Ajustado codo a codo entre conservadores y laboristas en Australia
El conservador John Howard, primer ministro australiano, cerr¨® ayer cinco semanas de campa?a electoral pidiendo a los 12 millones de votantes llamados hoy a las urnas que le dieran un nuevo mandato para seguir luchando contra la crisis. Estas elecciones son unas de las m¨¢s ajustadas en la historia pol¨ªtica de Australia, si bien los sondeos vaticinan un triunfo por la m¨ªnima de Howard frente a su rival laborista Kim Beazley. De estos comicios se espera que despejen la inc¨®gnita del apoyo popular a Pauline Hanson, l¨ªder del partido ultra Una Naci¨®n.
La coalici¨®n conservadora formada por los partido Liberal y Nacional ha ca¨ªdo mucho en el aprecio popular que en 1996 le permiti¨® derrotar de forma humillante (90 esca?os frente a 49 en una C¨¢mara de 148) al Partido Laborista, que ahora lucha contra la tradici¨®n: tendr¨ªa que ganar 27 esca?os adicionales, algo sin precedentes, para recuperar el poder, y nunca desde 1931 un Gobierno ha perdido unas elecciones tras cubrir una sola legislatura. Howard cree que el argumento principal para su reelecci¨®n es su oferta de establecer un impuesto general sobre bienes y servicios del 10% y una pol¨ªtica econ¨®mica con bajos tipos de inter¨¦s y baja inflaci¨®n que ha permitido al pa¨ªs capear la crisis financiera global.Beazley ha replicado a este mantra del ¨¦xito econ¨®mico gubernamental con el hecho de que el paro se ha mantenido de forma continua por encima del 8% y que para hacer frente a la crisis lo que hay que hacer es crear empleo; por eso ha prometido que si llegan a formar Gobierno lo reducir¨¢ hasta el 5%. El l¨ªder laborista dice que los australianos sienten ahora la misma frustraci¨®n que en las anteriores elecciones, cuando acabaron dr¨¢sticamente con 13 a?os consecutivos de Gobierno laborista.
Hoy se renuevan los 148 esca?os de la C¨¢mara baja y otros 40, poco m¨¢s de la mitad, del Senado. Los sondeos dan una ligera mayor¨ªa a la coalici¨®n gubernamental, pero aun as¨ª la lucha es un codo a codo. "Es la elecci¨®n m¨¢s re?ida que he visto en mi vida", comenta un dirigente liberal.
Puede que se tarden 10 d¨ªas en conocer los resultados, dado lo ajustado de las preferencias de los votantes y que la ley electoral australiana estipula que, si un partido no gana directamente la mayor¨ªa en una circunscripci¨®n, los votos de los otros candidatos se reparten seg¨²n las segundas preferencias hasta que un candidato supera el 50%.
Ah¨ª es donde se ver¨¢ el valor de Una Naci¨®n y de los dem¨®cratas. El partido de Pauline Hanson concurre con un programa contra la inmigraci¨®n de origen asi¨¢tico, contra los derechos concedidos a los abor¨ªgenes, contra el libre cambio y a favor de la pena de muerte, una plataforma ultra con la que se lanz¨® a la arena pol¨ªtica el a?o pasado. Una Naci¨®n dio la campanada el pasado mes de junio al conseguir el 23% de los sufragios en las elecciones de Queensland, un Estado rural y basti¨®n del racismo. Los sondeos indican que el partido de Hanson no dar¨¢ la sorpresa -incluso es probable que su l¨ªder, que hasta lanzarse a la pol¨ªtica reg¨ªa un tienda de fish&chips, pierda su esca?o-, pero es probable que entre en el Senado y pueda desempe?ar un papel de bisagra capaz de crear graves dificultades al Gobierno.
Los dem¨®cratas, el tradicional tercer partido australiano, de ideolog¨ªa progresista, tambi¨¦n aspiran a ser la balanza en el nuevo Senado. Su tradicional consigna para ese papel de control en el Senado de los otros dos grandes partidos ha sido: "Hacer que los sinverg¨¹enzas act¨²en con honradez", pero ahora, ante la amenaza de Una Naci¨®n, han advertido a los electores que de ellos depende que la C¨¢mara alta sea una C¨¢mara de revisi¨®n o "una C¨¢mara de los horrores".
El Gobierno que salga de las urnas ser¨¢ el que prepare el refer¨¦ndum previsto para el a?o que viene sobre si el pa¨ªs desea convertirse en una Rep¨²blica y prescinde de la reina de Inglaterra como jefe del Estado.
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