Kafka como documento
Nueva, y de nuevo fort¨ªsima, bofetada de realismo procedente del cine de Ir¨¢n, que no deja de cosechar asombros por donde pasa. Ya tiene el cine iran¨ª casi todos los grandes premios del cine mundial y no ser¨ªa raro que la vitrina aumentase con este Don, de Abolfazi Jalili, aqu¨ª, en San Sebastian 98.Y de nuevo otro documento trasladado a la gasa de una ficci¨®n imperceptible. Un muchacho de doce a?os, hijo de un pe¨®n drogadicto, no encuentra manera de existir legalmente: su padre ha olvidado hacer los tr¨¢mites de su carnet de identidad antes de ingresar en la c¨¢rcel y el ni?o no encuentra forma de ganarse la vida. Carece de identidad, no existe.
La odisea del chiquillo es infernal. Atrapado por la inexistencia legal, no hay trabajo para ¨¦l, no hay escuela para ¨¦l, no hay sanidad para ¨¦l. Peregrina de calle en calle, de comisar¨ªa en comisar¨ªa, de oficina en oficina. Todo in¨²til, no existe. Carece de papeles identificadores, luego carece de identidad. El silogismo burocr¨¢tico tiene la contundencia y la precisi¨®n de la l¨®gica kafkiana, s¨®lo que no hay en ¨¦l abstracci¨®n o metaf¨ªsica o alegor¨ªa alguna: el chico es ver¨ªdico y su caso bestial, desesperadamente real.
La captura de esta realidad por la c¨¢mara-bistur¨ª de Jalili tiene altura de cirug¨ªa pol¨ªtica altamente sofisticada, un caso de pura matem¨¢tica visual. Y una vez m¨¢s el cine iran¨ª se manifiesta como un insobornable foco de resistencia del arte en cuanto mecanismo de conquista de libertad, contra la presi¨®n de una dictadura teologal fr¨ªa, g¨¦lida, encerrada en una terca apisonadora de irracionalidad legislada.
Estamos ante un debate jur¨ªdico estrictamente kafkiano, pero no extra¨ªdo de un libro de ficciones, sino de experiencias vivas de las calles de los arrabales m¨ªseros de Teher¨¢n. Se ve y no se cree tanta y tan precisa verdad. Terrible e inolvidable.
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