Tardes de plantas y gatos
En el Real Jard¨ªn Bot¨¢nico hay 30.000 especies vegetales y s¨®lo una de gatos, pero muy prol¨ªfica. Los seres clorof¨ªlicos son el principal atractivo de este vergel. Pero tambi¨¦n los felinos tienen su tir¨®n entre el p¨²blico m¨¢s fiel del jard¨ªn: los jubilados. ?stos, como entran gratis, acuden a diario a capear las horas de calor entre el frescor y los aromas de las plantas. Isabel, de 70 a?os, y su marido, Paco, de 72, son dos de los habituales. Vecinos del Puente de Vallecas, cada tarde toman el metro y se plantan en el Bot¨¢nico hasta que cierra. Luego prosiguen su ruta en el invernadero de la estaci¨®n de Atocha.
"Aqu¨ª en el jard¨ªn se est¨¢ muy fresquito y con unos olores muy agradables", comenta Isabel mientras juega con varios mininos bajo una acacia del Jap¨®n.
"Los vigilantes no dejan alimentar a los gatos, pero a mucha gente como nosotros les dan pena y les traen sobras de casa o les compran pienso", explica con aire secreto esta pareja que pasa las horas charlando, llenando crucigramas y bautizando a los felinos. "A ¨¦stos los llamamos Los Cuatro Pelusos, y a esos otros, Los Tres Mosqueteros y D"Artagnan", aseguran. "Aqu¨ª viene gente jubilada hasta de Getafe a echar la tarde", concluyen los vallecanos.
En un banco contiguo, otro matrimonio de edad avanzada abre una bolsa y, en un santiam¨¦n, se ve rodeado de felinos que invaden el banco donde le¨ªa otra mujer mayor. A la lectora le desagrada la proximidad de los bichos y se levanta airada, origin¨¢ndose un peque?o rifirrafe.
Antonio, uno de los dos taquilleros, explica que no se permite dar de comer a los gatos para evitar que el recinto se convierta en una exposici¨®n de cacharritos con leche o trozos de pescado. "Sabemos que los alimentan a escondidas porque la gente se encari?a con ellos, pero qu¨¦ le vamos a hacer", afirma.
"El verano no es la ¨¦poca de m¨¢s p¨²blico porque el calor retrae a la gente; los meses de m¨¢s afluencia son los de primavera", a?ade. "Ahora en verano se echa en falta a los escolares, porque, el resto del a?o, cada d¨ªa tenemos aqu¨ª a medio millar de colegiales, pero es cuando m¨¢s turistas nos llegan, sobre todo italianos", apostilla el taquillero. Algunos jubilados son tan habituales en el lugar que no necesitan presentar m¨¢s carn¨¦ que su cabeza canosa. Llegan, saludan y adentro. Entre tejos, olmos, rosas, calabazas y plantas arom¨¢ticas, pasan las tardes tranquilos, con la sensaci¨®n de estar en un jard¨ªn bastante m¨¢s seguro que el Retiro. S¨®lo el constante estruendo del tr¨¢fico que llega del paseo del Prado y la glorieta de CarlosV enturbia la paz que se respira en este jard¨ªn que trazaron, en el siglo XVIII, los arquitectos Villanueva y Sabatini.
Entre los setos, es frecuente encontrarse a visitantes con un libro entre las manos. Algunos hojean gu¨ªas de turismo rodeados de mochilas y botellas de agua. Otros, con menos pertrechos, pasan el tiempo enfrascados en novelas o peri¨®dicos.
Dolores, de 34 a?os, embarazada de nueve meses, es uno de estos lectores empedernidos. "Mi marido y yo venimos aqu¨ª de vez en cuando como cosa especial porque nos gusta mucho la jardiner¨ªa; ahora, como yo me siento tan pesada, me quedo leyendo mientras ¨¦l se dedica a ver plantas", explica. "Se est¨¢ muy bien, lo ¨²nico malo es el ruido del tr¨¢fico, que quita encanto al lugar", a?ade.
Dos octogenarios, que garrota en mano pasan revista a los ¨¢rboles, creen, sin embargo, que no hay demasiado ruido. El mayor de ellos, con 86 a?os, conoce bien el campo, pero se queda asombrado ante algunas especies del jard¨ªn. "Es que hay cosas muy raras", asegura en las proximidades de un gigantesco y centenario olmo, conocido como El Pantalones por la curiosa forma de su tronco y ramas.
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