Solidaridad
Colmenar de Oreja se ha manifestado solidario con Sud¨¢n. Acaba de celebrar sus fiestas patronales y las ha declarado solidarias con Sud¨¢n. Una solidaridad que no es s¨®lo ret¨®rica, pues arbitr¨® f¨®rmulas para recaudar fondos que se dedicar¨¢n a paliar el hambre en Sud¨¢n.La iniciativa de Colmenar de Oreja es digna de elogio y quiz¨¢ cabr¨ªa desear que cunda el ejemplo, pero uno no est¨¢ seguro de que eso sea bueno.
El hambre de los pueblos del Tercer Mundo no se resuelve con la caridad ni han de ser los ciudadanos de los pa¨ªses desarrollados quienes hayan de sacarlos de la miseria. Aparte de que ser¨ªa vana pretensi¨®n. Con frecuencia llegan im¨¢genes atroces del Tercer Mundo; gente fam¨¦lica, ni?os que son una pura llaga, campos yermos, y los ciudadanos de esta parte del mundo se sienten avergonzados del abismo que media entre su bienestar y ese infierno.
Vienen entonces los movimientos humanitarios, las campa?as de solidaridad, las colectas en favor de aquellos desgraciados. Y la verdad es que sirve de poco. Por mucho que se recaude, a lo mejor se consigue que coman unos cuantos d¨ªas varios cientos de muchachos en alg¨²n enclave inconcreto de un pa¨ªs que no ofrece ninguna garant¨ªa de que la ayuda va a llegar donde de verdad se necesita. Y no es s¨®lo un pa¨ªs el que se encuentra en la miseria; no son cientos sino millones los infortunados que carecen de todo.
A¨²n no har¨¢ ni dos a?os nos llegaron noticias del gran ¨¦xodo que se estaba produciendo en Zaire; de las persecuciones y las matanzas; del hambre que azotaba el pa¨ªs. Hubo entonces un clamor de solidaridad, se organizaron campa?as y la cat¨¢strofe de Zaire centr¨® la inquietud de los ciudadanos.
Dur¨® una semana. Una semana despu¨¦s, otras cuestiones reclamaban la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica. Pero la situaci¨®n de Zaire segu¨ªa igual de sangrante. Para los zaire?os no hab¨ªa esperanza y el tiempo les ha dado la raz¨®n. Contin¨²a la miseria azotando aquel pueblo desamparado.
Entr¨® entonces en el escenario de la actualidad el presidente de la Rep¨²blica de Zaire, Mobutu Sese Seko. Y se supo que pose¨ªa una fortuna fabulosa; que mientras su pueblo se debat¨ªa en la miseria, disfrutaba de cuantiosas rentas y lujosas villas en diversas partes del mundo.
No caus¨® ninguna sorpresa, pues suele ocurrir. Estos desalmados son muchas veces creaci¨®n del gran capital, pieza clave de las multinacionales que entran en los pa¨ªses subdesarrollados para llevarse sus riquezas. All¨ª donde hay productos que convienen a sus fines, ponen en marcha una estrategia que consiste en apoyar a un dictador que azuce los odios tribales, armarlo para que s¨®lo subsistan los leales, compensarle la ayuda y ya con el campo expedito, esquilmar el territorio mientras el pueblo se mata y se muere de hambre.
Desde las colonizaciones, buena parte de los pueblos que hoy padecen miseria sufri¨® el mismo proceso. ?ste Zaire es aquel Congo que sumi¨® en la esclavitud y convirti¨® en negocio particular la realeza belga. El legendario Stanley, que explor¨® inmensos territorios de ?frica, tambi¨¦n fue comisario de aquellos intereses bastardos. La ruina de Sud¨¢n pasa por el condominio de Inglaterra y Francia. Esos jeques ¨¢rabes que meten cada d¨ªa en sus arcas millones de d¨®lares, en realidad est¨¢n cobrando de las compa?¨ªas a quienes cedieron la extracci¨®n de petr¨®leo contra viento y marea. Los recursos de algunos pa¨ªses latinoamericanos se los llevan las multinacionales, que son quienes de verdad mandan all¨ª... Y ya puestos a apropiarse de cuanto exista, el capital inversor no se para en los bienes materiales, sino que abarca a los seres humanos tambi¨¦n. Y ha ideado el turismo sexual, que produce ping¨¹es beneficios, sin importarle las nefastas consecuencias que acarrea. La extensi¨®n del sida en Tailandia o en Uganda -donde adquiri¨® caracteres de epidemia- no es ajena a ese comercio criminal. Son los Gobiernos, frecuentemente c¨®mplices de semejantes desmanes, quienes est¨¢n obligados a acabar con estas injusticias. Y la solidaridad de los ciudadanos deber¨ªa de empezar por ah¨ª: pidiendo cuentas a los pol¨ªticos; exigi¨¦ndoles que asuman sus responsabilidades.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Tercer mundo
- Opini¨®n
- Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo
- Hambre
- Colmenar de Oreja
- Ayuntamientos
- Ayuda humanitaria
- Sud¨¢n
- Administraci¨®n local
- Cooperaci¨®n y desarrollo
- Geopol¨ªtica
- Provincia Madrid
- Fiestas
- Comunidad de Madrid
- Relaciones exteriores
- Espa?a
- Problemas sociales
- Administraci¨®n p¨²blica
- Pol¨ªtica
- Sociedad
- Crisis humanitaria
- Cat¨¢strofes
- Desastres
- Sucesos