Pasiones
DE PASADACompramos cosas que no nos hacen falta con dinero que no tenemos para impresionar a gente que no nos importa. El profesor Jos¨¦ Ram¨®n Zaragoza Rubira despleg¨® una sonrisa ante el auditorio y luego dispar¨® la frase. Horror. La tercera televisi¨®n del ba?o, equipada con Dolby Stereo y tropecientas pulgadas, que ha corro¨ªdo de envidia a mi vecino, el picapleitos, ha sido una necedad. Jam¨¢s podr¨ªa arrastrar esa tele a un islote perdido, y menos a mi vecino. La necedad com¨²n tambi¨¦n deber¨ªa tratarse como una enfermedad del alma. Zaragoza es un m¨¦dico-fil¨®sofo que habl¨® ayer, en las I Jornadas de Medicina y Filosof¨ªa, que se celebran en Sevilla, sobre los dolores del esp¨ªritu. Un centenar de futuros fil¨®sofos o probables m¨¦dicos acudieron a su disertaci¨®n en la Facultad de Filosof¨ªa. S¨¦neca, que era listo y asm¨¢tico, recomendaba comprender la enfermedad, cultivar la sabidur¨ªa y alimentar la amistad para aliviar los males an¨ªmicos. Ah¨ª es nada: curarse una depresi¨®n de ¨®rdago requerir¨ªa poco menos que memorizar la Enciclopedia Brit¨¢nica. Mira, eso podr¨ªa explicar la creatividad de Borges, que la ley¨® de cabo a rabo. Hubo una ¨¦poca, en la cultura mesopot¨¢mica, que la enfermedad se consideraba un pecado, signo del castigo divino. El cristianismo restringi¨® las deidades a la m¨ªnima expresi¨®n, pero mantuvo el concepto de pecado para los males del alma, bautizados como los siete capitales. Combatirlos exig¨ªa cultivar virtudes contrapuestas. En el XVIII, ya florec¨ªan algunas recomendaciones pragm¨¢ticas. Para la tristeza aconsejaban "cordiales" -te o caf¨¦- y, ?cielos!, alegres marchas militares. Las pasiones, dijo Zaragoza, siguen oponi¨¦ndose a la felicidad. Hoy se editan tomos con t¨¦cnicas de control y libros tipo Simplifique su vida mediante cuatro decisiones dr¨¢sticas. Un ejemplo: aligere su cuenta corriente, c¨®mprese un canario, reivindique las cinco horas y ahogue el mando a distancia en alg¨²n cordial. Galeno, considerado paradigma de la medicina, puso pies en polvorosa hacia P¨¦rgamo en cuanto olisque¨® que la peste diezmar¨ªa Roma. Galeno sab¨ªa un potos¨ª de medicina, y parece que ni un r¨¢bano del alma. El problema reside en aspirar a la felicidad y huir de la peste, o sea no prescindir de la tele de tropecientas pulgadas, ni del vecino que no nos importa, ni de las pasiones, incluidas las de baja estofa. Doler¨¢ un rato. TEREIXA CONSTENLA
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