Esc¨¢ndalo en la Melonera
Un Raphael escaso de fuerzas entretiene el arranque de las fiestas de Arganzuela
"No es ¨¦l, es un imitador", comentaba un joven muy seguro de s¨ª mismo pero muy mal informado de qui¨¦n actuaba anoche en el escenario central del parque de la Arganzuela. Rafael Martos, de Linares, nada m¨¢s y nada menos que el gran Raphael, era el que arrancaba ayer las fiestas de La Melonera, la verbena popular de ese distrito castizo de Madrid. El gran Raphael, el de los aspavientos, el que se ha recorrido el mundo entero con su arte, el que ha interpretado canciones prendidas a fuego en varias generaciones, el un mill¨®n de veces imitado. S¨ª, Raphael en La Melonera, gratis y rodeado de bombillitas verbeneras, olor a fritanga y churros con chocolate. Casi 40 a?os de historia desde aquel primer premio en Benidorm, a principios de los sesenta. Y el barrio de la Arganzuela at¨®nito mir¨¢ndole.Parece sacado del t¨²nel del tiempo. "?Se te?ir¨¢ el pelo?", se preguntaba desconfiada una mujer madura de su generaci¨®n. Y es que por Raphael no pasan los a?os. ?Peter Pan? ?Pacto con el diablo? Bueno, hay un asunto crucial en el que s¨ª se le notan los a?os. Ayer, al menos, en la Arganzuela anduvo escasito de voz. Claro que el que tuvo... Y Raphael tuvo mucha. Sigue igual, con su eterno traje negro, su camiseta negra cerrada y sin corbata, todav¨ªa delgado y, sobre todo, tan encantado de haberse conocido como siempre.
Una traca de fuegos artificiales y el alcalde, Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, mirando de reojo, iniciaron las fiestas y la actuaci¨®n del de Martos. Las diez en punto de la noche. Las lucecitas de colores verbeneras colocadas frente al escenario apagadas, por si en Raphael se encarnaba otra vez uno de sus primeros apodos populares: El Robabombillas.
Hace a?os que dej¨® de ser s¨®lo una mano que gira en el aire, su ¨²nico movimiento al comienzo de su carrera. Su repertorio de gestos es sobradamente conocido. En la tele sale mucho. Arganzuela aplaud¨ªa anoche sus desfiles en c¨ªrculo sobre el escenario, sus paradas en seco y esa enorme cara de autocomplacencia con la sonrisita que ning¨²n imitador -a pesar de que los tiene a millones- ha logrado conseguir nunca.
El repertorio, mayormente el de los a?os sesenta: Mi gran noche, Digan lo que digan, Los amantes, La noche, Desde aquel d¨ªa, Estuve enamorado... No habla con el p¨²blico Raphael, hay que administrar la voz. A cambio es generoso en amaneramientos y sonrisas. Los ni?os correteaban por el parque de la Arganzuela ajenos a tanta historia sobre el escenario, las amas de casa mayores perdon¨¢ndole la flaqueza de su voz. Y ¨¦l, comport¨¢ndose tal cual es. Esc¨¢ndalo y Yo soy aqu¨¦l, le sirvieron para volver a entrar y salir del escenario. El gran Raphael.
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