3.500 p¨¢ginas de cr¨ªmenes para superar el "apartheid"
Sur¨¢frica intenta olvidar su noche m¨¢s larga con un ejemplar informe de Verdad y Reconciliaci¨®n
Los periodistas y los pol¨ªticos utilizan la palabra "hist¨®rico" de forma tan indiscriminada, tediosa y repetitiva que su significado se ha degradado, se ha gastado como una moneda vieja. Sin embargo, en el caso del informe publicado el jueves pasado por la Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n de Sur¨¢frica, el t¨¦rmino no es excesivo. La relaci¨®n de las "graves violaciones de los derechos humanos" cometidas durante los a?os del apartheid debe considerarse uno de los grandes documentos del siglo XX.En ning¨²n lugar del mundo se hab¨ªa intentado, hasta ahora, hacer nada de tanta envergadura, tan ambicioso y detallado; ni en las investigaciones llevadas a cabo en Latinoam¨¦rica ni en las realizadas en Europa del Este despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Narrado con una sencillez que s¨®lo sirve para aumentar la intensidad emocional de las historias que se cuentan, el informe se basa en el testimonio de 21.000 testigos y las investigaciones sobre 31.000 casos de violaciones de los derechos humanos. Es el fruto de tres a?os de trabajo intenso y doloroso efectuado por los 600 integrantes de la Comisi¨®n, y -como una versi¨®n moderna y real de Guerra y paz de Tolstoi- tiene un volumen de 3.500 p¨¢ginas, un mill¨®n de palabras.
Lo que tiene el documento de extraordinario es que sit¨²a bajo el microscopio del escrutinio moral y legal a todas las organizaciones pol¨ªticas -sin excepci¨®n- que recurrieron a la violencia durante la larga noche del apartheid. La mayor parte de la responsabilidad se atribuye al Gobierno blanco del Partido Nacional, que ejerci¨® su dominio entre 1948 y 1994 y se encarg¨® de la custodia de un sistema calificado por Naciones Unidas de "crimen contra la humanidad". Pero ni el Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela ni otras muchas organizaciones menos conocidas, tanto de derechas como de izquierdas, escapan a la condena.
No obstante, la importancia de la labor de la Comisi¨®n supera los l¨ªmites del an¨¢lisis hist¨®rico imparcial. Es mucho m¨¢s que la autopsia de un conflicto, m¨¢s que un ejercicio para la posteridad. A la Comisi¨®n de la Verdad, presidida por el arzobispo Desmond Tutu, se le confi¨® la tarea pr¨¢ctica y pol¨ªticamente urgente de decidir qui¨¦n deb¨ªa beneficiarse de una amnist¨ªa por los delitos cometidos y qui¨¦n no. El criterio fundamental, establecido por ley parlamentaria el mes de julio de 1995, era que aquellos que se presentaran ante la Comisi¨®n para confesar totalmente y con sinceridad sus delitos recibir¨ªan el perd¨®n. Quienes no se presentasen, o quienes dieran testimonio forzoso pero negasen sus responsabilidades, correr¨ªan el riesgo de enjuiciamiento.
P. W. Botha, presidente de Sur¨¢frica entre 1979 y 1989 y, a juicio de muchos, el rostro perverso del apartheid, se neg¨® a obedecer al tribunal que le orden¨® comparecer ante la Comisi¨®n. El informe le califica de "personalmente responsable" de una letan¨ªa de atrocidades contra miembros del movimiento negro de liberaci¨®n -bombas, asesinatos, incursiones militares en Estados vecinos- y, por consiguiente, recomienda que el Estado procese al hombre apodado El Gran Cocodrilo bajo la acusaci¨®n de graves violaciones de los derechos humanos.
Winnie Madikizela-Mandela, ex esposa del presidente, que en otro tiempo recibi¨® el t¨ªtulo de "madre de la naci¨®n", s¨ª testific¨®, en el curso de una extraordinaria semana de interrogatorios transmitidos en directo por la televisi¨®n surafricana, pero lo m¨¢s cerca que estuvo de admitir alguna responsabilidad por los delitos de los que se le acusaba fue decir que "algo se torci¨® terriblemente".
El informe manifiesta, con gran generosidad, que "lo m¨¢s tr¨¢gico de una figura tan heroica como la de Madikizela-Mandela, con su historia tan llena de contribuciones a la lucha, es de qu¨¦ forma se vio envuelta en una controversia que caus¨® un da?o irreparable a su reputaci¨®n".
No menos tr¨¢gico fue el destino de dos j¨®venes de Soweto que formaron parte de las numerosas v¨ªctimas de la ex esposa de quien es, seguramente, la figura pol¨ªtica m¨¢s admirada del mundo. La Comisi¨®n de la Verdad afirma que Winnie Mandela particip¨® en el secuestro y la posterior "desaparici¨®n" de ambos porque crey¨® que eran informadores de la polic¨ªa. El informe la acusa asimismo del intento de asesinato -con unas tijeras de jard¨ªn- de otro joven que hab¨ªa pertenecido a su Mandela United Football Club, de triste fama. El "club de f¨²tbol", una banda de Soweto que ella dirigi¨® como una especie de mafia entre 1986 y 1988, intervino en numerosos casos de asesinato y tortura. Los residentes de Soweto -precisamente la gente por la que ella aseguraba librar su "combate de liberaci¨®n"- se vieron sometidos a un reinado del terror a manos de los gorilas bajo su mando.
Igual que Botha, su antiguo archienemigo, Midikela-Mandela tiene que enfrentarse ahora a la perspectiva de un enjuiciamiento y, probablemente, la c¨¢rcel.
La grandeza del informe de la Comisi¨®n reside, m¨¢s que en el valor con el que se atreve a acusar a fuertes y poderosos, en la compasi¨®n que muestra hacia el dolor de individuos desconocidos, an¨®nimos, que se vieron obligados a soportar todo el peso de un conflicto nacido de un sistema inhumano de predominio racial.
El informe enumera un caso tras otro del horror soportado por los supervivientes de la tortura y la pena indescriptible de aquellos cuyos maridos, esposas o hermanos murieron asesinados, acribillados en matanzas o abrasados. Pero, al mismo tiempo, est¨¢ lleno de relatos que iluminan, con una sensibilidad por el matiz y el misterio humano comparable a la de las grandes novelas, la compleja realidad psicol¨®gica que yace tras unos actos de violencia tan brutales que, a primera vista, parecen sencillos de entender.
Un ejemplo es la par¨¢bola de Johan Smit, que contradice los prejuicios convencionales sobre el car¨¢cter del afrik¨¢ner, el grupo ¨¦tnico blanco predominante en Sur¨¢frica, que concibi¨® y puso en pr¨¢ctica el apartheid.
El hijo de Smit, Cornio, muri¨® a los ocho a?os a causa de una bomba colocada por los luchadores de la libertad -algunos los llamaban "terroristas"- del Congreso Nacional Africano. He aqu¨ª un extracto del testimonio que Smit prest¨® ante la Comisi¨®n de la Verdad: "Fui a verlo a la ma?ana siguiente, pero no quer¨ªa creer que ¨¦se que yac¨ªa all¨ª era mi hijo. Les ped¨ª que lo sacaran de la caja de cristal para ver su barbilla. Debajo del ment¨®n ten¨ªa un ligero corte que se hab¨ªa hecho cuando era ni?o, una vez que le dej¨¦ caer por accidente. Segu¨ªa sin querer creerlo, y mi mujer y mi padre tuvieron que convencerme de que era mi ni?o... le enterramos en Pretoria".
Smit continuaba, con un asombroso esp¨ªritu de perd¨®n y reconociendo su parte de responsabilidad por el apartheid: "Les dije a los peri¨®dicos que, en mi opini¨®n, mi hijo era un h¨¦roe porque hab¨ªa muerto por la libertad del pueblo. Hab¨ªa muerto por la causa de los oprimidos. Muchos me criticaron, pensaron que era un traidor...".
En ocasiones, el perd¨®n y la venganza se encuentran. Alwinu Mralasi fue enviado a prisi¨®n, y sufri¨® terribles atrocidades en ella porque Thequewe Manene testific¨® en falso contra ¨¦l ante la polic¨ªa. Mralasi declar¨® ante la Comisi¨®n que no hab¨ªa dejado de sentir un odio ardiente hacia Manene ninguno de los d¨ªas que transcurri¨® en la c¨¢rcel.
Cinco a?os despu¨¦s, los dos hombres se encontraron en la calle. "Uno de mis hijos lo se?al¨® y dijo: "All¨ª est¨¢", explicaba Mralasi. As¨ª que ped¨ª que me dieran mi cuchillo, lo abr¨ª y me lo met¨ª en el bolsillo". Decidido a matarlo a pu?aladas, Mralasi salud¨® a su Judas Iscariote. "Mientras estaba all¨ª, de pie, me dijo que le costaba un poco hablar; me sorprend¨ª y me pregunt¨¦ qu¨¦ problemas tendr¨ªa. Le mir¨¦ y pude ver que hab¨ªa cambiado de verdad. Pude ver que hab¨ªa sufrido mucho. Su rostro lo dec¨ªa a las claras".
Mralasi llam¨® a su esposa "y le ped¨ª que sacara una libra y se la diera a aquel hombre para que pudiera comprarse algo de comida... Mientras me alejaba en el coche, ¨¦l levant¨® la mano, en un intento de decir adi¨®s. Y yo le respond¨ª... Segu¨ª despidi¨¦ndome durante mucho rato, tocando la bocina... Y ¨¦sa fue la ¨²ltima vez que le vi, nunca volvi¨® a su casa. Nunca fue a ver a su familia. Se dirigi¨® al hospital y all¨ª acab¨® su vida". Tanto si estaba ya enfermo como si el arrepentimiento le hab¨ªa hecho la vida insoportable, Manene muri¨® poco despu¨¦s.
Tutu, que en muchas ocasiones rompi¨® a llorar, utiliz¨® una imagen b¨ªblica muy apropiada para apelar a todos los surafricanos durante la ceremonia del jueves pasado, en Pretoria, en la que entreg¨® el informe al presidente Mandela y al pueblo de Sur¨¢frica. "Aceptad este informe como una v¨ªa indispensable hacia la curaci¨®n", declar¨® el Premio Nobel de la Paz de 1984. "Que las aguas de la curaci¨®n manen hoy de Pretoria, como manaban del altar en la visi¨®n de Ezequiel... para limpiar nuestra tierra, limpiar a su gente y alcanzar la unidad y la reconciliaci¨®n". La reacci¨®n inmediata de los partidos pol¨ªticos mencionados en el informe no da muchos indicios de unidad ni reconciliaci¨®n. El Partido Nacional, el CNA y las dem¨¢s organizaciones han expresado diversos grados de indignaci¨®n y han manifestado sus dudas. Pero se trata de juegos pol¨ªticos a seis meses de las elecciones.
El valor del trabajo realizado por la Comisi¨®n, tal como lo entiende el visionario arzobispo Tutu, la conciencia moral de Sur¨¢frica, no va a verse en su totalidad hoy, ma?ana ni la semana que viene. Pero seguir¨¢ resonando durante a?os y durante siglos.
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