Puesta de sol a orillas del Nilo
Al caer la tarde, los madrile?os acuden al templo de Debod y al paseo de Rosales para despedir al astro rey
A la hora en que cae la tarde, casi cuando se pone el sol, el c¨¦sped que crece junto a las palmeras que bordean el templo de Debod est¨¢ punteado de cuerpos que reposan, tumbados por la fuerza de la can¨ªcula estival. Con un poco de imaginaci¨®n, podemos sentirnos en alg¨²n id¨ªlico rinc¨®n de la ciudad dedicado al sue?o, si no fuera porque, de vez en cuando, alguno de los yacentes mueve los dedos de sus pies o deja escapar alg¨²n ronquido que rompe el encanto del lugar.De hecho, ¨¦ste es casi el ¨²nico ruido que se puede escuchar en el parque del templo de Debod, lo m¨¢s pr¨®ximo al Nilo en la capital, si se obvia el ruido lejano de unos coches que todav¨ªa se atreven a circular con este calor a lo largo del paseo del Pintor Rosales. Sin olvidar al agente de la Polic¨ªa Municipal, que vigila el templo silbato en ristre. Bien plantado, Manuel Tineo, de unos cincuenta a?os tiene siempre los ojos bien abiertos. Nada se le escapa. Y al que no cumple las normas, le suelta un pitido sin contemplaciones. "Sin mi vigilancia, esta maravilla egipcia se convertir¨ªa en un antro para vagabundos", asegura con firmeza.
Tineo se lo sabe todo sobre su templo, que Egipto regal¨® a Espa?a en el a?o 1968 para agradecer a este pa¨ªs la ayuda prestada en el salvamento de los templos de Abu Simbel. Estos d¨ªas, el agente est¨¢ muy orgulloso del recinto y de su parque, pues ya se acabaron las obras de restauraci¨®n del estanque que guarda la boca del monumento egipcio. Tineo ense?a la pileta y subraya el brillo del agua que la llena. "Han tardado cinco a?os en arreglarlo. Tuvieron que impermeabilizar los fosos que originaban el deterioro del monumento milenario", informa este polic¨ªa. "?Mira lo bonito y lo resfrescante que ha quedado!", exclama. A unos metros de esta suerte de esfinge con aspecto de polic¨ªa municipal que vela por el templo de Debod, unos vagabundos con buen gusto han instalado su casa de verano en unos bancos. Beben a sorbitos unas botellas de vino. No son los ¨²nicos que se acercan al paseo del Pintor Rosales para resfrescarse, ya que en esta zona, desde el 15 de marzo hasta el 31 de octubre, las terrazas brotan como hongos para poder acoger a los sedientos habitantes de la urbe. "Sedientos de todas las edades", cuenta Ana, una de las camareras del caf¨¦ Rosales.
Un poco m¨¢s all¨¢, sentada en otra terraza, una pareja pega gritos a un sin techo que les quer¨ªa vender La Farola. "Pasaron unos 15 como ¨¦l en menos de media hora", le explica el se?or a un camarero que se acerc¨® para ver lo que tanto molestaba a su cliente. Desde la mesa de al lado, una mujer ironiza: "?Pues claro, todo el mundo puede refrescarse como quiera!".
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