El espectador tranquilo
Emilio Lled¨® cita siempre a Arist¨®teles para hablar de la actualidad; vive con Arist¨®teles, con Plat¨®n, con sus disc¨ªpulos, y sigue siendo el flautista de Hamel¨ªn que cautiva a sus seguidores habl¨¢ndoles, sencillamente, de su curiosidad por la vida. Acaba de cumplir 70 a?os, y la Universidad -la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia, la UNED- lo ha jubilado, y luego lo ha hecho em¨¦rito; estar¨¢ ligado a esa instituci¨®n universitaria tan peculiar como benem¨¦rita y tambi¨¦n seguir¨¢ ligado a sus libros y a la Real Academia, donde ocupa muy activamente un sill¨®n filos¨®fico.Con el silencio con el que suele afrontar tales tr¨¢mites administrativos, ha pasado de una situaci¨®n a otra en unas circunstancias muy peculiares: el mismo d¨ªa en que recib¨ªa la nota de su pase a la reserva examinaba en una vieja delegaci¨®n de Correos a cientos de estudiantes con los que ha establecido una relaci¨®n fraternal, la propia, en efecto, de un buen flautista de Hamel¨ªn. A los que le conocimos cuando ense?aba con 36 a?os y ya era un veterano fil¨®sofo que creaba una escuela de seguidores que iban con ¨¦l a todas partes, verle ahora jubilado y a los 70 nos da una idea cabal de que la edad siempre puede ser desmentida por la inteligencia.
Extra?a, en un territorio como el nuestro, tan dado a la alharaca por asuntos propios, que un hombre como ¨¦ste no levante la voz para decir: oigan, que me ha pasado esto y ahora voy a hacer esto otro, y adem¨¢s no me parece bien lo que me han hecho, el mundo es injusto, f¨ªjense en m¨ª; en su naturaleza verdadera est¨¢ la modestia, la consciencia de que es un ciudadano entre millones, y si acaso se distingue, o parece distinguirse, es porque no tiene televisor en casa; pero es verdad que mientras el corral se agita con los gritos de sedicentes pensadores, artistas o poetas que tramitan su propia vida como si fuera el ombligo sufriente del mundo, este dem¨®crata griego que es Emilio Lled¨® afronta lo que hace y lo que le pasa con las manos en los bolsillos, animado por el ejemplo de la vieja paciencia de Plat¨®n o de Arist¨®teles: la UNED ha tenido el buen acuerdo de no dejarle escapar, con la lozan¨ªa de su saber en tan buenas condiciones, ¨¦ticas, morales, profesorales.
Pero as¨ª est¨¢n las cosas, y la ¨²nica noticia que trasciende es, en efecto, que Lled¨® acaba de cumplir aquella edad solemne (?solemne?, ¨¦l no lo cree) y que ahora cubre la zona elle de la n¨®mina de los em¨¦ritos. Desde ese lugar que se parece al sitio de espera a cualquier parte de las viejas estaciones de tren hablaba el otro d¨ªa de la vida, partiendo, como es natural, de lo que dec¨ªa Arist¨®teles. Para Lled¨®, la vida est¨¢ condicionada por la amistad, y la historia de la amistad es desde siempre la historia de una mirada. Dec¨ªa Arist¨®teles: "A todos los hombres les apasiona mirar, y eso se nota en el gozo que nos dan los sentidos, sobre todo el de la vista".
Una imagen, suele decir, no vale mil palabras: una palabra vale m¨¢s que mil im¨¢genes; en el mundo actual, que subvierte esa relaci¨®n entre palabras e im¨¢genes, Lled¨® parece un extempor¨¢neo; como muchos otros (como Jos¨¦ Luis Sampedro, o como Giovanni Sartori, o como Haro, que lo tiene para poder apagarlo), ¨¦l no tiene televisor en casa, pero somos los otros los que subrayamos esa circunstancia. Ocurre que no lo tiene porque un d¨ªa, viendo el resultado del refer¨¦ndum sobre la entrada de Espa?a en la OTAN se estrope¨® y enseguida se dio cuenta de que su ausencia no resultaba tan esencial como para sustituirla, y as¨ª se qued¨® dominado por el ruido mucho m¨¢s m¨®vil de la radio. A veces sus amigos est¨¢n tentados de presentarlo as¨ª: aqu¨ª Emilio Lled¨®, que no tiene televisor en casa. Acaso esa circunstancia ha acentuado su car¨¢cter de espectador tranquilo que sale de casa como el viejo jardinero de Bienvenido Mr. Chance con palabras frescas, a¨²n no contaminadas. A los 70 a?os es un pensamiento lozano, animado por la amistad, impulsado por las viejas palabras que a tantos nos ense?¨® a amar.
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