Hacia una vieja novela
La novela, qu¨¦ duda cabe, es una invenci¨®n espa?ola. La picaresca no tiene antecedentes en la Antig¨¹edad, como quieren los que proponen El asno de oro o esa combinaci¨®n de amor y humor que es El satiric¨®n. Pero la novela moderna surgi¨® como parodia de los libros de caballer¨ªa. Sin embargo, Cervantes, que es de una inteligencia prodigiosa y hace prodigios con su escritura, llama a Don Quijote libro y no novela. Aunque quiere ser "el primero que ha novelado en lengua castellana". Lo dice en su pr¨®logo a las Novelas ejemplares, que no son novelas, sino cuentos o novellas. Llama la atenci¨®n que Cervantes nunca recuerda al Infante Juan Manuel y su Conde Lucanor, cuyos ejemplos (l¨¦ase cuentos) anteceden a los de su declarado maestro Boccaccio. El Quijote es, por otra parte, la culminaci¨®n de la novela picaresca. ?Ser¨¢ esto lo que la hace desaparecer de Espa?a, pero no de Inglaterra ni de Francia, en los siglosXVIII y XIX?Como ha demostrado Cervantes con sus novelas dentro de la novela, en la novela todo cabe. Desde la pretensi¨®n de realidad factual de Robinson Crusoe hasta la parodia con la salvaje indignaci¨®n de Swift en Los viajes de Gulliver. Pero el realismo puede ser un arma peligrosa en manos del autor, y de sus lectores. Los ¨²ltimos apedrearon la casa de Defoe cuando confes¨® a un periodista temprano que Crusoe no era real. Lo hab¨ªa inventado todo: viajes, naufragio, la isla. Estamos ante la realidad como un fracaso de la invenci¨®n. Cervantes no sufri¨® tal repudio y, sin embargo, en el mismo comienzo del Quijote ("En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme") hay una declaraci¨®n astuta: recordada y al mismo tiempo un fracaso voluntario de la memoria. Desde entonces se le cita como un modelo de inicio.
La novela no es un g¨¦nero (aunque haya g¨¦neros en Quijote dentro de la novela), sino una forma literaria, como la poes¨ªa o el teatro. Vaticinar o aceptar el vaticinio de que la novela ha terminado es como decir que la poes¨ªa est¨¢ acabada o el teatro agoniza. Se puede decir que subg¨¦neros como la novela pastoril o la novela ¨¦pica, de caballer¨ªa o no, no existen porque no tienen ya sentido o queda de ella solamente la parodia, como en Don Quijote. Aceptar que estamos leyendo muertos es prepararse para que uno de esos "cad¨¢veres exquisitos" acabe por resucitar para ser condenado al mismo tiempo a una ultratumba literaria.
Hay un posible regreso a Dickens, maestro absoluto de la novela inglesa, que supo aceptar las limitaciones de la forma uni¨¦ndola a un sentido del humor que gana a los cr¨ªticos todav¨ªa y a la vez consigue nuevos lectores. Por supuesto que hay un fen¨®meno surgido de la novela y no es la industria de best-sellers. Se llama cine. El cine sabe (o ha aprendido) contar y lo demuestra volviendo a contar libros de ¨¦xito popular, como es el caso de Parque jur¨¢sico. Por otra parte, el cine est¨¢ presente, contando, animando a la novela desde 1915, cuando D. W. Griffith estrena El nacimiento de una naci¨®n, pel¨ªcula de un gran ¨¦xito, mayor que la novela que lo origina, y al mismo tiempo transforma una novela mediocre en triunfo y origen de la forma de narrar en el cine.
La novela ha tenido, eso s¨ª, inn¨²meros avatares. Uno de ellos, americano, tuvo su anuncio invertido proferido por un ensayista peruano, Luis Alberto S¨¢nchez, que acu?¨® una vez una frase que lo hizo c¨¦lebre -por un tiempo-. Dijo S¨¢nchez: "Am¨¦rica, novela sin novelista". Si vive debe haber lamentado su lema, porque si algo ha habido en Am¨¦rica en los ¨²ltimos a?os ha sido una pl¨¦tora de novelas, cada una con su novelista adjunto. As¨ª comenz¨® el mal llamado boom de los a?os sesenta que no ha muerto todav¨ªa. Aunque algunos tienen que darle al difunto respiraci¨®n de boca a boca -en vez de, como sol¨ªa, de boca en boca-.
Los novelistas anglosajones, aun los de m¨¢s ¨¦xito, sobre todo los de m¨¢s ¨¦xitos como Dickens, jam¨¢s crean escuela o emiten programas ad hoc. Los novelistas franceses, por el contrario, siempre crean escuela o dejan estela, como Flaubert con su m¨ªnima m¨¢xima "le mot juste", pidiendo lo imposible: la palabra exacta. Su lema era todo un problema. Emile Zola crea el naturalismo y una escuela literaria -el naturalismo-. Pero el futuro de la novela, francesa o no, no est¨¢ en la est¨¦tica de Robbe-Grillet hecha expl¨ªcita en su ensayo Hacia una nueva novela. Robbe-Grillet ha dejado de escribir y ahora hace pel¨ªculas pobladas por modelos sinuosas que hablan con la voz del autor. Sin embargo, ni siquiera la novela, nueva o no, ha muerto. Siguiendo a Cervantes y a Petronio, hay que estar por una vieja novela. Es decir, la que se ha mostrado, todav¨ªa se muestra, como una religi¨®n, siempre eterna.
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