin y al cabo. Reivindico, pues, el t¨ªtulo de medidas pol¨ªticas a la acci¨®n de la polic¨ªa y de los jueces. Y a la vez me atrevo a denunciar que las llamadas medidas pol¨ªticas ocultan en muchos casos actitudes contrapol¨ªticas, cual es resignarse a que la voluntad popular pueda ser sustituida por el chantaje. Un chantaje asumido desde la incapacidad y/o el miedo.
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