La noche rota de Kosovo
De guardia con la polic¨ªa serbia en las l¨ªneas de choque con la guerrilla del ELK
ENVIADO ESPECIALLa guerrilla independentista albanesa del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n de Kosovo (ELK) parece haber puesto en marcha una t¨¢ctica de provocaci¨®n y hostigamiento contra los polic¨ªas serbios, con la intenci¨®n de sacarles de sus casillas y, por lo menos, no dejarles dormir en paz. R¨¢fagas de armas autom¨¢ticas, e incluso ruido de alguna que otra granada, rompen el silencio de la noche e indican que en puntos m¨¢s o menos cercanos se produce alguna escaramuza o intercambio de disparos entre la polic¨ªa y el ELK.
El centro de prensa serbio de Pristina, la capital de la provincia serbia de Kosovo, permiti¨® a una docena de periodistas pasar la noche del mi¨¦rcoles al jueves en puestos de la polic¨ªa serbia, situados a s¨®lo medio kil¨®metro de la guerrilla del ELK, en la regi¨®n de Magura y el parque nacional de Lipovica. Magura, un n¨²cleo rural de 17.000 habitantes, se encuentra a s¨®lo 15 kil¨®metros al suroeste de Pristina. Desde las colinas cercanas los puestos serbios dominan la zona. En Vrsevackobrdo, uno de los cerros, recuperado tan s¨®lo hace tres semanas por los serbios, prestan servicio, en turnos de 10 d¨ªas, media docena de polic¨ªas.
En un chamizo, enmascarado bajo las ramas de ¨¢rboles, los polic¨ªas serbios han construido su vivienda. Con un rasgo de humor, han escrito un cartel que dice "?Bienvenidos al hotel!". El interior se encuentra dividido en dos partes: una sirve de antesala y la otra para dormir, en compa?¨ªa de centenares de moscas y unos ratones que parecen formar parte del decorado. Una estufa de le?a calienta el dormitorio colectivo, en una noche helada y con un cielo plagado de estrellas. Cada tres horas, los polic¨ªas se relevan, entran en medio de resoplidos al calor de la estufa y se tumban a dormir.
La media docena que se encuentran all¨ª de servicio, en primera l¨ªnea ante un enemigo invisible, pero que saben presente, a s¨®lo medio kil¨®metro, parecen campesinos uniformados. No quieren dar sus nombres, pero no tienen inconveniente en hablar de sus familias e incluso en enzarzarse en un conato de discusi¨®n pol¨ªtica, cuando preguntan al periodista: "?Usted estar¨ªa dispuesto a que le quitaran un trozo de su patria?".
De los tres que a la medianoche se encuentran de reposo, dos est¨¢n casados y proceden de Kosovo. El tercero, un joven de 24 a?os, esta soltero y naci¨® en Nis, una ciudad serbia cerca de Kosovo. Uno de los casados, de 45 a?os y con cuatro hijas, dice que "los terroristas nos atacan muchas veces, hasta con granadas y morteros". No se queja del sueldo, "podemos vivir un poco mejor que la gente. Los salarios son bajos en Yugoslavia". Asegura el polic¨ªa que siente un miedo normal y su familia, que vive en un pueblo cercano, se sentir¨ªa en peligro "si las fuerzas se retiran de Kosovo". Afirma que tiene amigos albaneses y piensa quedarse toda la vida en Kosovo. A la pregunta de si se quedar¨ªa si Kosovo consigue la independencia, replica con gesto contundente: "Kosovo nunca ser¨¢ independiente. No lo daremos a nadie".
El polic¨ªa soltero dice que vino voluntario a Kosovo y al principio le result¨® dif¨ªcil, pero ahora le gusta el trabajo. La vida que llevan le parecer¨ªa dura a la gente normal, pero ellos la soportan. Explica que en un a?o ya encontr¨® amigos en Kosovo, pero se r¨ªe ante la pregunta de si se casar¨ªa con una albanesa: "Nunca pens¨¦ en ello".
Sacos terreros refuerzan el chamizo y en sus alrededores se encuentran varias trincheras. Los polic¨ªas van provistos de subfusiles ametralladores AK-47 y disponen de prism¨¢ticos y un fusil con rayos infrarrojos, que permite ver en la noche y disparar contra posibles enemigos. Pasada la una de la madrugada, se escuchan lejanas las primeras r¨¢fagas. En un momento, avanzada la noche, se sienten m¨¢s cercanos y el polic¨ªa de m¨¢s edad adopta una postura de alerta con el subfusil en la mano. Tarda en amanecer, porque una densa niebla envuelve toda la colina. En la radio del chamizo, una emisora serbia emite una canci¨®n espa?ola cuando llega el comandante Nicola Ilic, de 40 a?os, para recoger a los cuatro periodistas que pasaron all¨ª la noche.
El segundo grupo experiment¨® emociones m¨¢s fuertes en uno de los edificios del parque nacional de Lipovica. Pasadas las tres de la madrugada, una lluvia de disparos se estrell¨® contra los muros del edificio. Los polic¨ªas, que dorm¨ªan dentro, saltaron de sus camas y replicaron al fuego que les ven¨ªa del bosque. El comandante Ilic les gritaba que no disparasen, para que el ELK no advirtiese sus posiciones y al mismo tiempo mostrar a los periodistas que los serbios no responden a las provocaciones. Los disparos se repitieron en otras dos ocasiones.Ilic tiene la lecci¨®n bien aprendida y explica: "Los terroristas atacan m¨¢s desde la firma del acuerdo entre Holbrooke y Milosevic".
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