Un "aurresku" para el maestro Ortega
Antes de empezar el pase¨ªllo le dedicaron un aurresku al maestro Ortega Cano, que se desped¨ªa de la afici¨®n bilba¨ªna. Se llevan ¨²ltimamente estos homenajes. Hace un par de a?os le ofrecieron otro a V¨ªctor Mendes, que tambi¨¦n iba de despedida. La diferencia fue que el maestro portugu¨¦s no sal¨ªa de su perplejidad mientras el maestro cartagenero parec¨ªa como si le hubiesen estado bailando el aurresku toda su vida. Debe de ser porque en cuesti¨®n de baile y de cante es muy versado. El dantzari, acompa?ado de txistu y tamboril, se situ¨® frente a Ortega Cano, que ya hab¨ªa liado el capote y aguardaba al frente de las cuadrillas, y se puso a danzar el aurresku, con todos sus movimientos y sin faltar detalle: los saltos, los giros, el paso lateral, el pedicoj, la patada a la luna. Al acabar cada uno de los tiempos, el dantzari y el maestro Ortega se hac¨ªan reverencias, y despu¨¦s de los saludos rituales al homenajeado y a la compa?a, que cierran la danza, el maestro Ortega le lanz¨® al dantzari la txapela gorri que antes le hab¨ªa ofrendado, y lo hizo con mucho salero.
Pilar / Ortega, Litri, Cordob¨¦s
Toros de El Pilar, tres sin trap¨ªo, tres m¨¢s hechos, flojos -varios inv¨¢lidos- pastue?os.Ortega Cano: estocada trasera ca¨ªda (aplausos y saludos); pinchazo y estocada ca¨ªda (petici¨®n minoritaria y vuelta). Litri: dos pinchazos -aviso con retraso-, media atravesada tendida traser¨ªsima y descabello (silencio); pinchazo en la paletilla y bajonazo descarado (silencio). El Cordob¨¦s: estocada y descabello (oreja); pinchazo y bajonazo (oreja). Antes de la corrida, un grupo de antitaurinos increp¨® a los toreros cuando llegaban a la plaza. Plaza de Vista Alegre, 21 de agosto. 7? corrida de feria. Cerca del lleno.
Despu¨¦s vinieron el pase¨ªllo normal y la verdad de la vida, que es el toro y el toreo. Quiz¨¢ resulte exagerado decir tanto. Porque toreo pudo haber, mas toro, no. Lo que sal¨ªa era lo de siempre: el animalucho anovillado, sin trap¨ªo, tullido, fofo y conformista. Es el mal de la ¨¦poca. Aunque los taurinos lo ven al rev¨¦s y aseguran que se viven tiempos de esplendor, la edad de oro del toreo. Ortega Cano intent¨® ligar los pases que es, si bien se mira, all¨ª donde demuestran su maestr¨ªa y su valor los toreros buenos. A veces lo consigui¨® haciendo de tripas coraz¨®n y logr¨® instrumentar suertes de singular belleza. Entre el c¨²mulo de muletazos despegados y dubitativos, aquellos que iban ligados fueron los mejores que se hayan visto en toda la feria.
Le ocurre a Ortega Cano lo que a todos los toreros aut¨¦nticos: que no sabe estar mal. Podr¨ªa haber pegado un pase aqu¨ª y otro en Barcelona poniendo cara de genio -que seg¨²n los actuales taurinos constituye la cumbre del arte- pero esas formas no cuadran con la tauromaquia que vio, que aprendi¨® y que, practic¨¢ndola, le convirti¨® en figura. De manera que si en esa faena, y en la otra -m¨¢s bullanguera y aclamada- hubo altibajos o destemplanzas, no se enga?aba a nadie. Finalmente, los ayudados con que cerr¨® Ortega Cano su faena al cuarto toro dejaron bien alto el pabell¨®n de su torer¨ªa, que nadie le podr¨¢ negar. Pasando por alto a Litri, que aburri¨® soberanamente en el transcurso de sus destemplados e interminables trasteos a sendos inv¨¢lidos, la corrida tuvo sus detalles, sus revelaciones, su aquel, a los que no era ajeno ese torero tremendista que dice ser y llamarse El Cordob¨¦s. Result¨® que El Cordob¨¦s andaba con los toruchos de moda igual de sobrado que las figuras. Y a¨²n mejor, ya que embarcaba reunido, corr¨ªa la mano, mandaba y ligaba. Le pidieron el salto de la rana y en lugar de satisfacer la razonada solicitud se emple¨® en una profusa teor¨ªa de molinetes, trincherillas, pases de pecho y cambios de mano, sin excluir alg¨²n muletazo de rodillas, que siempre animan, y un par de pechugazos, que tambi¨¦n hacen patria. Y, adem¨¢s, unas chicuelinas que ci?¨® al sexto toro con el ajuste, la suavidad y el giro que demanda la autenticidad de esta suerte capotera, constituyeron el quite de la feria.
Si la fiesta ha de celebrarse con esa torada falsa que sueltan cada tarde, El Cordob¨¦s de la escuela bufa y el de la seria piden plaza y habr¨¢ que d¨¢rsela. Pues relegarlos mientras se pondera el poder¨ªo y la genialidad de un pegapases y elevarlo a la categor¨ªa de figura universal simplemente porque les saca derechazos a los mismos borregos, es un sarcasmo, y una injusticia, y una burla al arte de torear
Torear es -entiende uno- parar, templar y mandar un toro ¨ªntegro. Ortega Cano, sin ir m¨¢s lejos, lo ha hecho muchas veces; m¨¢s veces que las figuras universales de ahora. Y buenas cornadas le cost¨®. Se va y un aurresku le ha homenajeado en su despedida. Qu¨¦ menos para uno de los ¨²ltimos representantes de una ¨¦poca en la que a¨²n se lidiaban toros y los toreros llevaban metida en el alma la dignidad de su oficio.
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