La verdad duele
EL ESCRUTINIO p¨²blico del pasado al que se ha sometido Sur¨¢frica ha venido a demostrar una vez m¨¢s que la reconciliaci¨®n no es un proceso instant¨¢neo ni simple. Cuando el partido gobernante Congreso Nacional Africano (ANC) apadrin¨® hace tres a?os una investigaci¨®n sobre los excesos cometidos durante la larga era de la segregaci¨®n racial, sus dirigentes, con Nelson Mandela a la cabeza, no pod¨ªan imaginar el alcance de esta iniciativa cat¨¢rtica, moldeada sobre la experiencia chilena tras la dictadura de Pinochet, pero sin el insalvable condicionamiento de la presencia del espad¨®n. Se trataba de rescatar el pasado sin someter al pa¨ªs a una serie interminable de procesos. ?nica condici¨®n: reconocer los hechos.La Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n, 17 miembros presididos por el arzobispo y premio Nobel de la Paz Desmond Tutu, ha escuchado durante casi tres a?os los testimonios de 21.000 v¨ªctimas de la violencia pol¨ªtica. Los autores del documento m¨¢s esperado de la historia surafricana -3.500 p¨¢ginas, cinco vol¨²menes- recomiendan que, si no se promulga una amnist¨ªa, sean llevados ante los tribunales todos los responsables de violaciones de derechos humanos. Y son legi¨®n.
Nadie sale con las manos limpias del trabajo de la comisi¨®n, que en el ¨²ltimo minuto, y para evitar un veto judicial a la aparici¨®n del informe, ha retirado provisionalmente del texto las acusaciones de patrocinar terrorismo de Estado contra el ex presidente De Klerk, que favoreci¨® una transici¨®n pac¨ªfica y el fin de la inacabable supremac¨ªa blanca. Por supuesto, el documento entregado ayer al presidente Mandela es una causa general contra los arquitectos del sistema de apartheid, considerado como crimen contra la humanidad, que, articulados en el Partido Nacional de Pieter W. Botha y con apoyo neonazi de los Viljoen y los Terreblanche, dispusieron de la mayor¨ªa negra como de una caterva de esclavos. Pero hay tambi¨¦n acusaciones muy serias (ejecuciones, torturas, asesinato de civiles, instigaci¨®n a la violencia) contra el Congreso Nacional Africano, en el poder desde 1994 y que acus¨® ayer a la comisi¨®n de criminalizar la lucha por la liberaci¨®n del movimiento negro. A la ex esposa del presidente, Winnie Madikizela, se la considera responsable pol¨ªtica y moral de muertes y torturas. Sobre el partido nacionalista zul¨², Inkhata, y su jefe, Buthelezi, actual ministro del Interior, recae tambi¨¦n la responsabilidad de miles de muertes entre 1982 y 1994.
La parte m¨¢s dura para un pa¨ªs que emerge de una dictadura es reconciliarse con su pasado. Aparte de nuestra propia experiencia, hay multitud de ejemplos en Latinoam¨¦rica y en Europa del Este. Ninguna iniciativa ha sido tan valiente como la de Sur¨¢frica. La oleada de cr¨ªticas recibida desde los partidos principales es signo inequ¨ªvoco de que la comisi¨®n Tutu se ha acercado a la verdad. Una verdad que, lejos de cicatrizar heridas, ahonda de momento las divisiones. Es una apreciaci¨®n hija de la urgencia. Pasada la emoci¨®n de los primeros momentos, la que suscita entre algunos supuestos h¨¦roes verse despojados de sus pedestales, entre los villanos acreditados el reconocimiento de sus felon¨ªas, entre la gente normal su reflejo en un espejo desinteresado, es posible que contribuya a que los surafricanos aprendan a convivir con la brutalidad de su historia reciente.
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