Xenofobia
Viernes 21 de agosto de 1998, 19.20 horas. Calle de Los Madrazo, Madrid. Un polic¨ªa sale de la Brigada Provincial de Extranjer¨ªa empujando a un joven, de cuya nariz y boca sal¨ªan humores que no se pod¨ªa limpiar por estar esposado. Les siguen una se?orita y un se?or, que le pregunta: "?Qu¨¦ le pasa a ¨¦ste?". ?l responde en tono despectivo: "Un ¨¢rabe; dice que se ha tragado una cuchara, pero ya se pod¨ªa haber tragado la pata de Mahoma". Abre la puerta trasera del coche y, sin que el chico forcejee para huir, de un empuj¨®n le mete en el veh¨ªculo. Queda tan quieto en el asiento, que el polic¨ªa teme que le haya ocurrido algo; se acerca y le pregunta: "?Y qu¨¦ te pasa ahora". Acto seguido, al ver que trata de responderle, le ordena que se vaya al otro lado del asiento. Por estar esposado, le cuesta hacerlo; entonces, el agente empieza a darle patadas con la suela del zapato para desplazarle de donde ha ca¨ªdo, desoyendo los gritos de dolor del detenido. Cuando lo consigue, cierra la puerta. A continuaci¨®n, la se?orita vuelve a abrirla, dice al detenido que se pegue bien contra la de la derecha y se sienta a su lado. El conductor arranca.Dejo pasar un tiempo para tranquilizarme, pues lo que vaya a hacer ya no corre prisa. Vuelvo a entrar. El polic¨ªa que est¨¢ en la puerta es el mismo al que voy a denunciar. "Qu¨¦ desea?". "Vengo a ponerle una denuncia por maltrato a una persona esposada", le respondo. "?Y c¨®mo quer¨ªa usted que le metiera en el coche si no quer¨ªa entrar?", se justifica. Mejor no contestarle. Le pido el n¨²mero de su placa. Despu¨¦s de d¨¢rmelo, ¨¦l me exige la documentaci¨®n y all¨ª mismo, de pie, toma nota de mis datos en un papel cualquiera. Indignada y pregunt¨¢ndome a cu¨¢ntos seres humanos habr¨¢ vejado pisoteando su dignidad y sus derechos de forma tan cobarde ese racista uniformado, pongo la denuncia en el lugar adecuado e informo a sus lectores de lo sucedido.-
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