Depresiones
Yo nunca he fracasado. Javier Clemente sell¨® el momento pat¨¦tico de su despedida con esta frase rotunda y descarnada. Dos no fracasan si uno no quiere, y el empecinamiento de este mandar¨ªn deja el fracaso para el resto del mundo, para los periodistas canallas, para los aficionados, para los pol¨ªticos, para los equipos contrarios que en una decisi¨®n de clara injusticia hist¨®rica quisieron tambi¨¦n ganar. Clemente no fracasa nunca. Y lo afirma con una sonrisa soberbia y acorralada, en uno de los d¨ªas de mayor fracaso nacional. El d¨ªa m¨¢s triste de la historia reciente de Espa?a, porque la piel est¨¢ llena de cicatrices tristes, hemos le¨ªdo ya todos los libros, y ni siquiera podemos, con Neruda, escribir los versos m¨¢s tristes esta noche. Ahora que los ciclistas de la Vuelta a Espa?a han pasado por Andaluc¨ªa, pienso en las intimidades del control antidoping. Si le hiciesen un an¨¢lisis a nuestro pa¨ªs, si llegara el practicante de la prudencia y la legitimidad con su botiqu¨ªn para estudiar una breve muestra de humores internos, el espect¨¢culo iba a ser lamentable: leves indicios de pol¨ªtica y una sobredosis de ciego oportunismo partidista. La depresi¨®n es tambi¨¦n una serpiente multicolor que corre vertiginosa y fragmentaria por las carreteras nacionales. En las ant¨ªpodas de Javier Clemente, yo llevo toda la semana fracasando, agobiado por el agua viscosa y septembrina de la depresi¨®n. Me deprime que haya gente loca de alegr¨ªa porque alguien entre en la c¨¢rcel, confundiendo las enfermedades y los males necesarios con una especie de gran premio en la loter¨ªa de la venganza. Me deprime que un partido hist¨®rico e imprescindible sea capaz de perder la cabeza, hasta el punto de convertir la ley en un infierno y el Estado de Derecho en un enemigo p¨²blico. Me deprime la demagogia, los autobuses populares que confunden el socialismo con los privilegios de un poderoso ante la justicia. Y me deprime el partidismo generalizado de las conciencias. Ahora se habla de la politizaci¨®n de la justicia. No me parece mal. La pol¨ªtica es uno de los ¨¢mbitos m¨¢s dignos del ser humano, due?o de s¨ª mismo y dispuesto a buscar una felicidad p¨²blica leg¨ªtima. El Estado de derecho es una creaci¨®n pol¨ªtica, la Constituci¨®n es pol¨ªtica (y por eso se puede cambiar), la libertad de prensa es pol¨ªtica. Los ciudadanos inventaron la pol¨ªtica para defenderse de la barbarie y la sinraz¨®n. Otra cosa muy distinta es el oportunismo partidista. Y me temo que los controles antidoping de la naci¨®n no hablar¨ªan de pol¨ªtica, sino de partidismo. Partidismo por encima de las conciencias, por encima de la libertad de opini¨®n, por encima de la ley y la pol¨ªtica. No s¨®lo la justicia est¨¢ contagiada de partidismo antipol¨ªtico. ?Y los ciudadanos? ?Y los medios de comunicaci¨®n? ?Y los columnistas? Algunos juristas prefieren cerrar los ojos ante grav¨ªsimos atentados contra los derechos humanos para no tener que violentar su voluntariosa disciplina partidista. Dicen que no ven pruebas, y dicen la verdad. Tampoco los obispos feudales pod¨ªan ver, por mucho que se empe?ase Galileo, c¨®mo se mueve la tierra alrededor del sol. El partidismo inutiliza los ojos que abri¨® la pol¨ªtica.
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