Menos cinco en Irak
Si no se produce un gesto de Sadam Husein en el ¨²ltimo minuto, Irak parece abocado a un inminente bombardeo por las fuerzas estadounidenses concentradas en el Golfo. En febrero pasado -la ¨²ltima vez que el dictador iraqu¨ª coquete¨® con el abismo desafiando sus compromisos de desarme con las Naciones Unidas- Washington hab¨ªa amasado tropas durante semanas, sus estados mayores pol¨ªtico y militar debatieron interminables opciones, se sucedieron las iniciativas diplom¨¢ticas y finalmente prevaleci¨® la cordura tras la intervenci¨®n in extremis del secretario general de la ONU.Todo ha cambiado ahora, cuando Sadam tienta su suerte por tercera vez este a?o. Tras dos resoluciones de condena del Consejo de Seguridad, un Clinton reforzado por los resultados de las recientes elecciones parlamentarias no parece dispuesto a esperar. La Casa Blanca ha prescindido de la opini¨®n p¨²blica en apoyo de su opci¨®n armada y ha evitado impulsar compromisos de ¨²ltima hora con el l¨ªder iraqu¨ª. Incluso las voces m¨¢s reacias en el Consejo (Rusia, China, Francia) parecen aceptar con sordina lo inevitable. Doce d¨ªas despu¨¦s de que Bagdad decidiera romper su cooperaci¨®n con el equipo de la ONU que fiscaliza la eliminaci¨®n de sus armas de destrucci¨®n masiva, el escenario est¨¢ listo para un ataque: en el Golfo hay ya 173 cazabombarderos americanos (m¨¢s 24 brit¨¢nicos) y otros 129 esperan ¨®rdenes; 8 de sus 23 barcos de guerra en la zona llevan misiles Tomahawk. Suben el d¨®lar y el petr¨®leo.
Tras su derrota en la guerra del Golfo, Bagdad se pleg¨® ante la ONU a identificar y destruir sus arsenales no convencionales (biol¨®gicos, qu¨ªmicos) y cualquier proyecto nuclear. Sadam Husein, un acreditado peligro para su pueblo y para los pa¨ªses vecinos, nunca ha cumplido lo pactado, y en su lugar se ha dedicado a un juego del rat¨®n y el gato que le ha llevado varias veces al borde del precipicio, estrategia id¨¦ntica a la practicada en Europa por Slobodan Milosevic. Al contrario de lo que pensaban EEUU y sus aliados, ocho a?os de sanciones -centradas en un embargo estricto sobre las exportaciones de petr¨®leo- no han debilitado sustancialmente la dictadura, basada en una mezcla de terror y clientelismo pol¨ªtico. Los iraqu¨ªes, sin embargo, han pagado un alt¨ªsimo precio en t¨¦rminos de miseria, dignidad y enfermedades.
Con su decisi¨®n de atacar, aparentemente tomada ya, Washington parece haber renunciado definitivamente al cumplimiento del programa de fiscalizaci¨®n de los arsenales iraqu¨ªes. Una sostenida pol¨ªtica de inspecciones y sanciones no ha evitado a la postre una cadena de crisis. Los expertos internacionales que acaban de abandonar Irak han descartado, tras a?os de trabajo, la capacidad de Sadam para desatar una guerra nuclear o qu¨ªmica. Pero la operatividad de sus arsenales biol¨®gicos es un enigma. Y entre los planificadores militares estadounidenses hay un extendido escepticismo sobre la eficacia de un ataque a¨¦reo -incluso intenso y duradero, como se planea- para acabar con un armamento tan letal en sus efectos como f¨¢cil de ocultar.
En unas circunstancias en las que pueden morir miles de inocentes en un pa¨ªs pobre y roto, a EEUU, ¨²nica superpotencia del planeta, hay que exigirle no s¨®lo una t¨¢ctica, sino tambi¨¦n una estrategia. El ¨²ltimo envite del d¨¦spota iraqu¨ª s¨®lo puede estar inspirado por su convicci¨®n de que un eventual ataque contra Irak le granjear¨¢ simpat¨ªas en Europa y en el mundo ¨¢rabe y debilitar¨¢ a¨²n m¨¢s el mantenimiento del embargo. Sadam juega la baza de que la comunidad internacional sigue ignorando c¨®mo lidiar con ¨¦l ocho a?os despu¨¦s de la guerra del Golfo. Clinton y sus aliados deben saber al menos qu¨¦ hacer con Sadam el d¨ªa siguiente al bombardeo.
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