Borrell: "El giro al centro de Aznar es un eslogan de m¨¢rketing pol¨ªtico"
La situaci¨®n de Jos¨¦ Borrell tiene algunas coincidencias con la de Pasqual Maragall. Los dos son candidatos sin ocupar la secretar¨ªa general del partido. Ambos necesitan conservar los votos recibidos y pescar en caladeros ajenos. Borrell recibe mejor herencia —s¨®lo unas d¨¦cimas de desventaja en el 96—, pero a¨²n tiene que ganarse el liderazgo del que goza Maragall sin pasar por unas primarias.
La entrevista discurre en su casa de Majadahonda, un d¨²plex de clase media-alta, donde se aprecia ese punto de desorden de un hombre en proceso de divorcio y que retrata a un lector compulsivo.
Pregunta. A prop¨®sito de la Declaraci¨®n de Lizarra (Estella) usted dijo que est¨¢bamos ante un gui¨®n en el que pronto iba a aparecer "el guionista principal con la tregua".
Respuesta. Cuando lo dije ya sab¨ªamos que era inminente que ETA anunciase una tregua. Nos sorprendi¨® que el Gobierno estuviese, o aparentase estar tan desinformado de lo que iba a ocurrir.
P. Entre la trampa y la oportunidad de paz, ?con qu¨¦ se queda?
R. Depende de cu¨¢l sea la relaci¨®n causa-efecto que tenga con el acuerdo de Estella entre todos los nacionalistas vascos, HB incluida. Pero, en s¨ª misma, la tregua es una buena noticia. De momento, mucha gente se siente m¨¢s segura y tranquila. Los socia listas haremos todo lo posible para que la tregua conduzca a la paz.
P. Hasta ahora ha habido un derroche de cautela, pero nadie ha negado que estemos ante una situaci¨®n nueva. Ardanza ha invocado el Pacto de Ajuna Enea para poner en marcha el proceso de reinserci¨®n de los etarras, una vez que han expresado una "renuncia inequ¨ªvoca" a la violencia.
R. Algunos s¨®lo usan el Pacto de Ajuna Enea para lo que les con viene. Hace unos d¨ªas lo daban por dinamitado. ?Expresa realmente la tregua una voluntad inequ¨ªvoca e irreversible de cese de la violencia? En realidad, ETA ofrece una tregua indefinida pero condiciona da pol¨ªticamente. Si el Pa¨ªs Vasco no adopta el esquema pol¨ªtico que han tratado de imponer, se reservan volver a usar las armas.
P. Pero la entrega de las armas suele ser el ¨²ltimo acto que sella la paz. As¨ª ha sido en Guatemala, El Salvador y en el Ulster. Ese final exigi¨® siempre m¨²ltiples contactos y negociaciones.
R. Por supuesto. Buen momento para recordar que, a la vuelta del verano, pedimos al presidente del Gobierno que encabezase una nueva y definitiva oferta de paz. Recibimos el silencio por respuesta y. los dem¨®cratas perdimos la iniciativa pol¨ªtica. Ser¨ªa sorprendente y preocupante que el Gobierno no estuviese al corriente de lo que se estaba incubando. Aquella iniciativa, que ahora se entiende mejor, es hoy imprescindible y urgente. Acabo de record¨¢rselo de nuevo al se?or Aznar en las Cortes.
P. ?Est¨¢ de acuerdo en empezar acercando los presos y aplazar la negociaci¨®n pol¨ªtica, como han dicho Andanza y Almunia?
R. Me congratulo de que Ardanza crea conveniente separan el fin de la violen de las cuestiones pol¨ªticas que afectan al ordenamiento constitucional. Lo contrario ser¨ªa dar a los violentos un plus de representaci¨®n pol¨ªtica que no les dan las urnas. Pero lo que dice ahora Ardanza no es lo que se dijo en Estella, donde se insinu¨® la necesidad de introducir cambios pol¨ªticos para acaban con la violencia. Por otra parte, en relaci¨®n con la pol¨ªtica penitenciaria, nuestra posici¨®n en esta materia es la misma de siempre: utilizarla como forma de distensi¨®n adapt¨¢ndola a las circunstancias. Es evidente que las circunstancias hoy no son las mismas que antes del verano.
P. ?Qu¨¦ propone el PSOE?
R. Ser¨ªa imprudente anticipan posiciones que no han sido objeto del necesario consenso entre las fuerzas pol¨ªticas democr¨¢ticas. Peno algo tenemos que hacer y pronto. Hay que hacer una oferta de paz definitiva, sin aceptar ninguna condici¨®n pol¨ªtica, inician un di¨¢logo sobre la reinserci¨®n de los violentos rechazar cualquier discusi¨®n sobre cambios constitucionales o estatutarios bajo presi¨®n violenta o amenaza de reemprenderla. Alcanzada la paz y entregadas las armas, cada cual defender¨¢ libremente sus posiciones pol¨ªticas con la palabra y ser¨¢n los ciudadanos con sus votos quienes decidan.
P. Pero las elecciones vascas se perfilan como un plebiscito sobre el manco institucional del Pa¨ªs Vasco y su encaje con Espa?a. Los nacionalistas sostienen el derecho de los vascos a ejercer una soberan¨ªa plena, no compartida con el resto de los espa?oles, frente al modelo estatutario y constitucional del PP y el PSOE. No parece f¨¢cil encontrar una v¨ªa de confluencia.
R. Ciertamente, las elecciones vascas se pueden convertir en un refer¨¦ndum sobre la din¨¢mica autodeterminaci¨®n/independencia o Constituci¨®n/Estatuto. Los sobreentendidos que siempre han flotado en la pol¨ªtica vasca sobre las intenciones reales de los nacionalistas quedan ahora mucho m¨¢s expl¨ªcitos. Por otra parte, la posici¨®n de los nacionalistas vascos en Estella y los objetivos acordados al mismo tiempo con catalanes y gallegos nos sit¨²an en una encrucijada. No es exagerado decir que el proyecto de Espa?a que emana de la Constituci¨®n del 78 est¨¢ amenazado de desagregaci¨®n.
P. En todo caso, estamos hoy mejor que ayer.
R. Sin duda es mejor que ETA renuncie a matar, aunque no sea definitivamente. Pero la tregua no es la paz, aunque pueda ser el camino para llegan a ella. La paz es la libertad en la tranquilidad. En nuestra historia reciente hemos tenido muchos a?os de tranquilidad sin libertad.
P. Y tambi¨¦n libertad sin seguridad.
R. No se puede renuncian a ninguno de los dos ingredientes. Si se alcanza la tranquilidad imponiendo soluciones que no respeten los principios democr¨¢ticos, no tendr¨ªamos paz.
P. El PNV no discute el principio democr¨¢tico, peno s¨ª el sujeto de la soberan¨ªa. Reclama que es una cuesti¨®n que debe decidirse en el ¨¢mbito vasco y por los ciudadanos vascos.
R. Respeto su opini¨®n, siempre que no se amparen en la violencia para defenderla. Pero no la comparto. La Constituci¨®n no impide su reforma, sino que establece unas normas para hacerlo. Sobre cualquier cambio constitucional deben decidir todos los espa?oles. En todo caso, el derecho de auto determinaci¨®n es un derecho interpretable. En cambio, el derecho a la vida es un derecho absoluto.
P. El nuevo escenario pol¨ªtico que crea la tregua se hace a¨²n m¨¢s complejo si sumamos la Declaraci¨®n de Barcelona firmada por nacionalistas catalanes, vascos y gallegos. Su objetivo confederal pare ce de dif¨ªcil encaje constitucional.
R. Muy dif¨ªcil. En realidad, lo que hacen es declarar la necesidad de un nuevo marco constitucional porque, seg¨²n ellos, el de 1978 no da respuesta a sus ansias de auto gobierno, a pesar de que Espa?a es hoy uno de los pa¨ªses pol¨ªticamente m¨¢s descentralizados del mundo occidental. Mire, yo me siento muy compenetrado con la biodiversidad cultural, ling¨¹¨ªstica y nacional de Espa?a. No veo en ello un obst¨¢culo para su unidad, sino algo que nos enriquece, que debe ser protegido, respetado y desarrollado. ?No deseo acabar presidiendo la Confederaci¨®n ib¨¦rica!
P. En este acuerdo entra CiU, de quien depende la estabilidad del Gobierno de Aznar y puede que la de los que vengan de
R. As¨ª es, aunque el se?or Aznar parezca no querer enterarse. Se lo dije antes del verano: " deber¨ªa usted pedir explicaciones a sus socios nacionalistas, que son los que le mantienen en La Moncloa, sobre lo que significa su deseo de colocar en el desv¨¢n el modelo pol¨ªtico de la Espa?a constitucional, proclamando la necesidad de otro?". En eso, como en muchas otras cosas, Aznar dio la callada pon respuesta. Creo que la responsabilidad m¨¢xima de la amenaza de disgregaci¨®n que pesa sobre Espa?a es del actual Gobierno y de la aplastante falta de liderazgo pol¨ªtico de su presidente.
P. Pero ahora son los nacionalistas los que hablan de segunda transici¨®n para plantear un nuevo modelo de Estado y no Aznar, que fue quien acu?¨® el t¨¦rmino.
R. Yo no les reprocho a los nacionalistas que lo sean. S¨®lo les reprocho que hablen en nombre de todo un pueblo, cuando s¨®lo tienen legitimidad para hablar en nombre de los que les votan. Al PP y al se?or Aznar les reprocho que carezcan de un modelo de Espa?a que contraponer a estas tendencias centr¨ªfugas. En dos a?os de Gobierno han debilitado los elementos de cohesi¨®n del Estado y roto el consenso auton¨®mico. Eso ha aumentado la deriva reivindicativa de los nacionalistas...
P. Ustedes tambi¨¦n tuvieron que soportarla y ceder a ella...
R. Ni tanto, ni de la misma forma, ni tratando de liquidar al adversario. Mire, yo tuve varios enfrentamientos con el se?or Pujol, cuando era ministro de Obras P¨²blicas. Felipe Gonz¨¢lez no me cort¨® la cabeza para conseguir el apoyo parlamentario de CiU que necesit¨¢bamos entonces tanto como ahora el PP. En cambio, lo primero que hizo Aznar al llegar a La Moncloa fue entregar en bandeja de plata la cabeza de Vidal Quadras, para congraciarse con CiU, a pesan de que hab¨ªa sido el art¨ªfice del mejor resultado electoral del PP en Catalu?a.
P. Todo esto ocurre en medio de un fort¨ªsimo conflicto entre PSOE y PP, que est¨¢n muy lejos de tener la confianza mutua necesaria para elaborar una respuesta compartida.
R. Por eso he hablado de la necesidad de superar los a?os del rencor. Aznar y el PP han gastado demasiado tiempo y demasiadas energ¨ªas en un vano intento de liquidar al partido socialista, que es el principal soporte de cohesi¨®n pol¨ªtica territorial y social de una Espa?a plural, en detrimento de un ejercicio eficiente de Gobierno. Esta es una buena ocasi¨®n para cambiar de actitud. Hemos ofrecido y sigo ofreciendo di¨¢logo para reformar la administraci¨®n de justicia y desarrollar un modelo federal de Espa?a respetuoso tanto de su unidad como de su pluralidad. Hay que dejar de ir de ruptura en ruptura, de enfrentamiento en enfrentamiento, mientras partidos pol¨ªticos muy minoritarios en el conjunto del pa¨ªs nos pasan por las barbas nuevos modelos constitucionales. Por la calle mucha gente me pide "m¨¢s ca?a'. Seguramente porque recuerdan aquello de "v¨¢yase, se?or Gonz¨¢lez", junto a los abucheos y pataleos en el Parlamento. Yo les digo que es mejor ofrecer razones, argumentos, alternativas, capacidad de convencer. La calidad de nuestra democracia requiere una oposici¨®n dialogante y constructiva. El presidente del Gobierno tiene la obligaci¨®n de restablecer las reglas del juego democr¨¢tico que ¨¦l mismo ha roto durante los ¨²ltimos a?os.
P. Incluso si eso se logra, no parece posible hoy una gran coalici¨®n, seguramente tampoco deseable. Con lo que el Gobierno seguir¨¢ dependiendo de CiU...
R. Veremos qu¨¦ pasa despu¨¦s de las pr¨®ximas elecciones, que est¨¢n todav¨ªa lejos. Como candidato a la presidencia del Gobierno aspiro a tener la mayor¨ªa suficiente para gobernar. Pero perm¨ªtame que le haga una confidencia. En los d¨ªas previos a la investidura de Aznar, Felipe Gonz¨¢lez hizo esta reflexi¨®n: "Para hacerse perdonar aquello de 'Pujol, enano, habla castellano', Aznar tendr¨¢ que pagar a los nacionalistas un fuerte peaje. ?Por qu¨¦ no nos abstenemos y, puesto que ha ganado las elecciones, dejamos que acceda a La Moncloa sin tener que pagarlo?". Hubiese sido un escenario de mayor inestabilidad para el Gobierno, pero de mayor estabilidad para el Estado. En aquel momento no hubiera sido posible hacerlo, no se hubiera entendido pol¨ªticamente. Pero estaba cargado de raz¨®n. Muchas veces he pensado sobre eso, a la vista de las volteretas que ha tenido que hacer el PP para explicar que ceder el 30% del IRPF es bueno, buen¨ªsimo, despu¨¦s de haber proclamado que ceder el 15% era malo, mal¨ªsimo. Cuando uno critica lo que ha ce el otro y luego dobla la raci¨®n, o no tiene proyecto pol¨ªtico o est¨¢ dispuesto a pagar cualquier precio a la minor¨ªa que le permite gobernar. Eso hace perder a los ciudadanos confianza en la pol¨ªtica.
P. Pero no se vislumbran mayo r¨ªas alternativas sin nacionalistas.
R. La estructura pol¨ªtica del Estado no puede ser el resultado de las coyunturas parlamentarias y de las concesiones que unos u otros tengan que hacer a los nacionalistas para poder gobernar. De lo contrario puede extenderse la convicci¨®n de que los intereses lo cales se rentabilizan mejor a trav¨¦s de partidos regionales que con partidos de ¨¢mbito estatal.
P. Todo este galimat¨ªas en el que a veces da la sensaci¨®n de que s¨®lo los nacionalistas saben a d¨®nde quieren ir, coincide con una crisis mundial, desde luego financiera, pero tal vez algo m¨¢s, que pone en revisi¨®n aquello tan simple de "Espa?a va bien". ?Puede hacer algo este pa¨ªs o s¨®lo que da esperar a ver qu¨¦ rumbo toma el hurac¨¢n?
R. Lo primero que tenemos que hacer es sustituir el autobombo por el realismo. Hace algunos meses, en pleno boom burs¨¢til, Aznar proclamaba autosatisfecho: "El milagro soy yo". Si entonces el milagro era ¨¦l, ahora tambi¨¦n debe de ser el problema. No se lo voy a reprochar, porque ni ten¨ªa el m¨¦rito entonces ni ahora es el responsable. Pero s¨ª tiene la responsabilidad de no haber alertado suficientemente de los riesgos que se corr¨ªan en un mercado hinchado, ante una burbuja especulativa cercana a la explosi¨®n y de haber echado le?a al fuego del espejismo financiero. Parece que, desgraciadamente, toca a su fin la mejor coyuntura econ¨®mica que desde 1978 ha tenido ning¨²n Gobierno. Aunque ya sabe que este Gobierno se atribuye los m¨¦ritos de todo lo que va bien y proyecta sobre sus antecesores todo lo que va mal.
P. ?Y qu¨¦ puede hacer el Gobierno?
R. El cambio dr¨¢stico de coyuntura puede disminuir las expectativas de consumo e inversi¨®n. Para evitarlo, debe adaptar sus escenarios y explicar el efecto de la crisis sobre nuestro crecimiento. Mantener un escenario injustificadamente optimista puede provocar una sobrerreacci¨®n de desconfianza.
P. El contagio de Latinoam¨¦rica se cierne como la amenaza m¨¢s directa sobre nuestra econom¨ªa.
R. El Gobierno deber¨ªa ser consciente de la importancia que tiene Iberoam¨¦rica para nuestra econom¨ªa. Tenemos la obligaci¨®n de ayudarles a evitar que s¨¦ contagien de una crisis de la que no son responsables. Ayudarles quiere decir movilizar a la Uni¨®n Europea para que aporte los medios para evitar una segunda d¨¦cada de ajuste en Latinoam¨¦rica. Si no lo quieren hacer por solidaridad, hag¨¢moslo al menos por propio inter¨¦s.
P. Pero al margen de qui¨¦n se lleve el m¨¦rito, s¨ª parece que hoy estamos mejor preparados para hacer frente a una crisis que en 1993. Estamos en el euro, tenemos un d¨¦ficit controlado y una inflaci¨®n reducida.
R. Lamentablemente eso es muy discutible. El 93 es un mal a?o de comparaci¨®n. Entonces todos los pa¨ªses europeos soportaron la crisis provocada por los efectos de la unificaci¨®n alemana, que Europa fue incapaz de gestionar de forma solidaria. Bien caro lo pagamos todos, Cay¨® el PIB y el empleo en todos los pa¨ªses. Fuimos tan poco responsa bies de la crisis europea los Gobiernos de entonces como lo es hoy Aznar de la fase de expansi¨®n que le ha tocado administrar. Nadie escoge sus coyunturas. La aparente solidez presupuestaria se basa en la dr¨¢stica ca¨ªda de los tipos de inter¨¦s y en la liquidaci¨®n acelerada del patrimonio colectivo: Repsol, Telef¨®nica, Endesa, Argentaria. . . Con eso se han financiado las pol¨ªticas fiscales regresivas y la reducci¨®n de los d¨¦ficit p¨²blicos. Eso es pan para hoy y hambre para ma?ana. Ning¨²n empresario resolver¨ªa las p¨¦rdidas de explotaci¨®n vendiendo el patrimonio productivo.
P. Espa?a ha superado con nota el examen del euro.
R. Todos los pa¨ªses europeos han camuflado las cuentas p¨²blicas, pero unos m¨¢s que otros. El maestro que examinaba para entrar en Maastricht ha sido benevolente, porque si hubiera aplicado los criterios con rigor no hubiese entrado nadie.
P. S¨ª, pero con criterios de contabilidad europea el d¨¦ficit est¨¢ por el 2%.
R. En tres a?os se han debilitado las bases financieras de la Seguridad Social de una forma alarmante. Se recorta el sistema de protecci¨®n social, a veces de forma muy expl¨ªcita, como el medicamentazo, y a veces de forma m¨¢s disimulada, como en las becas. Ha habido un par¨®n espectacular en la inversi¨®n p¨²blica, tanto en infraestructuras como en educaci¨®n. Hemos trasladado al futuro el d¨¦ficit contable que hemos ocultado. Nuestro presupuesto est¨¢ en malas condiciones para hacer frente a una mala coyuntura econ¨®mica.
P. En todo caso el pacto de estabilidad asumido para entrar en el euro nos fija un estrecho margen.
R. Por eso es preocupante que se renuncie a 800.000 millones de ingresos fiscales con una reforma del IRPF dise?ada para buscar un efecto electoral inmediato a riesgo de comprometer gravemente al futuro. Naturalmente, a todo el mundo le gusta que le bajen los impuestos, pero la gran mayor¨ªa no quiere renunciar al sistema p¨²blico de salud y de pensiones, y quieren que se contin¨²e el esfuerzo en educaci¨®n y en infraestructuras que hicieron los socialistas.
P. Adm¨ªtame que muchos asalariados tienen la convicci¨®n de que el IRPF que pagan es excesivo y que el peso del impuesto recae principalmente sobre ellos.
R. Y no les falta raz¨®n. He pasado algunos a?os de mi vida luchando para repartir mejor la carga tributaria entre capital y trabajo. Es de justicia reconocer que el esfuerzo de modernizaci¨®n y de solidaridad que ha hecho Espa?a en los a?os de la democracia ha sido financiado casi exclusivamente por las clases medias asalariadas, que son, por cierto, las que menos se benefician de la reforma fiscal del PP. No se les podr¨¢ hacer part¨ªcipes de una pol¨ªtica de progreso sin reconocerles este esfuerzo y reducirlo.
P. La rebaja del 56 al 48% no est¨¢ muy lejos de algunos planes del PSOE.
R. El problema no es el tipo marginal m¨¢ximo del IRPF Cuando llegu¨¦ a Hacienda era el 66% y este despiadado recaudador, que es el estereotipo al que quiere reducirme el PP, lo baj¨® al 56%. Y en 1991, antes de pasar a Obras P¨²blicas, elabor¨¦ un proyecto de ley que propon¨ªa bajarlo hasta el 50% cuando las circunstancias econ¨®micas lo permitiesen. Comprender¨¢ que mi discrepancia con el PP no es por el 48% en vez del 50%. Pero reducir el debate fiscal al tipo m¨¢ximo es caricaturizarlo. El problema es el trato diferente que se da a distintas rentas seg¨²n su origen. El 20% para todas las ganancias de capital, cualquiera que sea su cuant¨ªa, cualquiera que sea la renta total del contribuyen te, cualquiera que sea el tiempo que han tardado en producirse esas plusval¨ªas, mientras las rentas del trabajo se siguen sometiendo a una escala progresiva, es injusto socialmente y crea graves distorsiones en el sistema financiero.
P. Me ha hablado de los nacionalistas, de Aznar, del PP, pero es evidente que algunos problemas tiene tambi¨¦n el PSOE. Hace cinco meses se cre¨® una expectativa con el llamado efecto Borrell. Algunos piensan que era una burbuja que se ha deshecho.
R. Era una quimera pensar que la tensi¨®n de las primarias pudiese continuar indefinidamente. Las primarias, por su voluntad de participaci¨®n y apertura, marcaron el inicio de la reconciliaci¨®n del PSOE con amplios sectores sociales. Ante un resultado no previsto, todos tuvimos que adaptarnos e improvisar. Mi primer objetivo fue evitar un congreso extraordinario para canalizar todo el impulso de las primarias hacia afuera y hacia el futuro. Pero los problemas de adaptaci¨®n nos han ocupado m¨¢s tiempo del deseable y no hemos sabido aprovechar del todo el impulso de las primarias. Despu¨¦s vino la sentencia del Supremo, que nos ha metido de lleno en una pol¨¦mica sobre el pasado y el futuro.
P. Su apelaci¨®n al futuro ha sido entendida por algunos socialistas en clave de falta de compromiso con el pasado.
R. Tenemos, como partido pol¨ªtico, y yo como candidato, la inexcusable obligaci¨®n de afrontar los problemas que tiene planteados nuestra sociedad. No podemos abdicar de eso por ninguna raz¨®n. Perder las elecciones significa permitir que se cometan muchas injusticias. El PP trata de centrar la agenda pol¨ªtica en problemas de ayer que act¨²an como cortina de humo para ocultar los de hoy. ?Quiere esto decir que hay que hacer un ejercicio de amnesia, olvidando lo que ocurri¨® y dejando abandonados su suerte —que creemos injusta— a personas con las que este partido se siente profundamente vinculado en un ejercicio de solidaridad humana y pol¨ªtica? Por supuesto que no. El futuro de nuestros hijos, que no tienen memoria para recordar ni tampoco informaci¨®n para comprender, tambi¨¦n depende la interpretaci¨®n colectiva que hagamos del pasado.
P. Desde q e gan¨® las primarias ha vendido sin descanso el mensaje de que el programa electoral debe ser la base de la recuperaci¨®n del PSOE, cuando muchos creen, y no s¨®lo desde el cinismo, que no son los programas los que hacen ganar elecciones.
R. Los ciudadanos nos van a pedir a cambio de su confianza, algo m¨¢s que el encanto teleg¨¦nico de un candidato y algunas declaraciones de principios universalmente v¨¢lidas. Prefiero hablar de ciudadanos movilizados en torno a un proyecto que de militantes en torno a un candidato. Un programa debe servir para reflejar los valores y las convicciones de quienes lo presentan, traducidos en propuestas concretas y significativas. Sobre todo ahora que en todas partes se est¨¢n en soluciones alternativas y terceras v¨ªas.
P. Pero esas terceras v¨ªas m¨¢s bien transitaron el centro y usted mismo se sit¨²a en la izquierda, todo lo m¨¢s en el centro de la izquierda.
R. He tenido la suerte de conocer y dialogar con Blair, Jospin, Schroeder y Guterres. La conclusi¨®n que he sacado es que hay que escapar a los estereotipos y a la magia de las palabras. D¨ªgame, ?qu¨¦ variable utilizamos usted, yo y los lectores de esta entrevista para graduar el desplazamiento desde la derecha hacia la izquierda, pasando por el centro, de las posiciones pol¨ªticas? Muchas, seguramente diferentes, a veces contradictoras y casi siempre nada expl¨ªcitas. Ahora todo el mundo quiere ser de centro. No se va a caber en el centro. ?No ser¨¢ que lo toman como el refugio de la ambig¨¹edad? Para Aznar, estar en el centro equivale al no sabe, no contesta, ni fr¨ªo ni calor. La tocata y fuga de Aznar hacia el centro es el ¨²ltimo eslogan de su marketing pol¨ªtico. No hay pol¨ªticas que la identifiquen ni valores que la reflejen. ?Es de centro su voto contra la despenalizaci¨®n voluntaria del embarazo? En Europa, desde luego no lo es. Nada tiene que ver con la tercera v¨ªa de Blair. Creo que desde mi posici¨®n se puede aglutinar una mayor¨ªa de progreso en Espa?a, que se identifica con los valores y las propuestas de una izquierda no metaf¨ªsica.
P. ?De qu¨¦ izquierda hablamos? Entre Jospin y Blair hay grandes diferencias.
R. Ambos coinciden al identificar problemas, aunque no necesariamente en las soluciones, porque sus sociedades son distintas. Frente al paro juvenil, Jospin lanza un programa de empleos de utilidad social, que el mercado no hubiese generado porque esas demandas colectivas o no son solventes o no tienen, todav¨ªa, expresi¨®n mercantil. Blair prefiere destinar los recursos p¨²blicos a programas de formaci¨®n para los j¨®venes desempleados, poni¨¦ndoles ante la alternativa de participar o perder el subsidio. Son dos formas de romper la concepci¨®n asistencial del Estado del bienestar, que ha convertido las redes de seguridad que imagin¨® lord Beveridge en telas de ara?a que protegen, pero tambi¨¦n aprisionan.
P. Eso plantea la discusi¨®n sobre si los fondos contra el desempleo deben destinarse m¨¢s a formaci¨®n que a subsidios.
R. A un paro coyuntural, en el que se entra y del que se sale, se le puede hacer frente con subsidios financiados con impuestos. Pero ahora nuestras sociedades se enfrentan a un desempleo estructural, en el que se puede entrar y no salir en lo que quede de vida ¨²til. Adem¨¢s de resolver situaciones de necesidad, hay que combatir la inutilidad que sienten millones de personas en paro y sin perspectivas de trabajo. Es lo que han hecho Jospin y Blair, aunque cada uno utilice instrumentos distintos en sociedades tambi¨¦n distintas. A ni si quiera tenemos los mismos problemas que ellos. En una cena con varios ministros de Blair les vi muy preocupados por el coste creciente de las ayudas sociales a las madres solteras y por los comportamientos que induc¨ªan en las j¨®venes. Les expliqu¨¦, ante su sorpresa, que nosotros no ten¨ªamos ese problema porque nuestro sistema social, de desarrollo m¨¢s tard¨ªo, no contempla ning¨²n subsidio de ese tipo.
P. Pero tenemos un problema de paro mucho m¨¢s agudo.
R. Ciertamente. A pesar del in tenso crecimiento del empleo entre 1986 y 1993... En esos a?os se absorbi¨® el paro oculto en la agricultura y la familia. Crec¨ªa el empleo sin que disminuyera el paro, porque tambi¨¦n crec¨ªa la poblaci¨®n activa. Hoy nuestro desempleo tiene muchas causas y exige aplicar una multiplicidad de soluciones.
P. ?Qu¨¦ opina sobre la jornada de 35 horas?
R. La reducci¨®n de la jornada de trabajo no es el b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s que permite resolver el problema, pero es una variable que hay que usar. Se puede hacer sin poner en peligro la competitividad empresarial. En el pasado la izquierda aprendi¨® a repartir la renta, el pastel que se hab¨ªa cocido en el horno de la econom¨ªa. Ahora tiene que aprender algo m¨¢s dif¨ªcil repartir las oportunidades de participar en la fabricaci¨®n del pastel. Repartir la renta y el trabajo son las dos caras de una misma moneda. Eso exige movilizar nuevas solidaridades y nuevos compromisos. Hablando hace d¨ªas con el se?or Cuevas, presidente de la CEOE, est¨¢bamos de acuerdo en que tanto desde el punto de vista de la cohesi¨®n social como de la competitividad empresarial, hubiera sido m¨¢s eficiente rebajar los costes sociales de los empleos de baja cualificaci¨®n, de forma que se abarate su coste total sin disminuir el salario, que reducir tan dr¨¢stica e injustamente los ingresos por IRPF P. A pesar de todo, los electores europeos tienen la impresi¨®n de que la oferta pol¨ªtica de los partidos se diferencia cada vez menos.
R. Y, sin embargo, el futuro ser¨¢ muy distinto seg¨²n qui¨¦n encauce los nuevos equilibrios sociales. Repet¨ª muchas veces en las primarias que cada vez m¨¢s hay que diferenciar lo que son derechos de lo que son mercanc¨ªas. El modelo del Partido Popular es un modelo que mercantiliza derechos porque conf¨ªa en el mercado para satisfacer casi todas las necesidades humanas. En cambio, la izquierda, una izquierda templa da, realista, tan consciente de las condiciones que impone el mundo en el que vivimos como de los valores que defendemos, considera que determinadas necesidades humanas constituyen derechos que deben ser garantizados colectivamente. Eso es lo que tienen de com¨²n Jospin y Blair y marca una enorme diferencia con el PR No se puede someter la salud ni la educaci¨®n, ni tantas otras cosas, al mero criterio de la rentabilidad econ¨®mica. La sociedad tiene que garantizar una igualdad b¨¢sica. Tambi¨¦n la izquierda debe cuestionar la libertad absoluta de movimiento de capitales en el mundo. Espa?a no puede hacer nada por s¨ª sola, pero la Uni¨®n Europea puede y debe abordarlo.
P. Hasta anteayer todo conduc¨ªa hacia la liberalizaci¨®n total.
R. Eso es, hasta anteayer. Pero hoy, hasta el Wall Street Journal se pregunta si es sostenible el actual no-sistema financiero internacional. Hace poco me tachaban de antiguo por decir esas cosas. Una Europa gobernada mayoritariamente desde la izquierda no puede asistir imp¨¢vida a lo que est¨¢ sucediendo. Se puede decir como se quiera, pero es evidente que se ha producido un cambio en las relaciones de fuerza en contra de los trabajadores y de los Gobiernos y a favor del capital financiero internacional. La cohesi¨®n social y la competitividad no son cosas alter nativas, como sostiene la derecha. En el medio plazo las sociedades que renuncian a la cohesi¨®n pierden competitividad. El crack del sureste asi¨¢tico es consecuencia de una ruptura l¨ªmite de la cohesi¨®n social, de la inestabilidad financiera del capitalismo y de una corrupci¨®n generalizada. Por no hablar de Rusia, que ha pasado, sin ninguna clase de transici¨®n, desde la c¨¢rcel a la jungla.
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