Masivo, modesto y motorizado
Castelldefels se rige por la ley de los grandes n¨²meros, como la astronom¨ªa, y ha olvidado por completo su pasado menestral y silencioso. La econom¨ªa de huerta empez¨® a contar sus d¨ªas finales en el mismo momento en que se inaugur¨® la primera casa de ba?os, all¨¢ por los a?os veinte, y hoy los campos de cultivo del municipio son poco m¨¢s que una ex¨®tica curiosidad. El objetivo primordial del Ayuntamiento lo resume escuetamente Francesc Sistac: "Somos la ciudad del ocio de la comarca". Debe incluirse Castelldefels entre los primeros modelos consolidados de turismo popular, masivo, modesto y motorizado. La famosa autov¨ªa lleg¨® a ser la carretera m¨¢s transitada de Espa?a y sus caravanas de fin de semana se hicieron famosas, con los seiscientos dispuestos en dos carriles, cargados hasta donde era posible y con el agua del radiador a mil¨¦simas de grado del punto de ebullici¨®n. "Ir a la autov¨ªa a ver la caravana era una distracci¨®n para los ni?os", recuerda Sistac. "Yo cruzaba apuestas con el hijo de unos amigos de mis padres sobre cu¨¢nto avanzar¨ªa un coche en 30 minutos", explica Isidre, que ahora vende un poco de todo en Playafels. -?Ha cambiado mucho la gente desde entonces? -S¨ª, mucho. Es la misma clase de personal, pero con m¨¢s dinero en el bolsillo. Este comerciante ha vivido todo el proceso de transformaci¨®n del barrio playero y tur¨ªstico de Castelldefels durante los ¨²ltimos 35 a?os. Del Ayuntamiento, en el n¨²cleo hist¨®rico de la ciudad, a Playafels, junto al mar, hay m¨¢s de un kil¨®metro, distancia suficiente para que al principio el crecimiento fuese all¨ª r¨¢pido, desordenado y golfo. En el cruce de la avenida de los Ba?os y del paseo Mar¨ªtimo se concentr¨® una muestra ruidosa, variada y asequible de casas de ba?os, peque?os restaurantes, alg¨²n hotel y algunos apartamentos, todo distribuido con menos orden y concierto del debido. Pero fue el principio y el famoso cruce desempe?a hoy una funci¨®n similar a la de anta?o, pasada por el correspondiente plan parcial. El¨ªas Vigil dirige un restaurante, bar de copas y club de playa a dos pasos del cruce y confirma que mantiene su funci¨®n de plaza mayor. "Los fines de semana y en verano es el punto de encuentro de los j¨®venes y es donde se concentra todo el ambiente, pero a 100 metros hay un silencio absoluto", dice Vigil. Esto, seg¨²n ¨¦l, es un inconveniente y una ventaja, porque piensa que la oferta debiera ser m¨¢s numerosa y diversificada. "Esta zona cada d¨ªa es m¨¢s de primera residencia y debe competir con la oferta de ocio de Barcelona", a?ade Vigil, cuyo diagn¨®stico coincide con el de Luc¨ªa Hern¨¢ndez, que regenta un hotel a dos pasos del restaurante: "En realidad, Castelldefels es una prolongaci¨®n de Barcelona". Antes que prolongaci¨®n, el municipio de Castelldefels fue l¨ªmite a causa de las marismas, que llegaban hasta la v¨ªa del tren de Sitges y Vilanova. En aquel mundo de humedales insalubres proliferaba el paludismo y hasta los d¨ªas de la Mancomunidad no hubo ni ganas ni presupuesto para poner remedio al asunto: la pineda fue el tratamiento que san¨® aquella tierra enferma durante siglos. Poco a poco, antes y despu¨¦s de la guerra civil, adquiri¨® la playa de Castelldefels la condici¨®n de playa de Barcelona, y aquel pinar inmenso, entrados los sesenta, dio sombra a la clase media en ciernes. Definitivamente, Castelldefels adopt¨® la condici¨®n de ap¨¦ndice de Barcelona para el esparcimiento veraniego. Esto fue una ventaja absoluta hasta fecha reciente; hoy entra?a no pocos problemas. La apertura al mar de la gran ciudad en 1992 y la oferta de ocio subsiguiente se han dejado notar en la cuenta de resultados: "Castelldefels se llev¨® un palo muy fuerte", asegura Vigil. El efecto fue doble: por una parte, disminuy¨® la gente que se desplaza hasta la playa de Castelldefels; por otra, muchos residentes de Castelldefels pasaron a ocupar parte del ocio de fin de semana en el Puerto Ol¨ªmpico o en el Marem¨¤gnum. -?Tambi¨¦n en verano? -En julio y agosto, menos. Todos conf¨ªan en que el nuevo paseo Mar¨ªtimo ampliar¨¢ la oferta y ser¨¢ una buena competencia para Barcelona. De momento, se ha acabado una parte de la primera fase, pero la segunda, la que debe tener un car¨¢cter exclusivamente peatonal, est¨¢ en la mente de todos, pero debe dibujarse. Entre las cl¨¢sicas desavenencias entre administraciones y los requisitos legales que hay que cumplir para activar el proyecto, la marcha tiene su crecimiento limitado a los lugares de siempre. La referencia permanente a que hay que competir con Barcelona es insoslayable porque Castelldefels carece de un parque suficiente de hoteles para entrar en el circuito de los operadores tur¨ªsticos. ?stos piden un n¨²mero de reservas muy alto -entre 2.000 y 5.000 unidades-, pero la ciudad s¨®lo dispone de 1.100 camas y de unas 40.000 plazas en apartamentos: se trata, pues, del reino de los agentes inmobiliarios y no de los grandes mayoristas, con una clientela compuesta en gran medida por vecinos de Barcelona y del Baix Llobregat. Miguel Yuste, con 25 a?os en el sector de restauraci¨®n quisiera ver Castelldefels menos pendiente de Barcelona, pero eso parece punto menos que imposible. Otros est¨¢n content¨ªsimos con la concentraci¨®n del jolgorio en un ¨¢rea reducida. Walter Kunze vive en la periferia de Colonia y viene a su peque?a casa de Playafels siempre que puede: "Es muy bueno que la marcha est¨¦ en un sitio concreto; as¨ª los dem¨¢s estamos tranquilos". Este ciudadano alem¨¢n teme que el paseo Mar¨ªtimo cambie demasiado las cosas: "La gente que est¨¢ de vacaciones quiere divertirse, pero no que la molesten cuando quiere descansar". Puede que la alarma no est¨¦ justificada. Es evidente que la oferta de ocio actual es insuficiente, y basta con acercarse al famoso cruce de Playafels cualquier fin de semana de verano para comprobarlo: m¨¢s que a una concentraci¨®n cabe referirse con propiedad a una multitud. Para el resto del a?o, las cosas est¨¢n m¨¢s en su punto porque la ocupaci¨®n hotelera la forman ejecutivos que dejan la habitaci¨®n por la ma?ana y no regresan hasta la noche, y la poblaci¨®n residente junto al mar, cada d¨ªa m¨¢s numerosa, pasa la jornada de trabajo en Barcelona y, a la vuelta, est¨¢ para pocas marchas.
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