El dictador ya no tiene quien le escribaNURIA AMAT
Con la detenci¨®n del general Pinochet -acabe como acabe el asunto- la literatura est¨¢ de enhorabuena. Y eso es as¨ª por varias razones. El dictador chileno, al igual que tantos otros dictadores en el mundo, ha generado r¨ªos de tinta y sangre en contra de su figura de crueldad reconocida as¨ª como sobre los muertos, desaparecidos, torturados y exiliados que cayeron bajo su bota presidencial y golpista. Porque Pinochet, para desgracia nuestra, es tambi¨¦n un poco nuestro dictador. No quiero decir con ello que sea el dictador preferido de novelistas y escritores. Cuando es hora de escribir y denunciar relatos genocidas, todos los dictadores se parecen. Brotan de un molde com¨²n. Todos son igualmente detestados y menospreciados por la escritura, esa marca imborrable que retrata el alma y la profunda verdad de las palabras. Pero a Pinochet, los escritores de este pa¨ªs lo hemos sentido como una dram¨¢tica y rid¨ªcula prolongaci¨®n de Franco. Cuando Franco mor¨ªa, como fue cierto que finalmente termin¨® muriendo, su leyenda negra y devastadora la vimos resucitar de nuevo en la figura de otro dictador, chileno para m¨¢s se?as, de nombre Pinochet. Entretenidos en disfrutar de una libertad desconocida, los escritores de mi generaci¨®n, por aquello de que el olvido nunca olvida, apenas quisimos hacer referencia a Franco en nuestros libros y novelas. Escribir sobre el dictador pod¨ªa significar de alg¨²n modo un involuntario intento de perpetuar su imagen. Mientras los de aqu¨ª nac¨ªamos a la libertad buscada y esperada, en Chile, Argentina y Uruguay aparecieron de pronto distintas versiones de dictadores que eran r¨¦plicas de un mismo dictador vestido con uniformes distintos. La literatura reinici¨® as¨ª su tremenda carrera de testimonio y denuncia. Los escritores exiliados empezaron a recorrer el mundo. Y fueron tantos, siguen siendo tantos que a partir de ahora parece como si la condici¨®n de exiliado suponga un requisito b¨¢sico para convertirse en escritor. La literatura de este siglo que termina ha dedicado la mayor parte de sus p¨¢ginas a la narraci¨®n de las crueldades cometidas por ese dictador modelo, caricatura y prototipo de tantos dictadores. La literatura, en lugar de inquietarse sobre la supervivencia de sus g¨¦neros narrativos, podr¨ªa empezar a preguntarse qu¨¦ hubiera sido de ella sin la presencia constante de estos m¨²ltiples actores de la barbarie. Muchos escritores que tuvieron la valent¨ªa de anunciarlo en su d¨ªa o preverlo en el tiempo fueron callados y asesinados por orden de esas garras de hierro. Por fortuna ha habido otros (e incluir¨ªa aqu¨ª a grandes escritores y escritoras de esta segunda mitad de siglo) que consiguieron transformar el silencio del miedo a la bestia en un vocer¨ªo portentoso y eterno. Si la literatura no ha muerto, tal vez sea precisamente por su condici¨®n de arma arrojadiza, acaso la mejor arma de respuesta y rebeld¨ªa en contra de cualquier clase de dictadura. Lo terrible es que esta arma que apunta alto y fino sea siempre de acci¨®n retardada. Pero hoy la literatura est¨¢ de celebraci¨®n festiva porque finalmente un dictador, en condiciones normales de la vida ordinaria, ha sido detenido con la intenci¨®n de procesarlo por sus cr¨ªmenes. La literatura est¨¢ encantada porque la mejor novela nunca escrita se ha adelantado a sus deseos memor¨ªsticos. La literatura est¨¢ asombrada porque un hecho tan evidente y esperado como puede ser la detenci¨®n y posible juicio a un dictador nunca, que yo tenga noticia, fue narrado previamente. Los miles de libros escritos para dejar memoria de los horrores del siglo jam¨¢s inventaron una historia parecida a la que ahora est¨¢ viviendo el mundo con la detenci¨®n del general Pinochet. Se dice que la literatura es un arte prof¨¦tico por excelencia. A prop¨®sito de este don literario de predecir las cosas, George Steiner, uno de los mejores sabios y eruditos de estos tiempos, me coment¨® una vez: "Siempre me pareci¨® raro que ning¨²n escritor hubiera anunciado en sus libros la futura ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Es tal vez el ¨²nico acontecimiento de la historia que la literatura no ha avanzado en sus p¨¢ginas cual es su costumbre". Si la detenci¨®n de Pinochet es un asunto hist¨®rico, tal como nadie puede dejar de ver a estas alturas, en esta ocasi¨®n la literatura tambi¨¦n lo ha pasado por alto. Lo m¨¢s deseado en la imaginaci¨®n de tantos individuos nunca fue escrito. Es posible que este silencio literario que ahora nos sorprende quede explicado con el argumento de inverosimilitud que pueda tener una historia como ¨¦sta. El deseo de que un dictador fuera por fin detenido y juzgado en condiciones ordinarias, fuera de una revoluci¨®n, se ve¨ªa siempre como algo imposible. Impensable, en suma. Lo que no tiene apariencia de verdad nadie se atreve a novelarlo por temor a escribir con ello un mal libro. Por el contrario, aquello que la literatura aparta de sus p¨¢ginas dado su cariz inveros¨ªmil puede, sin embargo, llegar a acontecer en la vida real y ser vivido entonces como la cosa m¨¢s natural del mundo. La literatura es la enemiga m¨¢s feroz y casquivana de todas las dictaduras. En literatura se dice que esto que llaman imaginaci¨®n no es nada m¨¢s que la distracci¨®n de la memoria. Que eso entendido como verdad son sombras subjetivas de dolor, cicatrices de la herida. Pero, ahora, con la detenci¨®n de Pinochet la literatura est¨¢ de fiesta. Y cuando la literatura est¨¢ de fiesta, por suerte para ella, no escribe.
Nuria Amat es escritora.
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