Herreros vuelve a iluminar al Madrid

La historia se repite. D¨ªa s¨ª, d¨ªa tambi¨¦n. Machaconamente. El discurso del Madrid empieza a ser memorizable. Ense?a momentos deslumbrantes, en los que llega a seducir, e impone un r¨¦gimen dictatorial bajo los tableros. Pero de golpe y porrazo baja la guardia y se queda preso de una extra?a somnolencia. Su rival, cualquier rival, se levanta de la lona y ve el cielo abierto. Ahora o nunca. La dictadura muere, la ventaja mengua y empieza otro partido. Ya no hay seducci¨®n. Es entonces cuando Clifford Luyk comienza a desesperarse ante tanta dadivosidad. El asunto se resuelve de manera autom¨¢tica: toca apretar en defensa... y encomendarse a Herreros. Las apariciones del que es, y as¨ª lo atestiguan los n¨²meros, el mejor jugador de esta Liga, son demoledoras. Dice basta Herreros, afina la punter¨ªa y ah¨ª mueren las penurias de los blancos. Y muere tambi¨¦n la ilusi¨®n del rival, de cualquier rival. Herreros s¨®lo hay uno y por eso el l¨ªder es el Real Madrid.

Pero la solvencia del grupo de Luyk no se mide s¨®lo por los puntos de Herreros. No hay equipo con mayor poder bajo el aro. 42 rebotes captur¨® el Madrid por 26 del C¨¢ceres. Esa diferencia deber¨ªa haber resultado suficiente para construir una victoria estruendosa. Pero no. El cuadro blanco perdi¨® 19 balones, por cinco de su rival. Es un dato disparatado, que dice muy poco en cuanto al poder de direcci¨®n de un equipo al que s¨®lo Lasa maneja con cierto criterio.

La fortaleza de Tinkle y los puntos de Para¨ªso y Nix mantuvieron entero al C¨¢ceres, que consigui¨® su mayor ventaja mediada la primera parte (15-22). Luyk cerr¨® el grifo en defensa, donde propuso infinidad de soluciones. Se recompuso as¨ª el Madrid, que vivi¨® el descanso con tranquilidad (44-36). No se vino abajo el C¨¢ceres, pese a la pobreza de su banco, y el partido se movi¨® en diferencias cortas. Hasta que a falta de 12 minutos, con 61-57 en el marcador, a Herreros le entr¨® el arrebato. Clav¨® un triple, clav¨® otro, rob¨® un bal¨®n y dio una asistencia. Se fue al banquillo entre el jolgorio general, pero tuvo que volver. El C¨¢ceres achuchaba y el l¨ªder de la ACB, a d¨ªa de hoy, no sabe estar sin Herreros, sin su l¨ªder.