Hablemos de ella
Desde que descubrieron que no era una "virguer¨ªa marxista", los nacionalistas vascos no han dejado de desafiar a quienes se resist¨ªan a entrar en el debate sobre la autodeterminaci¨®n, acus¨¢ndoles de no tener argumentos democr¨¢ticos para oponerse a un principio tan indiscutible.As¨ª parece pensarlo Mikel Albizu, el dirigente de ETA al que se atribuye la redacci¨®n del escrito que anunciaba la tregua. Nacido en 1961, hijo de un fundador de esa organizaci¨®n, Albizu ya utilizaba el pseud¨®nimo Antza cuando public¨® sus primeros trabajos literarios, una recopilaci¨®n de cuentos y dos obras de teatro, en la primera mitad de los 80. M¨¢s tarde adapt¨® un texto de Pessoa y public¨® otra colecci¨®n de cuentos: Odolaren usaina (El olor de la sangre). En 1985 entr¨® en la clandestinidad, tras descubrirse su participaci¨®n en la fuga de la prisi¨®n de Martutene de Joseba Sarrionaind¨ªa, otro miembro de ETA aficionado a las letras, que tambi¨¦n vive y escribe desde entonces en la clandestinidad.
En la direcci¨®n de ETA casi siempre ha habido alguien encargado de la parte escrita, al que los dem¨¢s han solido referirse, con cierta sorna, como el pol¨ªtico. Aunque no sean menos fan¨¢ticos que el resto, su afici¨®n a la lectura acaba a veces haci¨¦ndoles m¨¢s receptivos a las cr¨ªticas razonadas llegadas del exterior. El problema es que en cuanto pasan a cuestionar la lucha armada son marginados, como Etxebeste, o expulsados, como Txelis. Ser¨ªa una proeza que Antza consiguiera, antes de que le depuren, mantener la tregua el tiempo suficiente para que prenda un debate pol¨ªtico serio. ETA lleva m¨¢s de 20 a?os sin celebrar una asamblea. Si cuaja el debate, el de la autodeterminaci¨®n ser¨¢, como en Irlanda, el asunto central.
En contra de lo que piensan los lectores de un solo libro (que tanto abundan en Euskadi) pocos conceptos pol¨ªticos han sido objeto en los ¨²ltimos a?os de una cr¨ªtica tan demoledora. Primero, por su dudosa fundamentaci¨®n te¨®rica: por la imposibilidad de fijar un sujeto indiscutible (por qu¨¦ Euskal Herria, s¨ª, y ?lava, no); por su unilateralidad, que pretende pasar por encima de siglos de convivencia e intereses compartidos, y limita el papel de las instituciones comunes -y de la poblaci¨®n que representan- a la convalidaci¨®n de lo ya decidido; por su irreversibilidad: cinco referendos en contra no impiden plantear un sexto; pero uno a favor ser¨¢ definitivo.
Segundo, por sus consecuencias pr¨¢cticas. Como resum¨ªa el historiador Eric Hobsbawm a prop¨®sito de los efectos de la I Guerra Mundial, la "creaci¨®n de estados nacionales ¨¦tnico-ling¨¹¨ªsticos seg¨²n el principio de que las naciones ten¨ªan derecho a la autodeterminaci¨®n" produjo un resultado "realmente desastroso, como lo atestigua todav¨ªa la Europa del decenio de los noventa". (Historia del Siglo XX. Cr¨ªtica. 1995). La misma idea fue expresada, a la luz de lo que estaba ocurriendo en la Europa del Este tras la ca¨ªda del Muro, por Ralf Dahrendorf: "La autodeterminaci¨®n nacional contin¨²a siendo uno de los inventos m¨¢s desafortunados del derecho internacional" (...); "es, en el mejor de los casos, un derecho de segundo grado que est¨¢ muy por debajo de los derechos sociales, pol¨ªticos y civiles de la ciudadan¨ªa; y probablemente no sea en modo alguno un derecho, sino una mera pretensi¨®n" (Reflexiones sobre la revoluci¨®n en Europa. Emec¨¦. 1991).
En fin, el escritor H.M.Enzensberger, de vuelta de la fascinaci¨®n por los nacionalismos radicales, extra¨ªa de la tragedia yugoslava la conclusi¨®n de que para los nacionalistas "el tan invocado derecho a la autodeterminaci¨®n se reduce al derecho a determinar qui¨¦nes deben sobrevivir en determinado territorio y qui¨¦nes no". (Perspectivas de guerra civil. Anagrama. 1994).
?Es posible oponerse democr¨¢ticamente a un planteamiento de la cuesti¨®n vasca en clave de autodeterminaci¨®n? S¨ª, en nombre del pluralismo. Porque la mayor¨ªa de los vascos no vive su identidad en t¨¦rminos excluyentes (Espa?a/Euskadi), y prefiere la autonom¨ªa, que suscita un consenso mucho m¨¢s amplio, a la independencia o la incertidumbre; y porque no corresponde a una verdadera demanda social: se habla de ello, y la gente aceptar¨ªa que se pusiera a debate, porque ETA condiciona la paz a su reconocimiento, pero s¨®lo una minor¨ªa lo considera un problema actual. En resumen, porque era Arzalluz, y no nosotros, sus cr¨ªticos de entonces, quien ten¨ªa raz¨®n al declarar, en 1978, que la autodeterminaci¨®n es una virguer¨ªa que plantea m¨¢s problemas de los que resuelve.
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