La espera del terrorista errante
Hans - Joachim Klein, compa?ero del c¨¦lebre 'Carlos', aguarda su extradici¨®n tras renegar de su pasado
Veintitr¨¦s a?os despu¨¦s del secuestro de los ministros de la OPEP en Viena, Hans-Joachim Klein, el terrorista errante, c¨®mplice de Carlos, sigue esperando la respuesta del sistema, esta vez encerrado en una celda de aislamiento de la prisi¨®n de Caen (Francia). El Peque?o Klein, como le apodaron sus compa?eros de las C¨¦lulas Revolucionarias alemanas, tiene 50 a?os, dos hijos, varios intentos de suicidio y una angustia interior que a lo largo de estas d¨¦cadas de huida permanente no ha conseguido ahogar en alcohol ni matar con sus escritos y libros. Casi puede decirse que Dirk Clausen, el pretendido corresponsal en Francia del semanario Spiegel, recibi¨® con resignaci¨®n y hasta alivio la visita de los gendarmes que el 8 de septiembre ¨²ltimo fueron a buscarle al bar La Coulande, en el peque?o pueblecito de Saint-Honorine-la-Guillaume, su ¨²ltimo refugio.Hans-Joachim Klein les esperaba porque con anterioridad, a trav¨¦s de Daniel Cohn-Bendit, el c¨¦lebre Dani el Rojo del Mayo del 68 franc¨¦s, figura de la extrema izquierda alemana, hab¨ªa mantenido contactos con los servicios de espionaje alemanes en el intento de encontrar una salida judicial menos dura y acabar con la clandestinidad. Indiferente al paso del tiempo, a las transformaciones y estragos que los a?os producen en los protagonistas de la historia, el sistema ha respondido con la correspondiente comisi¨®n rogatoria a Francia y la detenci¨®n por asesinato en complicidad. Aquel 21 de diciembre de 1975, en Viena, Hans-Joachim, apodado Angie como nombre de guerra, sali¨® de la refriega con dos balazos en el cuerpo, pero el grupo que dirig¨ªa Carlos -un James Bond en positivo, dec¨ªa entonces su camarada Klein- dej¨® en la sede de la OPEP tres cad¨¢veres antes de huir a Argel.
Mientras Angie se curaba de sus heridas en la capital argelina, su rostro pas¨® a incorporarse al paisaje de los aeropuertos, estaciones y comisar¨ªas, junto a la oferta de 50.000 marcos de recompensa.
Durante todos estos a?os de clandestinidad, en su mayor parte en Francia, Klein, un hombre de infancia atormentada por la muerte de su madre, el paso por el hospicio y los malos tratos de su padre, ha sobrevivido gracias a la red de sostenimiento montada por sus antiguos amigos y de la que tambi¨¦n form¨® parte, seg¨²n el diario Le Monde, el propio Jean-Paul Sartre y la actriz Simone Signoret. Los integrantes de esa curiosa red de apoyo vieron en el terrorista errante a un hombre entregado valientemente a una autocr¨ªtica descarnada, enclaustrado en su prisi¨®n interior, desenga?ado por el papel de mercenarios de intereses oscuros que les reservaba la deriva de los acontecimientos. Despu¨¦s de haber enviado al semanario Der Spiegel su pistola, junto a un escrito de reconocimiento p¨²blico de sus errores y el aviso de la existencia de proyectos de atentados contra dos representantes de la comunidad jud¨ªa de Berl¨ªn y Francfort, Klein se explay¨® a fondo en el diario Lib¨¦ration en una entrevista publicada en octubre de 1978. "Cuando la gente de la guerrilla declara que sus acciones est¨¢n determinadas por el amor y la solidaridad, y al mismo tiempo ponen bombas en los aviones de l¨ªnea, yo no veo", dijo, "que todo eso tenga que ver con una pol¨ªtica de izquierda".
La detenci¨®n del viejo terrorista ha levantado polvareda en Alemania, en la medida en que ha hecho aflorar su relaci¨®n a lo largo de estas d¨¦cadas con Daniel Cohn-Bendit, candidato hoy de Los Verdes al Parlamento Europeo. La antigua ultraizquierda europea de los a?os de la violencia internacionalista se ha sentido turbada, interpelada retrospectivamente, a la vista de la captura de un hombre que llevaba muchos a?os gritando soterradamente "quiero salir". Muchos de ellos firman escritos que piden que no se act¨²e implacablemente. Con su alcalde a la cabeza, los habitantes del apacible pueblecito de Sainte-Honorine-la-Guillaume reclaman que Hans-Joachim Klein pueda volver a ocupar su vieja casa de piedra. Hace tiempo que dejaron de creer que Dirk ejerciera verdaderamente de corresponsal del Spiegel, pero aprecian demasiado su compa?¨ªa, su actitud solidaria de buen vecino.
En la prisi¨®n de Caen, el preso 21.053 escribe un nuevo libro mientras espera que el tribunal local se pronuncie sobre la demanda de extradici¨®n cursada por la fiscal¨ªa alemana. Sabe que est¨¢ en la antesala de otra espera mucho m¨¢s larga en la que los delitos de asesinato con complicidad se castigan con la prisi¨®n a perpetuidad.
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