M¨²sica para so?ar en una noche de verano
La noche no pudo comenzar mejor; la Obertura del Buque Fantasma de Hindemith no es una reducci¨®n sino una verdadera creaci¨®n a partir de los primeros compases de Wagner. Los 11 m¨²sicos que forman la Orquesta Nacional de C¨¢mara de Toulouse desencadenaron en Torroella de Montgr¨ª (Girona) una tempestad de cuerdas que nos puso sobre aviso: el tema del muy inteligente programa era la parodia. La breve p¨¢gina de Hindemith es una gamberrada en la que adem¨¢s de sacarle la lengua a Wagner propone un vals vien¨¦s hecho polvo. Ya sab¨ªamos a qu¨¦ atenernos, de manera que la segunda pieza, una Serenata para cuerdas de Daniel-Lesur (quien, por cierto, de seguir vivo cuenta 90 a?os), fue una fineza mel¨®dica t¨ªpica de la escuela francesa de entreguerras, con su aroma de Poulenc y hierbas del Languedoc. Aqu¨ª lo par¨®dico fue esa m¨²sica espa?ola que convirtieron en g¨¦nero Ravel y Debussy y que los espa?oles luego nos precipitamos a adoptar. La orquesta demostr¨® cu¨¢nto m¨¢s musicales pueden ser 11 entusiastas que 100 funcionarios.El plato fuerte de la noche era el estreno del Concierto para flauta y piano de Albert Guinovart, uno de los escas¨ªsimos compositores populares de Catalu?a. La obra que presentaba es rotundamente comercial y no pretende otra cosa m¨¢s que gustar de un modo indisimulado. Los tres movimientos fluyen con una espontaneidad casi improvisatoria, sin complicaciones de arquitectura y haciendo uso de todos los recursos emocionales del romanticismo sin ninguna inhibici¨®n. La m¨²sica grita: "?amadme!" y lo hace con tanta convicci¨®n que es imposible negarse. ?Por qu¨¦ ponerse reticentes? Los literatos han aprendido a convivir y respetar a los escritores de superventas y ni siquiera el exquisito Gim-ferrer rechazar¨ªa El nombre de la rosa. Los americanos no tienen empacho en programar a Elliot Carter junto a Samuel Barber. ?Posmodernidad? ?O elementos para la creaci¨®n de un nuevo p¨²blico?
Casi americano
El concierto de Guinovart es casi americano, es m¨²sica para so?ar, y anteayer era una noche de verano con una gran luna naranja. El compositor acariciaba el piano con elegancia y su camisa de seda plata-y-ceniza, digna de un cuadro de Watteau, era un gui?o m¨¢s al auditorio. El lujo del concierto fue, sin embargo, la flauta de Vicen? Prats, uno de los mejores del mundo. Hizo todas las cabriolas exigidas por la escritura, la cual, una vez m¨¢s, parodia con gracia ingenua los gestos del gran concierto ochocentista, pero el sonido del metal entraba a veces por laberintos de una calidad espiritual extraordinaria. El p¨²blico ovacion¨® esta pieza para enamorados.En la segunda parte escuchamos una sensacional exhibici¨®n de las cuerdas de Toulouse. Las Variaciones sobre un tema de Frank Bridge, de Benjamin Britten, es una preciosa muestra de la habilidad del m¨²sico ingl¨¦s para dar movilidad y color a una peque?a formaci¨®n. La pieza es t¨¦cnicamente muy rica y (como no pod¨ªa ser de otra manera en esta noche de agosto) consiste en un conjunto de 10 divertidas parodias de formas cl¨¢sicas entre las que sobresale un vals y una bourr¨¦e magistrales, as¨ª como una celeb¨¦rrima Aria italiana que arranca una sonrisa pr¨®xima a la carcajada.
El humor ir¨®nico de la partitura es contagioso, de manera que la formaci¨®n francesa disfrut¨® tanto como el p¨²blico y el concierto termin¨® con interminables aplausos, hasta que los franceses se retiraron cort¨¦smente. Estupenda noche de verano.
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