Sinopoli y el cosmopolitismo
La Staatskapelle de Dresde celebra su 450? aniversario. Ya es celebrar, sobre todo cuando desde su fundaci¨®n hasta hoy mismo persiste en una l¨ªnea de inter¨¦s por lo nuevo cuando no lo promueve la misma agrupaci¨®n. El programa de su viaje a Espa?a, dirigido por el maestro titular, el veneciado Giuseppe Sinopoli, se compone de partituras estrenadas por el gran conjunto saj¨®n: la Sinfon¨ªa n¨²mero 2, de Schumann, la todav¨ªa reciente quasi sinfon¨ªa IV, de Wolfgang Rihm (Karlsruhe, 1952) y dos fragmentos oper¨ªsticos de Wagner y Strauss.Reina en gran parte de las orquestas europeas un cosmopolitismo que ha despersonalizado un tanto su sonido original, por mucho que haya beneficiado la profesionalidad general o la versatilidad del estilo. En el caso de Dresde se mantiene la materia densa y profunda, la sonoridad amiga de las frecuencias graves que no empecen un virtuosismo claramente evidenciado en el scherzo schumanniano, en la feria orquestal de las danzas de Salom¨¦ o en la obertura de Rienzi, cuyo parentesco con Italia y con Weber es patente.
La novedad aqu¨ª era la obra grande escrita por Wolfgan Rihm para el cumplesiglos de la orquesta: Vers une symphonie fleuve IV. Se trata, seg¨²n el autor, de la cuarta obra de una serie fluyente, de "formas y situaciones que asoman a la superfice para volver a sumergirse una y otra vez". Este impulso de sustancias sonoras que cuan interminable r¨ªo parece a veces dominado por el compositor y otras perseguido e investigado por ¨¦l, puede resultar fascinante dada la sabidur¨ªa instrumental, la gran imaginaci¨®n sinf¨®nica de Rihm. Sinopoli y su centuria tocan la obra como si se tratara de algo natural y sencillo cuando la verdad es que encierra un mundo complejo de ideas y procedimientos derivados de una raz¨®n de ser: el sentido de la libertad.
El excelente m¨²sico que es Sinopoli remonta todo problema y mantiene avisorada la soberbia orquesta. Sin embargo, algo falt¨® en Rihm o en Schumann que impidi¨® el entusiasmo entregado de la audiencia. Era la magia indefinible, el fugitivo misterio que torna las grandes ejecuciones en importantes versiones. Al final, los aplausos fueron grandes y un¨¢nimes. Pero era el batir de palmas de la raz¨®n, no el de la pasi¨®n emocionada.
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