El ni?o grande de Tot¨®

Dos c¨®micos dieron ayer un recital de s¨ª mismos: Tot¨® recibi¨® en su tumba la cuota de agradecimiento que le corresponde por haber existido, y Alberto Sordi trajo una pel¨ªcula escrita, dirigida e interpretada por ¨¦l, Encuentros prohibidos. No importa que no desbanque a De Sica y Rossellini. Importa que est¨¢ aqu¨ª. Tot¨® y Sordi son dos sombras anchas y ver¨ªdicas. La del gran garabato del peque?o Tot¨® recibi¨® aqu¨ª, demasiado a destiempo, aunque para nada la necesita, la sanci¨®n protocolaria que no concedieron a este genial c¨®mico en vida. Y Sordi, heredero indiscutible de aquel genio, el Albertone nacional, ha alargado ya su genio c¨®mico a propiedad del mundo.Sordi tiene pinta de Papa civil algo coqueto, pues se ti?e los rizos. Seg¨²n anda abre su sonrisa de ballena ir¨®nica, mientras mantiene abiertos sus ojos de mast¨ªn trist¨®n con destellos de una mala uva que, cuando los p¨¢rpados se le caen, parece fraternal. A medida que se mueve, le asaltan admiradores que quieren rozarle. Y ¨¦l parece resignado y se convierte en un encajador paciente del fardo de ser un monarca reverenciado por la memoria sentimental de los millones de incr¨¦dulos de los que es un espejo viviente, en el que todos reconocen una imagen amistosa e irresistiblemente divertida de s¨ª mismos y su tiempo.

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