Retrato de la ausencia
Mario Benedetti vio llegar a su pueblo uruguayo la dictadura brutal y describi¨® la impresi¨®n con horror y poes¨ªa, y luego, cuando ya el tiempo y los pueblos desalojaron del poder a aquellos b¨¢rbaros, invent¨® la ¨²ltima palabra del exilio, el desexilio, el dif¨ªcil retorno de los expulsados. En esa palabra encerr¨® un mundo en el que cab¨ªan todos los que pudieron volver y tambi¨¦n los que se quedaron sin vida, sin casa, sin caminos, en la vieja, recurrente trayectoria de la melancol¨ªa y de la muerte. Muchos poetas han cantado esa ausencia. Para desgracia de la vida siempre ser¨¢ necesario que sigan atentos a la ignominia. Las dictaduras no son cosas del pasado: las hemos vivido, est¨¢n ah¨ª, son nuestra peor tradici¨®n, y vuelven, tantas veces vuelven, como la basura del mar.En el muelle de Santa Cruz de Tenerife, en 1936, siempre se dijo que un poeta, Domingo L¨®pez Torres, fue arrojado en un saco con piedras para que ni ¨¦l ni otros perturbaran con su presencia el rumor de las pistolas del fascismo que de pronto fue aceite hirviendo sobre una tierra que reclamaba para s¨ª la tradici¨®n de la libertad. Le¨®n Felipe se fue con la canci¨®n y le dej¨® a Franco la pistola; el poeta se qued¨® con la esencia antigua de la tierra, pero el sapo iscariote y ladr¨®n mand¨® sobre este pa¨ªs de poetas y llen¨® de sudor fr¨ªo la nuca ciudadana, hizo de una tierra de canciones un p¨¢ramo de murmullos, y mand¨® matar mientras tomaba caf¨¦ por la ma?ana.
Los dictadores argentinos secuestraban ni?os y acababan con la vida de sus padres y hoy hay un escritor, entre tantos otros, el poeta Juan Gelman, que busca a su nieto o a su nieta en alg¨²n lugar de su desesperaci¨®n, y la melancol¨ªa sin techo que vive es un retrato radical de la ausencia que provocan las dictaduras sobre los que siempre fueron, ser¨¢n inocentes. Lo hemos visto, lo hemos visto todos, y se parece en su esencia a aquella frase de Lewis Carroll que cita Guillermo Cabrera Infante al principio de Tres tristes tigres: la luz de una vela cuando est¨¢ apagada. Y hay una vela, la que pint¨® el espa?ol Luis Fern¨¢ndez en un cuadro m¨ªnimo, y que parece reproducir esa aspiraci¨®n del autor de Alicia: si se apaga la habitaci¨®n, esa vela de pintura seguir¨¢ viva, y dando luz. Dando luz la ausencia.
Lucho Poirot, el gran fot¨®grafo chileno, retrat¨® hace veinticinto a?os a Pablo Neruda caminando encorvado y solitario, y¨¦ndose sobre el paisaje arenoso de Isla Negra. Ya hab¨ªa ca¨ªdo sobre Chile la dictadura de Pinochet, y aunque al poeta le hab¨ªa dado un lustro de esperanza la destrucci¨®n que vio -su pa¨ªs fue saqueado, y su casa tambi¨¦n- le sumi¨® en la m¨¢s completa melancol¨ªa, y su esp¨ªritu de lucha -eso lo escribi¨® Matilde Urrutia, su viuda- fue vencido por la muerte, pues eso significa sin m¨¢s la dictadura. Hoy que pensamos en esa ausencia de Neruda, un cuarto de siglo despu¨¦s de su muerte, vemos en esa imagen de Poirot y en unos versos del poeta ese retrato de la ausencia que dibuja la ignorancia sobre el paisaje de los hombres. El retrato est¨¢ ah¨ª, y estos son los versos memorables de la ausencia para Neruda, que no fueron escritos entonces, sino en 1958: "Otra vez, otra mil vez retorno/ al Sur y voy viajando/ la larga l¨ªnea dura,/ la interminable patria custodiada/ por la estatua infinita de la nieve,/ hacia el hura?o Sur donde hace a?os/ me esperaban las manos y la miel./ Y, ahora,/ nadie en los pueblos de madera. Bajo/ la lluvia tan tenaz como la hiedra / no hay ojos para m¨ª ni aquella boca,/ aquella boca en que naci¨® mi sangre. / Ya no hay m¨¢s techo, mesa, copa, muros, / para m¨ª en la que fue mi geograf¨ªa, / y eso se llama irse, / no es un viaje. / Irse es volver cuando s¨®lo la lluvia, / s¨®lo la lluvia espera./ Y ya no hay puerta, ya no hay pan. / No hay nadie".
Babelia
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