El fin del terrorismo se encuentra m¨¢s cerca
Considera el autor que la tregua de ETA no resuelve el "conflicto" vasco, pero quita el principal obst¨¢culo para su abordaje
Recurrir a la esperanza como opci¨®n frente a la larga tregua declarada por ETA, de entrada, parece una actitud positiva y saludable; m¨¢s a¨²n si ¨¦sta conf¨ªa en ver el fin de los asesinatos, los secuestros, de la extorsi¨®n y, en definitiva, de la barbarie. Con todo, lo esencial consiste en conseguir la paz: si la esperanza depositada en el cese temporal de la lucha armada es una ilusi¨®n ¨®ptica en vez de un prop¨®sito real, le problema se puede convertir en un conflicto sin soluci¨®n y cuyas consecuencias desagradables dar¨ªan lugar, posiblemente, a un enfrentamiento civil, visto que las posiciones de los partidos han quedado muy definidas: un bloque nacionalista y otro estatalista. Los nacionalistas vascos junto con Izquierda Unida y los sindicatos ELA y LAB han optado con el Acuerdo de Lizarra porque la soluci¨®n de la violencia pase por una salida negociada. Por contra, el PP y el PSOE siguen apostando por continuar con la estrategia actual, cuyo fundamento principal se basa en el Pacto de Ajuria Enea, cuyo instrumento clave son las instituciones democr¨¢ticas. Pero incluso en el Pacto se contempla el di¨¢logo con ETA bajo ciertos requisitos. Se ve, por tanto, que existe inter¨¦s en acabar con el terrorismo, aunque la forma de hacerlo requiere mucha prudencia y, sobre todo, consenso. La dificultad radica en c¨®mo establecer un marco negociador sobre criterios "escrupulosamente democr¨¢ticos", si bien es cierto que hay uno b¨¢sico y determinante: el abandono de la violencia por parte de ETA. Luego la tregua, tras muchos a?os de actividad terrorista, presume la posibilidad de que nos encontremos ante el fin de la violencia. Eso s¨ª, con muchas reservas. ?C¨®mo reaccionar¨ªa ETA si no se llevan a la pr¨¢ctica los enunciados del Acuerdo de Estella? Habr¨¢ que ver c¨®mo se desarrollan los acontecimientos, ya que las discrepancias principales quedan sujetas a la reforma de la Constituci¨®n, a la autodeterminaci¨®n, la incorporaci¨®n de Navarra a Euskadi o el acercamiento de los presos; esto es, a fundamentos dif¨ªciles de modificar. Sea como fuere, en cuanto al acercamiento de los presos, quiz¨¢ el Gobierno deber¨ªa adoptar ya alg¨²n tipo de medida que favoreciese el aproximamiento. En primer lugar, como respuesta al cese de la violencia etarra y, en segundo lugar, porque favorecer¨ªa sustancialmente un clima m¨¢s distendido a la hora de buscar un acuerdo consensuado. Asimismo, habr¨¢ quien piense que esta deferencia hacia los presos de ETA se sustenta en el chantaje de los terroristas. Empero, si somos realistas y objetivos, el traslado de ¨¦stos a c¨¢rceles pr¨®ximas al Pa¨ªs Vasco supone el elemento precursor de la normalidad pol¨ªtica y el fin del tiro en la nuca. Con respecto a Navarra, cabe destacar que los navarros desoyen el llamamiento nacionalista de integrarse en Euskadi: los abertzales s¨®lo obtienen un veinte por ciento de los votos en esa comunidad, como muestra la configuraci¨®n del Parlamento Foral. Por lo tanto, Navarra no debe de ser un escollo en una supuesta negociaci¨®n. Ahora bien, si fuese necesario un refer¨¦ndum para dictaminar cu¨¢l es la voluntad de los navarros, adelante: la Constituci¨®n recoge esta posibilidad. Que nadie se asuste por ser escrupulosamente democr¨¢tico. Dicho de otra manera, es verdad que los vascos y los navarros comparten muchos aspectos culturales (lengua, folclore, costumbres, gastronom¨ªa, etc.). Pero, a partir de ah¨ª, tendr¨¢n que ser los navarros quienes decidan si quieren entrar en un ¨¢mbito institucional com¨²n. Otro de los aspectos discordantes, la reforma de la Constituci¨®n, tiene una gran importancia, puesto que se trata de modificar nada menos que las reglas fundamentales del juego pol¨ªtico o, si se quiere, de alterar los t¨¦rminos en que estaba formulado el pacto entre los diversos sectores pol¨ªticos. En cualquier caso, se observa que los partidos no ven la reforma de la Constituci¨®n como un obst¨¢culo insalvable en el caso de que se produjera el cese definitivo de la violencia. Esto demuestra un alto grado de madurez por parte de los principales dirigentes pol¨ªticos que han valorado la reforma constituacional como un hecho viable sin la amenaza de las armas. Llegados a este punto, quedar¨ªa por solventar la controversia en cuanto al derecho de autodeterminaci¨®n; es decir, si pueden o no decidir los vascos su futuro pol¨ªtico al margen del Estado. Y es aqu¨ª donde se encuentra la dificultad principal: ?a qui¨¦nes hay que considerar vascos y c¨®mo se determina su voluntad? En principio, y desde un punto de vista subjetivo, la ¨²ltima palabra pertenece a los miembros de la comunidad afectada, cuya ¨¢rea de extensi¨®n abarca lo que se entiende por "naci¨®n cultural" o realidad prepol¨ªtica: grupo ¨¦tnico caracterizado por la idea de pertenencia a un pueblo. Si por el contrario, la estimaci¨®n se lleva a cabo desde una l¨®gica real, el Pa¨ªs Vasco est¨¢ reconocido internacionalmente como una regi¨®n m¨¢s del Estado espa?ol, por lo que el derecho de autodeterminaci¨®n quedar¨ªa condicionado por la decisi¨®n del Estado en su conjunto; en cuyo caso las aspiraciones de los vascos depender¨ªan de deseos ajenos a los de dicha comunidad cultural. Pese a las adversidades existentes, ha llegado la hora de enfrentarse al "conflicto" de forma decidida: primero, exigiendo a ETA que abandone definitivamente la lucha armada -declarar una tregua indefinida es un paso notable, pero s¨®lo un paso-, y segundo, utilizando la cordura as¨ª como los mecanismos necesarios para conseguir la paz. Entre aqu¨¦llos, el di¨¢logo y la negociaci¨®n, junto con la buenas instituciones democr¨¢ticas, aparecen como los ¨²nicos capaces de llevar a buen t¨¦rmino este proceso que acaba de nacer. A lo mejor cuesta mucho tiempo; posiblemente, muchos consideramos que los nacionalistas vascos se equivocan en su aspiraci¨®n de construir un nuevo Estado; y seguramente las v¨ªctimas de la violencia tendr¨¢n dificultades para vomitar todo el odio acumulado. Pero, en realidad, la paz vale demasiado como para desperdiciar esta oportunidad llena de esperanza.
Juan Jos¨¦ Dom¨ªnguez P¨¦rez es analista pol¨ªtico.
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