Verano / 7
A los postres de una comida al aire libre se acab¨® el mundo y sobreviv¨ª de milagro, con Felipe Gonz¨¢lez, de qui¨¦n me hice drogodependiente porque ten¨ªa ese sexto sentido para adivinar en qu¨¦ quiere ser enga?ado el otro, y me asegur¨® que no hab¨ªa pasado nada : "Todo este desastre", dijo, "lo arreglo yo con una toga m¨¢gica que me proporciona unos poderes especiales". Yo sab¨ªa que era mentira, pero necesitaba cre¨¦rmelo y asent¨ª con el entusiasmo con el que le vot¨¢bamos antes de la cat¨¢strofe para que hiciera lo contrario de lo que predicaba, satisfaciendo as¨ª la rara necesidad de avanzar sin movernos del sitio, o de correr para llegar a Aznar, que viene a ser lo mismo. Nuestra relaci¨®n se basaba en acuerdos t¨¢citos, de modo que tuve el pensamiento mezquino de que si las cosas no sal¨ªan bien, podr¨ªa reprocharle sus promesas. Todo eran ventajas.No volvimos a hablar de la toga porque ¨¦l la olvid¨® y a m¨ª me daba apuro record¨¢rsela, pero un d¨ªa me ech¨® la mano por el hombro y dijo: "Muchacho, vamos a construir un Estado de derecho con sus alcantarillas y todo lo dem¨¢s". Como no ignoraba a qui¨¦n le iba a tocar el trabajo sucio, intent¨¦ resistirme. "Si no hay mundo", le dije, "para qu¨¦ queremos un Estado". ?l medit¨® unos instantes y luego se alej¨® con expresi¨®n de desaliento. Se notaba que era un l¨ªder en su capacidad para hacerte sentirte culpable.
Baj¨¦, pues, a las alcantarillas por miedo a que se disgustara, pero el olor a Amedo y Sancrist¨®bal, a Barrionuevo y Vera, a Galindo y Planchuelo, me despertaron de la siesta. Cog¨ª el peri¨®dico y vi que lo que hab¨ªa so?ado era verdad: Felipe vest¨ªa una toga m¨¢gica, de seda, con incrustaciones de oro, que el PSOE contemplaba encantado, hasta que alguien, como en el cuento de Andersen, grit¨®: "Felipe va desnudo", y se acab¨® la historia.
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