El cine revive las noches golfas de Studio 54
¡°54¡± y ¡°Los ¨²ltimos d¨ªas de la m¨²sica disco¡± examinan la cultura noct¨¢mbula de los a?os 70
Con la esperada pel¨ªcula 54, sobre la discoteca de Nueva York donde la cr¨¨me de la cr¨¨me internacional celebr¨® a lo grande los ¨²ltimos coletazos de libertinaje antes de la llegada de Reagan y el sida, culmina el revival de los a?os setenta que viene impregnando la cultura popular en los ¨²ltimos a?os. The last days of disco, el nuevo filme de Whit Stillman, replantea tambi¨¦n la forma de pensar y la m¨²sica de aquella era, que invade de nuevo las tiendas de discos. Pero esta temporada hay a¨²n m¨¢s propuestas de regreso a los setenta, cuya memoria agridulce sigue removiendo el cine, la m¨²sica y la televisi¨®n.
El 12 de julio de 1979, cientos de vinilos de m¨²sica disco fueron quemados en un estadio de b¨¦isbol de Chicago durante un evento llamado Disco Demolition Night, que degener¨® en un disturbio p¨²blico con estampida por el c¨¦sped incluida.No se hab¨ªa producido nunca (ni se ha producido desde entonces) una expresi¨®n tan violenta de rechazo p¨²blico contra un tipo de m¨²sica. El estilo discoteca empezaba a agonizar, tras haber alcanzado una popularidad y unas ventas ins¨®litas en muy corto periodo de tiempo, infiltr¨¢ndose tambi¨¦n en otras manifestaciones culturales como la moda y el cine.
El director Whit Stillman ha recuperado las im¨¢genes televisivas de aquel episodio para abrir su nueva pel¨ªcula, The last days of Disco (Los ¨²ltimos d¨ªas de la m¨²sica disco), que, junto a 54, reci¨¦n estrenada en EEUU, refleja los sentimientos simult¨¢neos de admiraci¨®n y verg¨¹enza que los 70 siguen despertando en el p¨²blico americano. Seg¨²n la cr¨ªtica, ninguna de las dos ha conseguido aprovechar el potencial de ese ambiguo momento de la historia.
The last days of disco no es una cr¨®nica hist¨®rica con im¨¢genes de archivo al estilo Oliver Stone (ya que en aquel entonces no hubo m¨¢s conspiraci¨®n que la de los fabricantes de moquetas y ropa de poli¨¦ster naranja), sino un relato personal con el que Stillman completa su trilog¨ªa iniciada con Metropolitan y Barcelona. Al ritmo de cl¨¢sicos como I love the nightlife, de Alicia Bridges, o I"m coming out, de Diana Ross, los personajes de Stillman tratan de mantener el equilibrio al dar el salto desde sus ¨²ltimos d¨ªas de libertad juvenila la vida profesional y responsable. Stillman llevaba trabajando en este proyecto desde mucho antes del revival discotequero, y Janet Maslin escribi¨® en The New York Times que la pel¨ªcula "es sinceramente nost¨¢lgica sin resultar hortera". Es justo el enfoque opuesto al de 54, la anunciad¨ªsima pel¨ªcula que examina el auge y ca¨ªda de la macrodiscoteca neoyorquina Studio 54, s¨ªmbolo ineludible del momento, a trav¨¦s de los ojos de un camarero. El filme explota el fen¨®meno disco recurriendo a todos los t¨®picos y moralejas f¨¢ciles que se supone necesita una nueva generaci¨®n deespectadores educada en los noventa.
Capote y los dem¨¢s
En una cr¨ªtica de 54, la revista Variety sentencia que "hay una pel¨ªcula de Hollywood m¨¢s cr¨ªtica y profunda sobre la gloriosa cultura de las discotecas que pide a gritos ser rodada". Studio 54 era un club representativo de un Nueva York hoy ya inexistente al cual acud¨ªan regularmente Truman Capote, Andy Warhol, Rudolf Nureyev, Mick Jagger, Elizabeth Taylor, David Geffen y Peter Beard entre otros, para drogarse y bailar junto a princesas y jeques, gays, negros, hispanos y aspirantes a estrella como Madonna o Robert de Niro.Iban vestidos de "Halston, Gucci, Fiorucci...", como dice el verso del super¨¦xito discotequero de Sister Sledge He"s the greatest dancer. Fornicaban en las escaleras y en el entresuelo, y disfrutaban del impagable sue?o de juventud eterna bajo el famoso logotipo de Studio 54: una luna creciente que esnifaba coca¨ªna.
Todo culmin¨® en 1979: Studio 54 cerr¨® sus puertas por problemas legales y luego las volvi¨® a abrir, pero s¨®lo t¨ªmidamente, hasta dar el cerrojazo definitivo justo antes del crash de la Bolsa de 1987. Hoy d¨ªa, el local ha recuperado su rentabil¨ªsimo nombre de marca y se usa de cuando en cuando para fiestas privadas que ni de lejos conjuran su esp¨ªritu original.
El impacto sociocultural de Studio 54 no se ha podido analizar a fondo por varias razones. La discoteca fue creada, y arrastrada con ¨¦l en su ca¨ªda, por un empresario de medio pelo llamado Steve Rubell, que fue a la c¨¢rcel por evasi¨®n de impuestos y muri¨® de sida en 1989. Por otra parte, como se sol¨ªa decir, si uno recordaba sus noches en Studio 54 es que realmente no hab¨ªa estado all¨ª. Entre los que prefieren olvidar aquello, los que tienen la memoria nublada por la qu¨ªmica, los que ni siquiera pudieron traspasar su puerta flanqueda por sogas de terciopelo y los que se han quedado en el camino, Studio 54 casi pertenece hoy al terreno de lo on¨ªrico.
El a?o pasado, el periodista Anthony Haden-Guest realiz¨® lo que hasta la fecha es el esfuerzo m¨¢s notable de ordenar y dar sentido a lo ocurrido, en su libro La ¨²ltima fiesta: Studio 54, disco, y la cultura de la noche. Haden-Guest sostiene que el estilo disco y su m¨¢xima expresi¨®n, Studio 54, fueron el legado del Mayo del 68 europeo, elevado a su m¨¢ximo exponente de revoluci¨®n moral y sexual tras su reencarnaci¨®n en el Estados Unidos de la era Nixon. El reempaquetado del fe¨ªsmo de los a?os 70 para su explotaci¨®n comercial ha tenido sus m¨¢s recientes ejemplos con la pel¨ªcula Boogie Nights, sobre la industria del cine porno en esa d¨¦cada, y Tormenta de hielo, el incisivo an¨¢lisis de la liberaci¨®n sexual en Connecticut que adapt¨® el taiwan¨¦s Ang Lee.
Ahora la cadena de televisi¨®n Fox est¨¢ a punto de estrenar en EEUU una telecomedia nost¨¢lgica titulada simplemente Ese show de los 70, y de Gran Breta?a llegar¨¢ pronto el filme Velvet Goldmine, sobre el glam-rock. El cineasta Spike Lee est¨¢ combinando actualmente pornograf¨ªa, m¨²sica disco y crimen en su nuevo rodaje, Summer of Sam, una cr¨®nica del asesino en serie que se di¨® a conocer como Hijo de Sam y que aterroriz¨® Nueva York en 1977.
Babelia
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