Un odio de siglos azuzado por Belgrado
Los serbios, decididos a recuperar Kosovo a sangre y fuego
"Metieron a mis compa?eros en grandes bidones sobre hogueras. Estaban llenos de agua. Estuvieron hirvi¨¦ndolos hasta que los esqueletos quedaron pr¨¢cticamente limpios de carne". As¨ª describ¨ªa un guerrillero que estuvo refugiado en las monta?as de Kosovo casi diez a?os luchando contra las tropas de Tito las peculiares formas de ejecuci¨®n a que se ve¨ªan sometidos cuando eran capturados. Ahora las fuerzas armadas serbias, bajo la atenta, pero de momento pasiva, observaci¨®n internacional, no pueden perder tanto tiempo en dar a los combatientes kosovares lo que consideran su merecido. Por eso las ejecuciones son mucho m¨¢s prosaicas y se acometen con el muy cl¨¢sico tiro en la nuca o el tradicional deg¨¹ello.La lucha entre albaneses y serbios por esa tierra, que hoy es, una vez m¨¢s, escenario de matanzas, se remonta ya a muchos siglos atr¨¢s y est¨¢ tan presente y viva en la mitolog¨ªa de estos dos pueblos que no es dif¨ªcil para los l¨ªderes nacionalistas utilizarla para sus fines de agitaci¨®n y movilizaci¨®n al odio. No es por ello casualidad que Slobodan Milosevic recurriera a Kosovo cuando opt¨® por sustituir con el nacionalismo agresivo una ideolog¨ªa comunista en disoluci¨®n en toda Europa y ya incapaz para legitimar la continuidad del r¨¦gimen.
En Kosovo hay apenas 200.000 serbios, en continuo descenso, frente a una poblaci¨®n de m¨¢s de dos millones de albaneses en cont¨ªnuo aumento. Los albaneses, que viven a¨²n en un sistema de clanes pr¨¢cticamente intacto, han aprovechado siempre la oportunidad que el r¨¦gimen yugoslavo les daba de viajar al extranjero para trabajar en Alemania, Austria o Suiza. De los muchos hermanos varones que tiene cada familia, ocho o nueve no son una excepci¨®n, todos iban a trabajar fuera, salvo uno o dos que quedaban al cuidado de las mujeres y los ni?os. As¨ª, su capacidad adquisitiva era grande cuando acud¨ªan con divisas a su aldea de origen en Kosovo a comprar terrenos para montar sus casas, en permanente expansi¨®n hasta convertirse en grandes extensiones con casas unifamiliares Y compraban sus casas y sus terrenos a los serbios en las aldeas, cada vez menos c¨®modos en un entorno crecientemente alban¨¦s que desprecian. As¨ª, los precios del terreno en Kosovo, una zona paup¨¦rrima incluso para los Balcanes, han sido en los a?os ochenta de los m¨¢s altos de toda Yugoslavia. Los serbios vend¨ªan y se iban a vivir a la propia Serbia con un dinero que muchas veces era suficiente para comprar casas en el mismo Belgrado.
Las autoridades serbias no han tenido nunca una pol¨ªtica viable para frenar y mucho menos revertir este proceso. Por eso, cuando Milosevic acab¨® con la autonom¨ªa kosovar rompi¨® con la representaci¨®n popular que primaba a la mayor¨ªa e impuso la racial, la de una naci¨®n serbia cuyos derechos sobre el Kosovo no dependen de las realidades, sino de las profundidades de una historia que define aquella regi¨®n como su cuna y en la que se hallan algunos de los m¨¢s antiguos y bellos monasterios de su iglesia ortodoxa. Aparecieron entonces los carteles de Samo za serbski (s¨®lo para serbios) en la universidad, en restaurantes y en el Gran Hotel Pristina, en la capital kosovar. Era s¨®lo el principio. Los albaneses comenzaron a ser despedidos de la administraci¨®n y de las empresas y sus huelgas por el obvio maltrato recibieron como respuesta el despido masivo, como sucedi¨® en las minas de Trepca, cerca de Mitrovica. En las clases se impuso un programa de estudios serbios que los albaneses l¨®gicamente boicotearon. Se crearon as¨ª dos sociedades en un proceso de segregaci¨®n racial ins¨®lito en Europa desde las leyes de N¨²remberg para la discriminaci¨®n de los jud¨ªos. Ya separadas por un abismo de recelo y rechazo mutuo, sin matrimonios mixtos ni mezclas fuera del mundo laboral, al extinguirse ¨¦ste ¨²ltimo para los albaneses, las dos sociedades se han vuelto perfectamente estancas e impermeables.Pero la realidad es terca y las albanesas siguen "teniendo hijos como conejas", como dicen los serbios en Pr¨ªstina.
Con la miseria cada vez mayor; ciudades como Pr¨ªstina, Pec, Prizren o Suva Reka convertidas en cuarteles de una polic¨ªa implacable y el campo escenario de cont¨ªnuas agresiones a los albaneses, era cuesti¨®n de tiempo el que parte de ¨¦stos pusieran fin a una pol¨ªtica de no violencia de su presidente, el escritor Ibrahim Rugova. Milosevic esperaba este momento y est¨¢ ahora aplicando el programa perfecto para que los albaneses no puedan volver a sus hogares. Sus tropas han quemado las cosechas, han matado a sus animales y destruido sus casas. El invierno est¨¢ ya encima de las "monta?as malditas". Milosevic ha decidido recuperar Kosovo a sangre y fuego contra los seres humanos que all¨ª viven. Y de momento lo est¨¢ logrando.
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