Raviolis
Sea cual sea la tragedia que a uno le aflija, llega un momento en que hay que tomar un caf¨¦ y un bocadillo de jam¨®n, o incluso un plato de raviolis, cosa que puede suceder en la cafeter¨ªa de cualquier tanatorio. El sabor de las l¨¢grimas y el gusto del jam¨®n se confunden en el paladar. El aroma del caf¨¦ y el dolor crean en la base del cerebro una peque?a nube placentera que es el principio de la amnesia. Si yo fuera profesor de psicolog¨ªa llevar¨ªa a mis alumnos a la cafeter¨ªa del tanatorio para impartir all¨ª algunas lecciones. Puesto que ese establecimiento no cierra en toda la noche algunos intelectuales calaveras, nunca mejor dicho, en los felices a?os ochenta acud¨ªan all¨ª de madrugada a beber la ¨²ltima copa de marrasquino. Del mismo modo que los poetas rom¨¢nticos saltaban las tapias del cementerio para recitar poemas sobre las tumbas a la luz de la luna. Yo ir¨ªa a la cafeter¨ªa del tanatorio a dar a mis alumnos una clase sobre el placer de los sentidos. Hab¨ªa all¨ª el otro d¨ªa una mujer madura que lloraba a l¨¢grima viva mientras devoraba con ah¨ªnco un plato de raviolis. Las personas que estaban de pie junto a la barra, aun teniendo los mismos motivos para una tristeza parecida, no dejaban de admirar la calidad de su llanto. Alguien le pregunt¨® a la mujer por qu¨¦ gem¨ªa de esa manera sin dejar de comer. ?Acaso su tragedia era especial? La mujer contest¨® que lloraba de remordimiento por el placer que le causaban los raviolis estando como estaba su marido tendido a pocos pasos de ella dentro de un f¨¦retro. Resulta que los raviolis tambi¨¦n eran el plato preferido del difunto. En la cafeter¨ªa del tanatorio mostrar¨ªa a mis alumnos la unidad que existe entre la culpa, la desolaci¨®n y el deleite en el fondo de los sentidos, expresada en un mismo rostro. Mientras com¨ªa los raviolis la mujer madura cont¨® que los ¨²ltimos a?os con aquel hombre hab¨ªan sido un infierno y lo odiaba, pero tanto odio no pod¨ªa ser m¨¢s que amor porque ahora lloraba pensando que su marido nunca gozar¨ªa del inmenso placer de ese plato de pasta.
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