Cultura y antig¨¹edad
Hay ciudades cuya antig¨¹edad las convierte autom¨¢ticamente en capitales de la cultura. No necesitan que ning¨²n organismo europeo les otorgue ese t¨ªtulo, porque ya lo poseen desde mucho antes de que existiera taxativamente la misma Europa. De modo que el hecho de que el grupo municipal gaditano de Nueva Izquierda haya propuesto que la ciudad sea candidata a capital europea de la cultura en el a?o 2012, viene a ser como una redundancia a largo plazo. O como una falsa modestia. Recu¨¦rdese que C¨¢diz cuenta con la impresionante ejecutoria de ser la ciudad m¨¢s antigua de Occidente. Seg¨²n muy arcaicos testimonios, la fundaci¨®n de Gadir por parte de los viajantes de comercio fenicios data del 1100 a.C., unos ochenta a?os despu¨¦s de la hom¨¦rica ca¨ªda de Troya. Se dice pronto. O sea, que C¨¢diz va camino de cumplir 3.100 a?os. Quien se asome a ese venerable fondo de la civilizaci¨®n sentir¨¢ el v¨¦rtigo de las edades despe?¨¢ndose por el tiempo abajo, lo que no deja de ser sumamente instructivo. La cultura, en C¨¢diz, como en cualquier otra ciudad anclada en la historia antigua, consiste sobre todo en una manera de ser, en un estilo innato de vida. Pueden darse errores de bulto, excesos ret¨®ricos por parte de los que profesan sa?udamente el localismo o se empecinan en alardear de ciertos t¨®picos de guardarrop¨ªa. Pero, en el fondo, esos gaditanos de vuelo rasante no son los que mantienen cada d¨ªa el rango cultural de la ciudad, que es oficio reservado a quienes en ning¨²n momento son conscientes de que est¨¢n ejerci¨¦ndolo. Parece ser que la elecci¨®n del a?o 2012 -cifra m¨¢s bien novel¨ªstica- para que la trimilenaria C¨¢diz aspire oficialmente a ser capital europea de la cultura, se debe a que tambi¨¦n se celebra entonces el bicentenario de la Constituci¨®n liberal. Y eso s¨ª resulta muy oportuno y, por supuesto, de lo m¨¢s provechoso. Si para entonces a¨²n no han deca¨ªdo los ¨¢nimos, yo propondr¨ªa repartir por todos los buzones patri¨®ticos del nacionalismo el texto de esa constituci¨®n. Claro que hay que enmarcarla en el clima social y pol¨ªtico de la ¨¦poca en que se promulg¨®. Pero aun as¨ª puede apreciarse hasta qu¨¦ punto fue -y sigue siendo- un modelo de convivencia y tolerancia. Frente a los asedios retr¨®grados de todo tipo, la Pepa supuso sin duda un ejemplar esfuerzo progresista en la historia del constitucionalismo. De modo que todo eso de la capitalidad cultural es una pretensi¨®n noble, pero no imprescindible. La relevancia culta de C¨¢diz radica en una inmemorial serie de conquistas populares, entre las que efectivamente descuella la Constituci¨®n de 1812. Desde entonces hasta ayer mismo (desde Fernando VII al general Franco), los atentados contra esa letra y ese esp¨ªritu constitucionales han sido atroces y reiterados. Pero ya se sabe que la cultura tambi¨¦n se genera en la lucha por la libertad. Y C¨¢diz muy rara vez se olvid¨® de esa estrategia. Hay tiempo, pero quiz¨¢ convenga ir prepar¨¢ndose para que tampoco se olvide en el 2012. Aunque a muchos todo eso ya no los coja ni siquiera confesados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.