La atalaya de la sierra
Est¨¢n remozando la vieja estaci¨®n de ferrocarril de Torrelodones, una de las pioneras del Guadarrama, apeadero tradicional de los veraneantes capitalinos en una villa que fue hist¨®rica parada y fonda de egregios caminantes como Felipe II en paso obligado hacia El Escorial, lugar de venta y mesones (Torreladrones lleg¨® a llamarla con mala intenci¨®n un sat¨ªrico de entonces por la codicia de sus mesoneros), encrucijada de la reconquista donde los bereberes alzaron la se?era atalaya que hoy figura en su escudo, lugar de reposo saludable para ni?os enclenques de la capital y se?oritas t¨ªsicas con posibles. Aqu¨ª vivieron y murieron el escritor Ricardo Le¨®n, redicho costumbrista de anta?ona prosa, muy laureado en su tiempo, y el pol¨ªtico don Antonio Maura, que no muri¨® en su casa, llamada "del Pendolero", sino en el palacio de su amigo el duque de las Almenas, en el Canto del Pico.Pero no adelantemos acontecimientos. El cronista acaba de desembarcar en el precario and¨¦n de la estaci¨®n en obras y ha entrado en la peque?a y acogedora cantina a tiempo para escuchar a un parroquiano expresar sus dudas sobre la restauraci¨®n, su inquietud por la posible p¨¦rdida de una de las se?as de identidad de su villa. Las humildes y sabrosas tapas de la cantina son indicio y recuerdo de la tradici¨®n mesonera de Torrelodones a precios honrad¨ªsimos. La cantina y el quiosco de peri¨®dicos siguen funcionando entre el caos de las m¨¢quinas y el tr¨¢fago de los operarios. Una amable quiosquera ofrece al viajero una reciente gu¨ªa local, subtitulada Un viaje por la historia y el paisaje de la villa de Torrelodones, un folleto de 47 p¨¢ginas con ilustraciones a la tinta china de su autor y editor, Enrique Ribas Lasso, cuaderno de apuntes gr¨¢ficos y literarios de un buen conocedor del pueblo y de sus alrededores, amena introducci¨®n hist¨®rica y paisaj¨ªstica a los encantos y secretos de esta saludable comarca madrile?a.
En la introducci¨®n de su op¨²sculo, Ribas remite a los lectores deseosos de m¨¢s informaci¨®n a las obras del cronista m¨¢s preclaro y prol¨ªfico de la villa, don Jos¨¦ de Vicente Mu?oz, autor, entre otros escritos, de Escudo, geograf¨ªa e historia de Torrelodones.
Y Torrelodones tiene historia e historias, grandes y peque?as, que don Jos¨¦ enhebr¨® en una vasta y prolija producci¨®n, muchas veces ilustrada por ¨¦l mismo con sencillos y pedag¨®gicos dibujos y editada por la Diputaci¨®n o el Ayuntamiento, responsable de una recopilaci¨®n de sus cr¨®nicas y apuntes, libro curioso y did¨¢ctico en el que aparece una larga y pintoresca n¨®mina de personajes relacionados con la localidad, como el arquero, aventurero y escritor holand¨¦s Enrique Cock, que durmi¨® en Torrelodones cuando formaba parte de la escolta de Felipe II y consign¨® en su diario sus prevenciones contra la rater¨ªa de los mesoneros locales: "Sus vecinos", escribi¨® Cock, "son quasi todos mesoneros acostumbrados a robar a los que pasan por lo que com¨²nmente se llama Torre de Ladrones". Otro viajero ilustre, al que se supone que no le ir¨ªa tan mal, fue el poeta cordob¨¦s don Luis de G¨®ngora y Argote, que situ¨® en estos contornos la acci¨®n de un romance titulado Di¨¢logo entre Cupido y un arriero: "Con esto a la Torre llegan/ de Lodones, donde al punto/ dieron cebada y picaron,/ mas el ni?o resoluto/ dijo: caminad amigo,/ que me es el sol importuno/ y quiero en aqueste pueblo/ hacer noche por mi gusto".
Los lodones son unos arbustos de bayas blancas parecidos al madro?o, que fueron abundantes en la zona y que a¨²n pueden verse en algunas calles del pueblo. Todo sobre la flora, la fauna, el paisaje y el paisanaje de Torrelodones cabe en la obra de don Jos¨¦ de Vicente Mu?oz; cada uno de sus monumentos tiene su rese?a y su apunte gr¨¢fico, la emblem¨¢tica torre, la pintoresca y hermosa iglesia parroquial de la Asunci¨®n, la herreriana fuente del Ca?o, el palacio del Canto del Pico. El maestro reconstruye pacientemente con su pluma otros monumentos desaparecidos y esboza retratos imaginados o copiados de los actores y comparsas que representaron la historia local en este grandioso escenario de las primeras estribaciones del Guadarrama, sembradas de espectaculares bolos gran¨ªticos, grandes rocas desprendidas de la cordillera que rodaron por estas laderas adoptando formas ins¨®litas o mont¨¢ndose en dif¨ªcil equilibrio unas sobre otras, "piedras caballeras", caprichosas y poderosas esculturas naturales que han sobrevivido millones de a?os a la acci¨®n de los elementos y s¨®lo unos pocos a la voracidad de los constructores que las descabalgaron y borraron del paisaje.
La piedra caballera llamada el Canto del Pico permanece inmune a la devastaci¨®n del palacio del mismo nombre, desde el que se domina una anchurosa y extensa perspectiva, de Guadalajara a los Montes de Toledo. Esta privilegiada situaci¨®n estrat¨¦gica llevar¨ªa al general Miaja y al Estado Mayor del Ej¨¦rcito republicano a ubicar en ¨¦l su cuartel general durante la batalla de Brunete. El palacio arrumbado del duque de las Almenas es un capricho delirante digno de un nuevo rico, ensamblaje de joyas art¨ªsticas expoliadas y combinadas en un tortuoso pastiche que tiene la extra?a belleza de lo grotesco y desmedido. El extravagante duque dej¨® en su testamento este fantasmal castillo, digno de la familia Monster, al general Franco y a sus deudos.
Hoy, el edificio m¨¢s significativo del nuevo Torrelodones (12.000 habitantes) es el de la casa de cultura, un geom¨¦trico y rotundo edificio de granito azulado que bulle de actividad y en cuya entrada figuran los bustos del maestro don Jos¨¦ de Vicente y de Juan van Halen, nativo de la localidad, poeta y presidente de la Asamblea de Madrid.
Partido por la autopista y cercado por la especulaci¨®n inmobiliaria, Torrelodones sigue siendo una de las glorias del Guadarrama madrile?o.
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