El enroque socialista
1. ?Es posible que los dirigentes socialistas no contemplaran la hip¨®tesis de una sentencia condenatoria para Barrionuevo y Vera? ?Es posible que su virulenta reacci¨®n no sea teatro pol¨ªtico sino desconcierto ante la sorpresa? Una de las cosas m¨¢s alucinantes de la desgraciada historia del GAL es la sensaci¨®n de p¨¦rdida de sentido de la realidad que ha transmitido el PSOE en todos sus movimientos. El clima de complicidad y oscurantismo del momento en que acontecieron los hechos les hizo creer que podr¨ªan quedar impunes. Despu¨¦s, cuando la guerra sucia empez¨® a emerger, su estrategia parti¨® de la idea de que los tribunales no se atrever¨ªan con ellos y proclamaron la doctrina seg¨²n la cual las responsabilidades pol¨ªticas s¨®lo son exigibles despu¨¦s de establecidas las responsabilidades penales. Ahora, su reacci¨®n victimista y descalificadora del Tribunal Supremo invita a sospechar que ni siquiera con el paso por la oposici¨®n han recuperado la percepci¨®n de la realidad. Act¨²an como si ¨¦ste fuera el punto final del caso GAL. Como si haciendo el m¨¢ximo ruido para generar la mayor confusi¨®n, el asunto se pudiera dar por acabado. Y, sin embargo, a pesar de que lo haya dicho Aznar, es verdad que "esto no ha hecho m¨¢s que empezar". Quedan etapas muy duras que recorrer. Entre ellas, los fondos reservados. La izquierda viene de una cultura que, desgraciadamente, siempre encontraba argumentos para justificar las muertes m¨¢s injustificables (la doctrina de los dolores de parto de la historia), pero que no perdonaba un desliz a los suyos en materia de dineros. La derecha siempre ha cre¨ªdo que el dinero es lo ¨²nico importante. Entre la ciudadan¨ªa hay cierta condescendencia cuando la v¨ªctima de un delito es un etarra, pero lo que no se perdona es que alguien se haya llevado los dineros a casa. Si lo que se pretende ahora es sembrar dudas sobre la justicia previniendo futuras actuaciones, es una grave irresponsabilidad. Y si es s¨®lo una reacci¨®n indignada ante lo inesperado, resulta exigible a un partido de esta importancia m¨¢s prudencia -en el sentido pleno de esta virtud pol¨ªtica- en la evaluaci¨®n de la realidad y en la elaboraci¨®n de las respuestas.2. Es cierto: el PSOE como partido no tiene una responsabilidad directa en el caso GAL. El caso GAL pol¨ªticamente es responsabilidad de un sector muy concreto (el n¨²cleo relacionado con las cuestiones de Interior) de antiguos gobiernos socialistas. La reacci¨®n numantina de la direcci¨®n del PSOE pone los intereses de este sector por delante de los intereses de su partido y, por tanto, de los electores que podr¨ªan confiar en ellos. Y contamina lo que dicen que quieren defender: el balance de sus 13 a?os de gesti¨®n. Se echa de menos un liderazgo fuerte que arrastre el partido hacia el futuro. Los dirigentes del PSOE no pueden convertirse en los peones del enroque que protege a Felipe Gonz¨¢lez. ?O es que se quiere restaurar el antiguo liderazgo?
3. El gobierno, los jueces, la prensa, los dem¨¢s partidos pol¨ªticos, la militancia m¨¢s enrabietada, todos son destinatarios de los mensajes del PSOE. Todos menos la numerosa gente con sensibilidad de izquierdas para la que ha sido un trauma ver al gobierno del partido socialista implicado en hechos que tienen iconograf¨ªa propia de las dictaduras. Esta gente sigue esperando una explicaci¨®n, un detalle, un gesto. Y s¨®lo se le ofrece el cierre de filas contra las conspiraciones. Est¨¢ claro que desde la perspectiva de los que creen que lo importante es que el gato cace ratones, la decepci¨®n de estas gentes es puro remilgo de personas no adaptadas a los tiempos que corren. Pero deber¨ªan saber que hay gente que nunca se dejar¨¢ arrastrar a las adhesiones inquebrantables, aunque est¨¦ convencida de que el adversario es peor.
4. La democracia ha hecho a la ciudadan¨ªa esc¨¦ptica, lo cual es una virtud siempre que sea una actitud cr¨ªtica y que no desemboque en la indiferencia. Pero el caso GAL ha sido la apoteosis del cinismo. La derecha espa?ola no ha tenido el menor reparo en utilizar la guerra sucia contra ETA para alcanzar el poder. Las llamadas a la responsabilidad de estos d¨ªas y las promesas de no responder a las provocaciones indican la capacidad de hacer teatro que tienen algunos. Ahora se preocupan de la estabilidad institucional. Ahora advierten al PSOE que se ande con cuidado porque si denunciara la guerra sucia de los primeros tiempos de la transici¨®n desestabilizar¨ªa el sistema. Por lo que tienen de herederos del franquismo, por las numerosas personas que tienen en sus filas que gozan hoy de posici¨®n y reconocimiento gracias al pacto fundacional de la transici¨®n que amnisti¨® al pasado, deber¨ªan ser prudentes antes de acusar a nadie. Por lo que tienen de herederos de UCD, deber¨ªan haber tenido la discreci¨®n de los que tambi¨¦n tuvieron responsabilidades en la guerra sucia. Pero a la derecha estas minucias de estilo siempre le han importado poco, porque lo que cuenta es tener el poder. Sin embargo, nada de ello es siquiera atenuante para los socialistas. Por lo menos, desde el punto de vista de los que pens¨¢bamos que una de las diferencias entre los socialistas y la derecha era que ellos no har¨ªan estas cosas.
5. El victimismo sienta mal a los pol¨ªticos. Ni siquiera es est¨¦tico. Uno de los defectos hist¨®ricos de la izquierda ha sido creer siempre que todo era culpa de los dem¨¢s. Un argumento muy c¨®modo para los momentos dif¨ªciles, que permite hacer de la propia impotencia una autocomplacencia. Parec¨ªa que el PSOE hab¨ªa desterrado estas actitudes. Al primer gran rev¨¦s vuelve a ello. Pide ahora a los votantes que le apoyen para restablecer las reglas del juego que otros han quebrado. ?Qu¨¦ quiere decir restablecer las reglas del juego, cuando se cierran filas en torno a Barrionuevo y Vera? ?Est¨¢n diciendo que con ellos no habr¨ªa habido condena? Que el PP y sus corifeos forzaran las reglas del juego no significa que no sea positivo que el secuestro de Segundo Marey haya llegado a los tribunales. El PP debe cargar con sus modos c¨ªnicos, con su aplicaci¨®n del principio de que todo vale para alcanzar el poder. Si, pese a todo lo que hab¨ªa llovido, ganaron las elecciones por los pelos, si siguen sin despegar en las encuestas, es, en buena parte, porque la ciudadan¨ªa les conoce perfectamente. Pero el PSOE no puede rehuir sus responsabilidades, que en este caso est¨¢n incluso sustanciadas penalmente para algunos de sus dirigentes, y mucho menos cargar sus tribulaciones sobre las reglas del juego. Lean la prensa extranjera, que en este caso goza del privilegio del distanciamiento: un ex ministro del Interior ha sido condenado por participar en la guerra sucia antiterrorista. ?sta es la cuesti¨®n principal y los socialistas siguen debiendo a la ciudadan¨ªa una explicaci¨®n satisfactoria.
6. Desde que Pujol advirti¨® de la necesidad de evitar una fractura social se han repetido las apelaciones a la cultura de la transici¨®n. Pujol ha sido coherente: prefiri¨® mirar a otra parte cuando sucedieron los acontecimientos ahora juzgados y despu¨¦s no quiso apuntarse a las denuncias contra los autores de lo que ¨¦l no hab¨ªa querido ver. Ahora pide moderaci¨®n, para que no vuelva Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior la crispaci¨®n. ?Cultura de la transici¨®n? La transici¨®n entend¨ªa la pol¨ªtica como construcci¨®n del consenso y no como aquello que empieza despu¨¦s del consenso, seg¨²n doctrina extendida en los ¨²ltimos meses. La transici¨®n se construy¨® sobre la amnesia de la dictadura porque las relaciones de fuerzas no permit¨ªan otra cosa. La transici¨®n era acuerdo en la construcci¨®n de las reglas del juego democr¨¢tico, pero no impunidad ni opacidad, ni protecci¨®n gremial de las clases dirigentes. Pero en la transici¨®n hubo tambi¨¦n mucha complicidad y mucha endogamia que han dado pie a muchos entuertos. La confusi¨®n de papeles entre pol¨ªticos, jueces y periodistas es m¨¢s propia de una democracia incipiente que de una democracia consolidada. Precisamente porque la transici¨®n ha terminado, cada cual tiene que ir recuperando su rol propio. Los a?os de judicializaci¨®n de la pol¨ªtica y de politizaci¨®n de la justicia no han ayudado en absoluto, ni tampoco la asunci¨®n por parte de algunos periodistas del papel de redentores pol¨ªticos y de justicieros. Pero el PSOE con su doctrina sobre las responsabilidades pol¨ªticas contribuy¨® eficazmente a la judicializaci¨®n de la pol¨ªtica. Y sigue contribuyendo al tratar de convertir los votos particulares de la sentencia del Supremo en sentencia alternativa, la buena, por supuesto. Este pa¨ªs tiene una tendencia at¨¢vica a dividirse en dos. Es irresponsable utilizar la sentencia, sea del lado que sea, para ahondar en viejas fracturas. Las circunstancias sociales, culturales y geopol¨ªticas hacen hoy improbable que la radicalizaci¨®n del enfrentamiento pol¨ªtico se traduzca en fractura social real. Pero la democracia que funciona integra, no divide. Si divide es que algo falla.
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