Una inteligencia laica
Es dif¨ªcil imaginar una vida m¨¢s representativa de este siglo que ahora acaba que la de Juan Manuel Azc¨¢rate Diz, m¨¢s conocido como Manuel Azc¨¢rate. Si, como dicen, este siglo XX es un siglo corto, que nace tras la I Guerra Mundial y muere con el derrumbamiento del muro de Berl¨ªn, la peripecia vital de Manuel Azc¨¢rate sigue con mucha aproximaci¨®n ese calendario, desde su nacimiento en 1916 hasta su muerte ayer mismo.Miembro de una familia de raigambre liberal, vivi¨® de ni?o la experiencia de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, uno de cuyos fundadores, Gurmensindo de Azc¨¢rate, fue t¨ªo abuelo suyo; de joven la guerra civil y la II Guerra Mundial, militando ya dentro del Partido Comunista de Espa?a; en su madurez la resistencia antifranquista y la transici¨®n a la democracia; y, en sus ¨²ltimos a?os, como observador l¨²cido y analista, la situaci¨®n pol¨ªtica nacional e internacional.
A lo largo de esa trayectoria, se sinti¨® siempre involucrado con la sociedad en que viv¨ªa, participando en los debates esenciales de nuestro tiempo y poniendo lo mejor de su inteligencia al servicio de una democracia ¨²nicamente comprometida con los valores de racionalidad en el m¨¦todo y solidaridad como objetivo.
Tuvo Manuel Azc¨¢rate la suerte de vivir desde dentro algunos de los episodios cruciales de nuestro siglo, y tuvo el privilegio de disponer, desde muy joven, de un punto de vista que incorporaba las complejidades del mundo interdependiente en que vivimos, muy alejado del provincialismo dominante en nuestras latitudes. Ello se debi¨®, entre otras cosas, a que parte de su educaci¨®n transcurri¨® en distintos lugares de Europa, debido al trabajo que su padre, Pablo de Azc¨¢rate, desarroll¨® en la Sociedad de Naciones, y a que su largo exilio tras la guerra civil le oblig¨® a vivir en otros pa¨ªses, lo que le permiti¨® acumular una valiosa experiencia internacional. Esa visi¨®n, m¨¢s cosmopolita, sin las estrecheces de una perspectiva estrictamente local, dotaba de una gran solidez a sus an¨¢lisis.
Si he resaltado en el t¨ªtulo de esta nota, escrita nada m¨¢s conocer su fallecimiento, el car¨¢cter laico de su pensamiento es porque, a lo largo de los muchos a?os en que, por unas razones o por otras, tuve el privilegio de frecuentarlo e intercambiar puntos de vista con ¨¦l, es ¨¦se el rasgo que, a mi juicio, m¨¢s resaltaba. Laicismo, que no se refer¨ªa ¨²nicamente a su posici¨®n respecto de la religi¨®n y la relaci¨®n entre creencias religiosas y organizaci¨®n pol¨ªtica de la sociedad, sino tambi¨¦n respecto de cualesquiera dogmas o prejuicios.
Todas las ideas, incluso las m¨¢s arraigadas o tenidas por evidentes, pasaban por el tamiz de su an¨¢lisis racional, de su honesta manera de valorarlas, lo que le procur¨® el respeto y la admiraci¨®n de muchos que le conocimos, y tambi¨¦n disgustos y rupturas, como su salida del PCE despu¨¦s de muchas d¨¦cadas de trabajar lealmente para ese partido, como consecuencia precisamente de la puesta en cuesti¨®n de concepciones con las que, en conciencia, no pod¨ªa estar de acuerdo. Justamente la defensa de la preeminencia de la raz¨®n sin prejuicios en el debate pol¨ªtico fue lo que conform¨® su car¨¢cter, y tambi¨¦n la causa de sus conflictos con mentalidades menos abiertas.
En los ¨²ltimos a?os de su vida los lectores de EL PA?S, y los que colaboramos de una u otra forma con este diario, hemos tenido la oportunidad de aprender de ese hombre que siempre estuvo comprometido, pero que no acept¨® m¨¢s compromisos que los que su limpia raz¨®n le dictaba.
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