La tregua y la pol¨ªtica
Desde el momento en que ETA, unilateralmente, ha decidido un alto el fuego, desde distintos medios se est¨¢ emplazando a los pol¨ªticos para que demuestren que est¨¢n a la altura de las circunstancias. He utilizado esta expresi¨®n porque me parece que es acaso la menos banal entre las que se han repetido. Otras, como la pelota est¨¢ ahora en el tejado de los partidos, o ahora toca a los dem¨¢s mover ficha, dicen tan poco que, a los que queramos reflexionar sobre la pol¨ªtica a emprender, dif¨ªcilmente nos pueden servir de ayuda. Yendo a los maestros, lo que creo loable actitud, puedo empezar por donde Max Weber casi termina su conferencia sobre El Pol¨ªtico y el Cient¨ªfico: "No hay m¨¢s que dos pecados mortales en el terreno de la pol¨ªtica: la ausencia de finalidades objetivas y la falta de responsabilidad". Pero el mismo Weber, al tiempo que relaciona la pol¨ªtica en la era de las democracias constitucionales con la demagogia -algo que nunca se terminar¨¢ de vencer pero contra lo que siempre habr¨¢ que luchar-, se?ala c¨®mo los periodistas "son los representantes m¨¢s notables de la figura del demagogo en la actualidad", con lo que, para bien o para mal, los periodistas est¨¢n tambi¨¦n emplazados, en la medida en que ejerzan la pol¨ªtica en editoriales, reportajes o tertulias, a formular finalidades objetivas y a actuar responsablemente. Ya veremos por d¨®nde tendr¨¢ que buscar sendero el pol¨ªtico, pero no estar¨ªa de m¨¢s que los que le emplazan huyeran de la banalizaci¨®n en las preguntas y en las respuestas. Quiero decir, que, requeridos a ser ellos mismos pol¨ªticos, no cayeran en el vicio que Schumpeter atribuye al que se coloca fuera y "desciende a un nivel inferior de prestaci¨®n mental tan pronto como penetra en el campo de la pol¨ªtica". Basta ver alg¨²n dibujo y leer las letras dibujadas, para encontrarse con un m¨¢ximo ejemplo de esa actitud.1.Seguramente hay que empezar por la consideraci¨®n del dato nuevo: ETA ha dicho que deja de matar. La reacci¨®n popular, y creo que debe ser tambi¨¦n la del pol¨ªtico, es de alivio y esperanza, porque lo que se anuncia es el fin de un gran dolor y de un gran terror. Si ahora leemos el texto de ETA, lo que descubrimos es su ferocidad y su ideolog¨ªa totalitaria y fundamentalista. A pesar de todo, procede pensar que una organizaci¨®n violenta no es l¨®gico que renuncie a la violencia sin una traca final de ret¨®rica violenta. Adem¨¢s, parece l¨®gico que, en el momento actual, la marcha atr¨¢s les va a resultar particularmente costosa. Y, en ¨²ltima instancia, siendo la pol¨ªtica un proyecto responsable, y no s¨®lo un juicio de hecho, en caso de duda es mejor apostar por la irreversibilidad del proceso que por la denuncia de trampas y por la actitud de cautela.
2.Tenemos ahora que decidir si la decisi¨®n de ETA debe determinar o no nuestras posiciones pol¨ªticas. Tener finalidades objetivas y actitudes responsables (evitar, por tanto, los dos pecados m¨¢ximos de la pol¨ªtica) supone responder negativamente. No siempre cabr¨ªa esta respuesta. Dos ejemplos: si ETA hubiera alterado de tal manera la convivencia democr¨¢tica que, poni¨¦ndola en peligro, fuera mejor aceptar una relativa derrota y reconocerle por lo tanto triunfos antidemocr¨¢ticos; si, al modo irland¨¦s, ETA y GAL se hubieran enzarzado en una batalla cuyo control hiciera necesario aceptar un armisticio. No habiendo ocurrido ni lo uno ni lo otro, las soluciones democr¨¢ticas deben derivarse de las proposiciones democr¨¢ticas.
As¨ª pues, el debate pol¨ªtico deber¨¢ dilucidarse en los t¨¦rminos en que, en la democracia espa?ola, est¨¢ planteado. En principio, hay un modelo vigente, que es el constitucional-estatutario, que consiste tanto en una atribuci¨®n de competencias cuanto en un modo de decidir d¨®nde est¨¢ el ¨¢mbito en el que hay de plantearse sus posibles modificaciones.
Es cierto que, desde la Declaraci¨®n de Barcelona, pasando por la reuni¨®n de Estella, los partidos nacionalistas han insistido en que las decisiones que deban tomarse ser¨¢n las que se adopten ¨²nicamente en el ¨¢mbito vasco, lo que supone una forma de entender la comunidad pol¨ªtica distinta a la constitucional-estatutaria. No se trata ahora de presentar las incongruencias de una ideolog¨ªa nacionalista que verbaliza una reivindicaci¨®n nacional amplia pero que no residencia en la naci¨®n su pretensi¨®n de soberan¨ªa, pues para ello habr¨ªa de incluir Navarra y las poblaciones vasco-francesas. Se trata m¨¢s bien de que los nacionalistas formulan un modelo que los no nacionalistas no entendemos adecuado: en primer lugar, por lo que supone de alteraci¨®n de unas reglas de funcionamiento por las que nos hemos ido rigiendo de modo aceptable; en segundo lugar, porque nuestro proyecto de sociedad implica el que entendamos que los ciudadanos crean un orden m¨¢s justo, m¨¢s viable y m¨¢s integrador cuando estiman que el ejercicio de la soberan¨ªa debe repartirse atribuy¨¦ndolo en ciertas materias al Estado que hemos constituido (a la Constituci¨®n, por lo tanto) y en otras a las comunidades aut¨®nomas (por no hablar del orden internacional o de la Uni¨®n Europea). Que, en suma, es mejor ciudadano vasco el que se reconoce tambi¨¦n ciudadano espa?ol y europeo. Pero lo que no puede ponerse en duda es el derecho de los nacionalistas a proponer su propio modelo, con todas las consecuencias. Solamente ocurre que no es el modelo de los vascos, sino s¨®lo de una parte de los vascos. Y, adem¨¢s, que para pasar de un modelo al otro hay que modificar la Constituci¨®n, por v¨ªa constitucional. A ese cambio se llegar¨ªa, desde luego, si con una mayor¨ªa clara, planteada primero en las elecciones y como programa inequ¨ªvoco de su partido, con reiteraci¨®n, pues hay pasos para los que no hay marcha atr¨¢s, se abriera el proceso de modificaci¨®n constitucional. Pero si toda decisi¨®n de la mayor¨ªa puede ser adoptada como decisi¨®n del todo, tambi¨¦n hay que tener en cuenta que es una decisi¨®n contra la voluntad de la minor¨ªa. Y una decisi¨®n de una parte de los vascos que profundiza en la divisi¨®n interna, en lugar de en su vertebraci¨®n, es entendida por los no nacionalistas como un modelo irresponsable.
3.El frente nacionalista es perceptible, a partir de la Declaraci¨®n de Barcelona y de la Mesa de Estella. Consiste no tanto en que re¨²-na a los partidos nacionalistas, pues tambi¨¦n, en el caso de Estella, los partidos no nacionalistas est¨¢n convocados, cuanto en que, para la adopci¨®n de los acuerdos, pretende imponer la legitimidad de un modelo de decisi¨®n, el nacionalista. Son as¨ª los nacionalistas los que han iniciado su pol¨ªtica frentista. No cabe, entonces, reprochar a los otros que concentren su esfuerzo en presentar a los ciudadanos cu¨¢l es el modelo no nacionalista, esto es, el constitucional-estatutario. Cu¨¢les son nuestras finalidades objetivas de las que tenemos que hacernos responsables. Qu¨¦ es lo que est¨¢ en juego.
Por lo dem¨¢s, y separados convenientemente el alto el fuego y el debate pol¨ªtico, se abren muchas cuestiones de oportunidad que afectan a ambas perspectivas. Con respecto de la primera, c¨®mo la esperanza del fin de la violencia se puede ir convirtiendo en certeza y qu¨¦ pasos de reconciliaci¨®n es conveniente dar. Con respecto de la segunda, c¨®mo se incorpora al di¨¢logo democr¨¢tico HB y c¨®mo, sin condiciones previas que cambien las reglas del juego, todos los partidos puedan confrontar sus modelos.
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