El cine latinoamericano, uno de los platos fuertes de la programaci¨®n donostiarra
La industria se consolida a pesar de la legislaci¨®n proteccionista que afecta a filmes de ¨¦xito
Desde hace varios a?os, la apuesta de los organizadores del festival por el conocimiento del cine latinoamericano ha ido sembrando de buenos t¨ªtulos las secciones estables del certamen. Esta edici¨®n, no obstante, parece sobre el papel excepcionalmente cuantiosa: hasta cuatro pel¨ªculas del continente compiten en la secci¨®n oficial, mientras otras tres, la brasile?a Central do Brasil, de Walter Salles, Oso de Oro en Berl¨ªn; la mexicana El evangelio de las maravillas, de Arturo Ripstein, y la colombiana La vendedora de rosas, de V¨ªctor Gaviria, se exhiben, fuera de concurso, en Zabaltegi.
Por segundo a?o consecutivo, el festival edita adem¨¢s un libro de referencia, Made in Spanish 98, coordinado por Teresa Toledo, gu¨ªa imprescindible para entender el estado actual de la industria cinematogr¨¢fica de los pa¨ªses americanos y de Espa?a.A tenor de los datos que el anuario facilita, la producci¨®n de cine en Latinoam¨¦rica se ha mantenido estable en el ¨²ltimo a?o y medio, con cuadros moderadamente favorables, como los de M¨¦xico o Brasil, que parece recuperarse de los desastrosos vaivenes neoliberales que dieron al traste con su producci¨®n, a comienzos de la d¨¦cada -s¨®lo en 1998 se han exhibido m¨¢s t¨ªtulos brasile?os, 31, que en todo el lustro 1991-1995- y con otros dudosos o preocupantes, como el caso argentino.
Este ¨²ltimo resulta particularmente parad¨®jico: hasta seis pel¨ªculas de producci¨®n aut¨®ctona se incluyen en la secci¨®n Made in Spanish, mientras otras dos, El viento se llev¨® lo qu¨¦, de Alejandro Agresti, a¨²n no proyectada, y la fallida coproducci¨®n Frontera Sur, dirigida por el espa?ol Gerardo Herrero pero rodada ¨ªntegramente en Buenos Aires, compiten en la oficial.
Cine de autor
La amplitud de la oferta gen¨¦rica argentina es notable e incluye desde el documental (Tinta roja, de Marcelo C¨¦spedes y Carmen Guarini, un reportaje filmado en la redacci¨®n del diario sensacionalista bonaerense Cr¨®nica) hasta la ciencia-ficci¨®n le¨ªda en clave contempor¨¢nea (La son¨¢mbula, de Fernando Spiner, ambientada en la capital argentina en el a?o 2010), pasando por el imprescindible cine de autor. Tal amplitud, unida a los buenos est¨¢ndares de calidad que exhiben los filmes vistos hasta ahora, parece hablar de la consolidaci¨®n de una industria que, como todas las del continente -como todas las del mundo, en realidad-, tiene que hacer frente a los brutales vaivenes de un mercado virtualmente cautivo de las multinacionales estadounidenses, que apenas dejan lugar para los productos aut¨®ctonos.Y sin embargo, los problemas imprevistos que afronta la legislaci¨®n proteccionista de 1994, curiosamente afectada por el ¨¦xito masivo de s¨®lo cinco pel¨ªculas -entre ellas, Mart¨ªn (Hache), de Adolfo Aristar¨¢in, vista aqu¨ª en 1997 y estrenada comercialmente, y con buen ¨¦xito, en Espa?a- que han generado cuantiosos subsidios autom¨¢ticos por recaudaci¨®n en taquilla, han provocado en los seis ¨²ltimos meses una fuerte ca¨ªda de las ayudas estatales y, por ende, un colapso casi total de la producci¨®n: el cine argentino ha sido mortalmente herido justamente por el ¨¦xito que obtiene entre sus propios espectadores. Una ca¨ªda que no presagia precisamente tiempos ¨¢ureos para el cine del pa¨ªs rioplatense, junto con el brasile?o el m¨¢s activo del continente, con 24 t¨ªtulos computados s¨®lo en 1998 -entre los cuales uno, El faro del sur de Eduardo Mignogna, tambi¨¦n coproducido con Espa?a, se ha estrenado entre nosotros-. De esta forma, y a pesar de la abundancia de t¨ªtulos, tal vez la edici¨®n donostiarra de 1998 constituya un espejismo respecto de la pujanza real y las expectativas de futuro del cine producido en algunos de los pa¨ªses del continente.
Y eso a pesar del deseo impl¨ªcito de ocupar espacios exteriores a que apunta la amplitud tem¨¢tica que presenta la selecci¨®n de t¨ªtulos, desde la peripecia homosexual de No se lo digas a nadie, de Francisco Lombardi, oportuna adaptaci¨®n del best-seller de Jaime Bayly, hasta la cr¨®nica de sucesos protagonizada por actores no profesionales, rodada con mano magistral y muy pocos recursos, de Pizza, birra, faso, de los argentinos Bruno Stagnaro y Adri¨¢n Caetano, una pel¨ªcula de culto entre los j¨®venes cin¨¦filos rioplatenses, o la puesta de largo de un cineasta a seguir, el mexicano Carlos Carrera, autor hace unos a?os de una ¨®pera prima madura y socarrona, La mujer de Benjam¨ªn, y que compite hoy mismo en la oficial con su segundo largometraje, El embrujo.
Y tambi¨¦n ayer, para acabar, el cine realizado en Latinoam¨¦rica tuvo una especial ocasi¨®n de lucimiento de la mano del aragon¨¦s Carlos Saura. Coproducci¨®n hispanoargentina rodada en Buenos Aires con abundante participaci¨®n aut¨®ctona (el m¨²sico Lalo Schifrin, el elenco art¨ªstico casi ¨ªntegro, as¨ª como escen¨®grafos, m¨²sicos y core¨®grafos), Tango es no s¨®lo una brillante y espectacular revisitaci¨®n de uno de los grandes filones del musical cl¨¢sico, el filme entre bambalinas cuya trama muestra las vicisitudes del montaje de un musical esc¨¦nico, sino tambi¨¦n un rendido homenaje a un siglo de m¨²sica e historia argentinas.
Alg¨²n purista podr¨¢ hablar de traici¨®n a la tradici¨®n; pero lo que Saura y sus colaboradores (con el operador Vittorio Storaro al frente) hacen no es otra cosa que una majestuosa puesta al d¨ªa del tango.
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