De M¨®stoles a M¨¦ridaJOAN B. CULLA I CLAR?
La melod¨ªa sonaba desde tiempo atr¨¢s en los c¨ªrculos dirigentes del PSOE, pero lo hac¨ªa con sordina y pod¨ªa parecer la querencia particular de algunos cantores aislados: Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra, que ha hecho del gesto agraviado contra los "nacionalismos burgueses" del Norte una fruct¨ªfera plataforma electoral. Gregorio Peces-Barba, aferrado a la idea de una Constituci¨®n de bronce, terminal e inamovible, y unos pocos m¨¢s. Sin embargo, ha bastado el peque?o plus de verosimilitud que la tregua de ETA proporciona a las reivindicaciones de los nacionalistas vascos, gallegos o catalanes para convertir esa tonada perif¨¦rica en el himno oficial del partido socialista. Jos¨¦ Bono lo ensayaba el pasado 30 de septiembre, ofreciendo al PP -en el solemne e ins¨®lito marco de las Cortes de Castilla-La Mancha- un pacto de Estado capaz de preservar la unidad de Espa?a de la voracidad de unos nacionalistas "crecidos en exceso". Pero fue el primer tenor de la casa, Jos¨¦ Borrell, quien consagr¨® las nuevas letra y m¨²sica -asoma "la disgregaci¨®n de Espa?a", Aznar no debe seguir cediendo a los "tr¨¢galas" de los nacionalistas, que "se le han subido a las barbas", y puede contar con el PSOE para pararles los pies- este ¨²ltimo fin de semana, en Madrid, ante una platea de lujo y un p¨²blico entregado. El manifiesto electoral aprobado simult¨¢neamente confirma, en un tono m¨¢s as¨¦ptico, el cambio de rumbo cuando se?ala, entre los cinco grandes objetivos del partido, "preservar a Espa?a como identidad pol¨ªtica, como Estado y como naci¨®n". El haber instalado, con claridad y sin ambig¨¹edades, este discurso en el mascar¨®n de proa electoral del PSOE ?convierte a su candidato presidencial en ese "sectario", "neofranquista" y "fascistoide" del que han abominado algunos adversarios? No, en absoluto; y los pol¨ªticos en general deber¨ªan aprender que el exceso verbal en la cr¨ªtica del contrincante es un bumer¨¢n que siempre acaba golpeando la cara de quien lo lanz¨®. Borrell, sencillamente, ha practicado la coherencia personal, pero sobre todo el c¨¢lculo. En un contexto europeo donde sus referentes -Blair, Schr?der...- invocan y cultivan cada vez con menos complejos el centrismo, ante un Partido Popular que se afana tambi¨¦n en poseer el m¨¢gico talism¨¢n del centro, y por tanto enfrentado a la dificultad creciente de desarrollar una confrontaci¨®n tradicional izquierdas-derechas, el aspirante a La Moncloa puede haber cre¨ªdo que ese mill¨®n de electores moderados determinante del resultado final de unas generales ser¨¢ sensible a quien prometa defender con m¨¢s energ¨ªa los prestigios y las preeminencias del poder central y poner coto a las "reivindicaciones extremas" de Converg¨¨ncia i Uni¨® (CiU), Partido Nacionalista Vasco (PNV) y compa?¨ªa. Borrell y su estado mayor piensan seguramente que, al t¨¦rmino de un cuatrienio de Aznar mediatizado por Pujol y Arzalluz, y m¨¢s a¨²n ante el v¨¦rtigo de lo desconocido que provocan los acontecimientos de Euskadi, el espantajo de la "disgregaci¨®n de Espa?a" puede sustituir con ventaja a otros asuntos -las libertades, las pensiones, la pol¨ªtica laboral...- sobre los que el paso del PP se ha mostrado menos devastador que el del caballo de Atila. Si el PSOE necesita una imagen efectista que reemplace al doberman de 1996, ?por qu¨¦ no una bandera rojigualda a punto de ser desgarrada, mientras Aznar mira hacia otro lado? Se trata, desde luego, de una apuesta leg¨ªtima, que entronca con corrientes anchas y profundas de la cultura pol¨ªtica espa?ola contempor¨¢nea, incluyendo las liberales e izquierdistas, y de cuyo ¨¦xito o fracaso s¨®lo podr¨¢n dar cuenta, en su d¨ªa, las urnas. Entretanto, Pasqual Maragall avizora las urnas catalanas y, encajonado entre borrellistas y autodeterministas, trata de preservar un perfil propio con propuestas m¨¢s o menos imaginativas. La ¨²ltima de ellas, hasta hoy, es la que podr¨ªamos denominar "f¨®rmula 3-14": seg¨²n el ex alcalde, habr¨ªa que impulsar una relectura -y eventualmente una reescritura- de la Constituci¨®n que reconozca de modo expl¨ªcito la existencia, dentro del Estado espa?ol, de 3 naciones y 14 regiones, se supone que dotadas, unas y otras, de capacidades pol¨ªticas y desarrollos de competencias bien diferenciados. Aun acolchada como est¨¢ por sus propias vaguedades e inconcreciones, la idea de Maragall suscitar¨ªa, si fuese tomada en serio, un viv¨ªsimo debate pol¨ªtico y territorial en el conjunto del Estado. Porque entre esas "14 regiones" donde el precandidato del Partit dels Socialistes (PSC) coloca todo lo que no es Galicia, el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a se hallan, sin ir m¨¢s lejos, las islas Baleares y el Pa¨ªs Valenciano; y no creo que ni siquiera sus correligionarios en esas comunidades aceptaran de buen grado verse reducidos al rango formal y expl¨ªcito de "regi¨®n" -de regi¨®n espa?ola, se presume- por una reforma o un retoque constitucional. Ello, por no hablar de lo que opinar¨ªan al respecto muchos aragoneses, algunos andaluces, bastantes canarios, etc¨¦tera. Ese debate, empero, no va a producirse. Cuando present¨® en Madrid la f¨®rmula 3-14, Maragall reivindic¨® para el PSC el protagonismo en estos asuntos y asegur¨® que los compa?eros socialistas del resto de Espa?a ser¨ªan sensibles a sus planteamientos, aunque en un rapto de franqueza advirti¨® que no iba a ser f¨¢cil conseguirlo. Pero de lo dif¨ªcil a lo imposible hay un trecho, y el PSOE lo ha recorrido en apenas siete d¨ªas. Primero, Borrell se puso en plan alcalde de M¨®stoles -"espa?oles: la patria est¨¢ en peligro..."- y arrastr¨® tras ¨¦l a toda la c¨²pula del partido. Despu¨¦s, los presidentes socialistas de Andaluc¨ªa, Extremadura y Castilla-La Mancha se han reunido en M¨¦rida y, tras afirmar sin rubor alguno la identidad entre los intereses de sus territorios y los de Espa?a, han dicho fuerte y claro que ni relectura, ni reescritura, ni nuevo pacto constitucional, ni federalismo, ni ninguna otra medida diferenciadora entre comunidades; defensa encarnizada de un statu quo que les favorece, y a discutir del asunto en la Comisi¨®n General de Autonom¨ªas del Senado, all¨ª donde Catalu?a, La Rioja y Melilla gozan exactamente de la misma posici¨®n. No est¨¢ mal, para una semana de precampa?a.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es profesor de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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