Seis a?os y un d¨ªa
La mejor demostraci¨®n de que Clemente hab¨ªa agotado su ciclo fue el propio acto final. Desde hace demasiado tiempo, Clemente parec¨ªa estar m¨¢s pendiente del mundo exterior que de las circunstancias propias de su trabajo. Desde hace demasiado tiempo, Clemente hablaba m¨¢s de otras cosas que de f¨²tbol. El acto final. Clemente no decici¨® marcharse ayer, improvisadamente, horas despu¨¦s de haber estado sosteniendo que no exist¨ªan argumentos para su dimisi¨®n. Lo hab¨ªa decidido hace algunos d¨ªas, decisi¨®n que conoc¨ªa antes que nadie su amigo ?ngel Mar¨ªa Villar. Por eso Villar tranquiliz¨® al Gobierno a principios de semana y dej¨® claro que la salida de Clemente era cuesti¨®n de poco tiempo. Faltaba elegir el d¨ªa y la hora. Y qu¨¦ mejor momento que en plena competencia con la noticia de la entrada en la c¨¢rcel de Vera y Barrionuevo. Qu¨¦ mejor iron¨ªa que la de poner en competencia una noticia con la otra. Qu¨¦ mejor forma de buscar una ubicaci¨®n en segundo plano o de apuntarse a una jornada informativamente caliente. Clemente dejaba la selecci¨®n seis a?os y un d¨ªa despu¨¦s de su primer partido como t¨¦cnico del equipo nacional. Seis a?os y un d¨ªa.Esa brusca transformaci¨®n de personaje pol¨¦mico a personaje impopular est¨¢ directamente relacionada con el agotamiento de su proyecto deportivo. Aunque a ¨¦l le cueste reconocerlo. Por eso, casi no hablaba de f¨²tbol. Hay quien ha afirmado en estos d¨ªas que, posiblemente, Clemente no comprend¨ªa todav¨ªa las verdaderas razones del fracaso de la selecci¨®n en el Mundial y, afectado de tal perplejidad, fall¨® soberanamente en la preparaci¨®n y dise?o del partido ante Chipre. Otros prefieren creer que Clemente era plenamente consciente de la proximidad del fracaso (una explosiva mezcla de jugadores pasados de forma y jugadores faltos de forma por falta de partidos, pero titulares al fin y al cabo en la selecci¨®n porque Clemente les garantizaba el puesto) y trat¨® de desviar la atenci¨®n ofreci¨¦ndose como v¨ªctima, pero perdi¨® el control de la situaci¨®n y corri¨® desbocado por una pendiente cuyo ¨²nico l¨ªmite era el de su despedida. Tambi¨¦n es cierto que ni ¨¦l ni sus jugadores supieron estar a la altura de las expectativas que se hab¨ªan levantado en torno a la selecci¨®n. Posiblemente, porque Clemente no tiene experiencia en equipos grandes (y la selecci¨®n lo parec¨ªa en esos momentos) y, posiblemente tambi¨¦n, porque los mejores jugadores espa?oles est¨¢n acostumbrados a ejercer de subalternos de lujo en sus equipos. Se habla mucho de Clemente y poco de los jugadores. ?De qu¨¦ jugadores hablamos? De profesionales que viven la c¨®moda experiencia de no ser responsables de sus actos: en sus equipos porque son los extranjeros los que est¨¢n obligados a marcar la diferencia (siete de los 11 jugadores del Madrid que ganaron la Copa de Europa eran extranjeros, un porcentaje que tiende a olvidarse f¨¢cilmente); en la selecci¨®n, porque es Clemente el saco de los golpes. Adem¨¢s, est¨¢n las viejas leyes del f¨²tbol espa?ol: el t¨¦cnico se va y ellos siguen, ellos nunca responden a las grandes preguntas, ellos obedecen, cumplen ¨®rdenes, no importa la demarcaci¨®n en la que les coloquen, no importa el sistema de juego. Valen para cualquier entrenador. ?Por qu¨¦? Porque son mejores gregarios que estrellas. Es comprensible el agradecimiento que le profesan a quien les garantizaba trabajo. Pero no lo duden: olvidar¨¢n pronto. Est¨¢n acostumbrados a ello.
Se fue, al f¨ªn, Clemente. El tiempo borrar¨¢ el griter¨ªo de estos ¨²ltimos d¨ªas. Quedar¨¢ su estad¨ªstica, su famosa estad¨ªstica. Y ah¨ª no habr¨¢ gran novedad. Con Clemente no ganamos nada. Como con tantos otros desde 1964. Pero tampoco nos enga?emos: quiz¨¢s no perdimos nada. Nuestro f¨²tbol no tiene identidad en el campo, pero s¨ª en el mercado. De ser algo, hemos sido, y lo seguimos siendo, buenos fenicios. Compramos y vendemos. As¨ª que, ahora, nos basta con quitar a Clemente del escaparate.
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