Espejismo
Casi todas las encuestas pronostican un triunfo nacionalista en los inmediatos comicios vascos. Es verdad que IU y EA sufren importantes hemorragias, vi¨¦ndose obligadas a devolver los votos prestados que hasta ahora usufructuaban: aqu¨¦lla en beneficio de EH (antes HB), ¨¦sta otra a manos del PNV. Pero su anunciado descenso no parece lo bastante importante como para contrarrestar los incrementos que esperan PNV y sobre todo HB, como premio al indudable ¨¦xito pol¨ªtico que ambas formaciones han obtenido convenciendo a ETA para que suspenda sine die su coacci¨®n criminal. Los partidos espa?olistas, por su parte, se conformar¨ªan con mantener sus actuales posiciones, adelant¨¢ndose quiz¨¢s el PP al primer puesto del frente estatal si logra fagocitar a Unidad Alavesa. Esto les debe resultar muy descorazonador, pues las expectativas que abrigaban antes de la tregua era mucho m¨¢s triunfalistas, esperando acorralar al PNV y hundir a HB gracias al esp¨ªritu de Ermua. Pero el ¨¦xito del t¨¢ndem Egibar-Otegi, generando el esp¨ªritu de Lizarra (o efecto Estella), ha roto todas las expectativas.
?Podr¨ªa surgir alguna sorpresa? Es posible. Interviene aqu¨ª un factor esencial, que es la tasa de participaci¨®n. Y la sorpresa saltar¨ªa si descendiese mucho la abstenci¨®n (que es habitualmente elevada en elecciones auton¨®micas), pues se conf¨ªa en que indecisos y absentistas voten espa?ol en vez de nacionalista. Sin embargo, esto tampoco est¨¢ tan claro. Es verdad que, probablemente, la participaci¨®n aumentar¨¢. La tregua ha favorecido un claro descenso del nivel de intimidaci¨®n, permitiendo que muchos electores potenciales del PP o el PSE, que hasta hoy desist¨ªan de votar, se atrevan a hacerlo ahora. Y adem¨¢s, las expectativas de pacificaci¨®n y el temor a que triunfe el independentismo han elevado mucho el inter¨¦s de estos cruciales comicios.
De ah¨ª que muchos electores normalmente abstencionistas quiz¨¢s opten esta vez por votar, tomando la cuesti¨®n como un asunto propio. Lo que no est¨¢ claro es si estos votantes domingueros votar¨¢n o no espa?olista. Se dice que la mayor participaci¨®n beneficia a los partidos estatales, pero no siempre ha sido as¨ª. En el a?o 1986, como consecuencia de la guerra sucia de los GAL, se produjo la situaci¨®n opuesta: fueron las auton¨®micas vascas de mayor participaci¨®n electoral, pero produjeron la victoria nacionalista m¨¢s aplastante, recaudando HB 200.000 votos. ?Qu¨¦ suceder¨¢ en esta ocasi¨®n? ?Se impondr¨¢ el voto del miedo, que beneficia a los estatalistas, o el voto de agradecimiento, que premia a quienes se arrogan haber alumbrado la paz?
Se recordar¨¢ el caso de Churchill: una vez firmada la paz, tras la victoria de los dem¨®cratas sobre los nazis que puso fin a la IIGuerra Mundial, los brit¨¢nicos le agradecieron los servicios prestados premi¨¢ndole con una derrota electoral. Pero Arzalluz no es Churchill, ni tampoco ha contribuido al triunfo del Estado de derecho sobre el terrorismo nacionalista. Antes al contrario, ha logrado por arte de birlibirloque transformar la virtual derrota de ETA en una victoria de su programa independentista: y ello sin m¨¢s que rebautizar sem¨¢nticamente su rendici¨®n como pacificaci¨®n, dando una salida digna a los 100.000 vascos que segu¨ªan dispuestos a votar a matar.
Semejante ficci¨®n teatral ha vuelto a elevar la autoestima de la ciudadan¨ªa vasca, que ¨²ltimamente se encontraba humillada, envilecida y degradada, permiti¨¦ndole salvar su honra calderoniana. Por eso, lo m¨¢s probable es que lo agradezca premiando al PNV y HB con un triunfo electoral. Ahora bien, que no se haga ilusiones Arzalluz, pues la rentabilidad pol¨ªtica que a corto plazo pueda reportarle la pax vascona podr¨ªa revelarse como un espejismo m¨¢s tarde, si los electores decidieran alg¨²n d¨ªa rectificar. Todo depender¨¢ de la ignaciana habilidad esquizoide que sepa desplegar el PNV para asumir el programa rupturista de ETA, tal como se ha comprometido a hacer en Estella, y gobernar al mismo tiempo la moderna, plural y centrada sociedad vasca.
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