Ian Gibson, el ¨²ltimo viajero rom¨¢ntico
E l tiempo no le ha quitado a este hombre el aspecto de guiri despistado que, en cualquier momento, puede ser v¨ªctima de la codicia de un taxista desaprensivo. Sin embargo, nadie considera extranjero a este dublin¨¦s. Desde 1984 tiene nacionalidad espa?ola, pero eso es lo de menos. Ha conseguido algo m¨¢s dif¨ªcil: la naturalizaci¨®n que otorgan los propios paisanos. Hace mucho que Ian Gibson es Juan Jipson o Juan Guipson -que de ambas maneras se pronuncia ahora su nombre-, como Gerald Brenan fue Don Geraldo Brenan o, en el siglo pasado, George Borrow, el hombre que lleg¨® a Espa?a para vender Biblias, fue rebautizado como Don Jorgito el Ingl¨¦s. Ian Gibson forma parte de la ¨²ltima oleada de viajeros rom¨¢nticos que llega a Espa?a. La primera, en el siglo XIX, estaba compuesta por buscadores de escenarios ex¨®ticos y alg¨²n viajero accidental como Don Jorgito el Ingl¨¦s. La ¨²ltima es la de los hispanistas, esa casta de investigadores intrigados por el enigma de c¨®mo un pueblo amable y alegre como el espa?ol puede matar con tanta sa?a como lo hizo durante la guerra civil. En una Espa?a en la que estaba prohibido conocer el pasado, los hispanistas sab¨ªan m¨¢s de nosotros que nosotros mismos. Gibson se hizo hispanista por accidente. Estaba estudiando literatura francesa en el Trinity College de la ciudad de Dubl¨ªn cuando se vio obligado a elegir una segunda lengua extranjera y escogi¨® el espa?ol. A los 18 a?os, descubri¨® el Romancero gitano de Federico Garc¨ªa Lorca y decidi¨® a hacer su primer viaje a Espa?a. As¨ª comenz¨® su dedicaci¨®n, que ahora se ha extendido a Dal¨ª y que probablemente, de manera natural, se prolongar¨¢ en otros estudios sobre Luis Bu?uel. A mediados de los sesenta, Gibson decide hacer su tesis doctoral sobre Federico Garc¨ªa Lorca y en 1965 viaja a Granada con su mujer para recoger material. El estudio sobre las circunstancias del fusilamiento de Lorca se convierte en un trabajo m¨¢s detectivesco que acad¨¦mico. Se encuentra con una ciudad y un pa¨ªs que se sienten avergonzados por la muerte del poeta y con unas pocas investigaciones previas en las que abundan las pistas falsas. En 1971 publica un libro en el que recoge las conclusiones de su tesis. Se llama La represi¨®n nacionalista de Granada en 1936 y la muerte de Federico Garc¨ªa Lorca. El libro fue prohibido en Espa?a, pero la edici¨®n publicada en castellano, en Par¨ªs, por Ruedo Ib¨¦rico se hizo muy popular entre los antifranquistas. Profesor universitario en Belfast, primero, y en Londres, despu¨¦s, en 1975 Gibson inicia su marcha hacia el sur. Primero se establece en Francia y luego, tres a?os despu¨¦s, se va a vivir a Madrid. Curiosamente, como si saldara su pasado, publica entonces el ¨²nico libro suyo que nada tiene que ver con Espa?a, con Lorca o con la guerra civil: El vicio ingl¨¦s, un ensayo que estudia las peculiaridades sexuales de la clase dirigente brit¨¢nica. Ya en Espa?a, sigue ahondando en sus investigaciones sobre la guerra del 36. Son los a?os de la transici¨®n cuando los espa?oles empiezan a conocer su pasado y, en ese ambiente, los trabajos de Gibson tienen una importancia que excede el inter¨¦s acad¨¦mico. Se ocupa de Jos¨¦ Antonio, Calvo Sotelo o la represi¨®n en Paracuellos del Jarama (Madrid). Este ¨²ltimo trabajo -Paracuellos, c¨®mo fue- exculpa al entonces l¨ªder del PCE, Santiago Carrillo, a quien el franquismo acus¨® de haber matado a miles de personas. Hace tiempo ya que Espa?a es para ¨¦l bastante m¨¢s que un simple objeto de curiosidad acad¨¦mica. Se pronuncia con cierto apasionamiento sobre los temas pol¨ªticos espa?oles e interviene incluso en debates urban¨ªsticos: ¨¦l fue uno de los cr¨ªticos m¨¢s feroces de la circunvalaci¨®n hecha en Granada por el Ayuntamiento socialista que afect¨® al entorno de la Huerta de San Vicente. Su compromiso le lleva a figurar como independiente en las ¨²ltimas elecciones municipales en las listas del PSOE como candidato a concejal del peque?o pueblo de Rest¨¢bal, al sur de Granada, en el que se instal¨® con su familia huyendo del agobio de Madrid. Los que lo conocen dicen que m¨¢s que un gesto de intencionalidad pol¨ªtica fue simple producto de su pragmatismo: quer¨ªa dotar de vida cultural al pueblo en el que viv¨ªa y acept¨® la oferta de los socialistas. No sali¨® elegido, pero colabora igualmente con el Ayuntamiento. Hasta llegar a Rest¨¢bal, Gibson se hab¨ªa ocupado como historiador de los momentos m¨¢s duros de la reciente historia espa?ola, pero es probable que no encontrara nunca antes m¨¢s incomprensi¨®n -al menos, entre algunos de sus amigos- que cuando decidi¨® inocentemente formar parte de las listas socialistas del peque?o pueblo granadino. Eran los tiempos de la crispaci¨®n y sus efectos llegaban hasta Rest¨¢bal. Ha sido en Rest¨¢bal donde Gibson ha escrito su ¨²ltima obra, la gran biograf¨ªa de Dal¨ª cuya investigaci¨®n le llev¨® cinco a?os. Dicen que est¨¢ muy hecho a la vida del peque?o pueblo y que cada d¨ªa se acerca menos a Granada, en donde es un personaje popular hasta el agobio. Gibson no es s¨®lo el ¨²ltimo ejemplo de la casta de los hispanistas, sino que su caso supone una aut¨¦ntica mutaci¨®n: hace mucho que no mira esta tierra con los desapasionados ojos de un extranjero.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.