Espejos de agua pura
Un corto paseo desde La Granja permite disfrutar de algunas de las pozas m¨¢s bellas de la sierra
La poza del Guindo finge un gran espejo ovalado: un espejo de 20 metros de largo por la mitad de ancho, enmarcado en una orla de hierba sobre la que se yerguen y contonean, mir¨¢ndose y remir¨¢ndose en el cristal de las aguas, ¨¢lamos, fresnos, sauces y un l¨¢nguido cerezo, o guindo, que da nombre al remanso. La del Guindo, con su corte de ¨¢rboles presumidos, es la reina de las pozas de la sierra, la m¨¢s bonita que hemos visto jam¨¢s, el arquetipo plat¨®nico de la poza. Pero no es la ¨²nica del r¨ªo Cambrones...El Cambrones, que nace en el puerto de Malagosto, a casi 2.000 metros de altitud, y va a dar al Eresma en el embalse del Pont¨®n, junto a La Granja, a 1.100, tan s¨®lo 14 kil¨®metros despu¨¦s, es un riacho bravo que se precipita alocadamente hacia el real sitio constre?ido entre las pinas laderas de los montes Carpetanos -a levante- y el cerro de la Atalaya -a poniente-, dando numerosos saltos y parones en las angosturas y oquedades que las pe?as forman en el paraje conocido como las Calderas. Al no iniciado, toda esta geograf¨ªa le sonar¨¢ a arameo, pero algo m¨¢s entender¨¢ si, en llegando a La Granja, mira al septentri¨®n: all¨ª descubrir¨¢, coronado por un repetidor, el cerro de la Atalaya, c¨®nico, pardo y pelado; a la diestra de ¨¦ste ver¨¢ las moles pinariegas de la Flecha y el Revent¨®n. Entre la desolaci¨®n de uno y el verdor de las otras se abre paso el Cambrones.
La raz¨®n de esta disparidad vegetal hay que buscarla en el siglo XVIII, cuando Carlos III adquiri¨®, para darle gusto al gatillo, todos los bosques de La Granja a Riofr¨ªo. El cerro de la Atalaya, seg¨²n se ve, quedose fuera por un pelo de la jurisdicci¨®n regia, verific¨¢ndose en ¨¦l un proceso de degradaci¨®n, por tala y sobrepastoreo, que dej¨® el primitivo robledal reducido a un yermo donde s¨®lo levantan dos palmos del suelo algunos arbustos recalcitrantes. Entre ellos, el cambro?o, especie de piorno de gualdas florecillas fragantes, hojas trifoliadas y legumbres pilosas, cuya abundancia en esta zona explica el bautismo del r¨ªo Cambrones.
Hacia ¨¦l nos dirigiremos saliendo de La Granja -en coche- por el paseo del Pocillo, donde tomaremos como referencia la f¨¢brica de vidrio para, 800 metros m¨¢s adelante, tirar a la derecha en una bifurcaci¨®n que se presenta en una pronunciada curva y luego seguir otros 400 por pista de tierra -ya a pie- hasta llegar a la altura de dos portillos enfrentados que hay a ambos lados del camino. Por un paso peatonal que ofrece el de la izquierda cogeremos la senda que, enfilando hacia la Atalaya, se arrima al r¨ªo Cambrones.
Al poco habremos cruzado el r¨ªo por un puente de madera y, tras pasar una puerta giratoria, estaremos remontando la corriente -muy menguada a causa de una cacera que le chupa medio caudal aguas arriba- entre robles solemnes, altos helechos y matas arom¨¢ticas: botonera, tomillo, cantueso... Como a media hora del inicio, rebasaremos la toma de aguas de la mentada acequia y una casilla aneja, atravesando acto seguido una sombr¨ªa sauceda por la que iremos a dar ante una primera poza notable, que en realidad no es m¨¢s que un charca artificial que los ba?istas han represado, para su placer, amontonando piedras en una estrechura del cauce.
Aqu¨ª abandonaremos la orilla, moment¨¢neamente, para ganar algo de altura por la misma ladera y as¨ª poder continuar valle arriba por un sendero m¨¢s desembarazado de vegetaci¨®n. En otra media hora, a contar desde la casilla, nos veremos obligados a vadear el r¨ªo en una angostura pe?ascosa, despu¨¦s de lo cual acometeremos una serie de f¨¢ciles trepadas por las rocas de la margen izquierda, top¨¢ndonos maravillados, una detr¨¢s de otra, la poza del Guindo, la poza Negra -negr¨ªsima su agua en un tenebroso hond¨®n, al pie de una espumeante cascada- y un interminable rosario de pozas escalonadas que, de tan alto como suben, ya s¨®lo espejan el cielo.
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