El piropo terrorista
A nosotras, las que escribimos, se nos piropea. Al fin y al cabo, tambi¨¦n somos mujeres y se nos nota. Podr¨ªamos meternos a peluqueras, a enfermeras o a cazadoras de leones en la campi?a africana -cualquier profesi¨®n es m¨¢s femenina-, pero no, a nosotras nos da por escribir, y eso a un piropeador le molesta. Al piropeador profesional lo que le gusta es ver a una mujer-mujer, que se pinta las u?as como Dios manda: a conciencia, y no mientras ojea El pensamiento salvaje de Levi-Strauss o, mismamente, garrapatea estas l¨ªneas. Al piropeador profesional estas l¨ªneas siempre le parecer¨¢n menos importantes que una buena manicura francesa, as¨ª que se dedica a eso que Carmen Posadas ha definido como "el piropo terrorista". El piropo terrorista es esos de: - "Anda, mujer, con lo mona que t¨² eres y los ojos tan grandes que tienes, c¨®mo te vas a quemar las pesta?as escribiendo novelones". O: - "Venga, bonita, no sufras tanto con la estructura de tu libro, que se te pone la cara fea". Del piropo terrorista se deduce que si una compone sonetos, corre el serio peligro de quedarse para vestir santos. O que a una se le puede quedar la cara cubista, y entonces componer sonetos no le servir¨¢ de nada: si tiene la cara cubista ?qui¨¦n se los va a publicar? El piropo terrorista es una instituci¨®n. Algo que viene a demostrar lo dif¨ªcil que es escribir y ser mujer al mismo tiempo, como bucear sin taparse la nariz o cantar en la mesa. Si escribes bien, dicen que es porque eres fea; si escribes mal, dicen que con lo mona que eres, qu¨¦ co?o quieres. Si escribes bien y eres guapa, se apresuran a informarte de que pronto se te pasar¨¢; una de dos: o terminas publicando en la colecci¨®n Jazm¨ªn o el rimmel se te lic¨²a y tienes que abandonar la sala. Tarde o temprano el cerebro se te reblandecer¨¢ y escribir¨¢s peor que tu abuela, que era tu abuela y era toda una se?ora, pero qu¨¦ mal escrib¨ªa, la pobre; o bien sufrir¨¢s el efecto devastador de alguna enfermedad tropical y la cara se te llenar¨¢ de ronchas. Entonces, de nada servir¨¢ recurrir a la cirug¨ªa: ?qu¨¦ escritora seria se opera? Las escritoras serias hacen como la Beauvoir, que se puso un turbante y as¨ª disimulaba. En ning¨²n caso van por ah¨ª mir¨¢ndose al espejo. Eso es para las azafatas de vuelo o las cajeras de supermercado, mujeres normales y corrientes que no tienen que poner cara de intelectual, ese m¨ªtico gesto de estre?imiento contenido del que los varones sacan tanto provecho. Nosotras, las que escribimos, lo tenemos bastante crudo. Los hombres que escriben conviven con la cr¨ªtica. Nosotras, con la cr¨ªtica y con nuestra cara. Una se sube para recoger un premio y siempre hay alguien que se r¨ªe por lo bajinis y dice: "Qu¨¦ bien escribe y qu¨¦ fea es". ?se es el que nos perge?a pr¨®logos, nos pide aut¨®grafos y nos pone por las nubes en las tertulias. Una se sube para recoger un premio y alguien se levanta y, al estilo de Miguel Ligero en Nobleza baturra, con los brazos en jarras, grita: "!guapa?". ?se es nuestro admirador, el peor de todos. Primero nos echa un piropo terrorista y despu¨¦s, cuando una flaquea y sopla el viento sur, se nos mete en la cama. De ah¨ª, por fastidiar, s¨®lo sale cuando bajan las ventas.
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