F¨²tbol melodram¨¢tico
Es de general aplicaci¨®n en el f¨²tbol espa?ol que cualquier victoria es bienvenida aunque se produzca en el ¨²ltimo minuto y de penalti injusto. Bajo esa dial¨¦ctica, nuestro f¨²tbol es un campo minado donde han tomado cuerpo ciertas formas de picaresca: el jugador que enga?a al ¨¢rbitro, el que trata de cuestionar a su entrenador aprovechando una racha de malos resultados, el directivo que se siente l¨ªder de opini¨®n y quiere levantar a las masas para el partido de la jornada. Nuestro f¨²tbol se acerca m¨¢s al melodrama que a la fiesta.El sindicato de futbolistas parece dispuesto a redactar un c¨®digo deontol¨®gico que reclame buena conducta a sus afiliados. Y para ello es necesario que el sindicato tome la iniciativa en la denuncia, desapruebe p¨²blicamente algunas conductas cuando se produzcan o solicite de los comit¨¦s correspondientes las sanciones reglamentarias. Se lo hemos visto hacer a la asociaci¨®n inglesa de futbolistas, ahora que tomamos como ejemplo de sinceridad al f¨²tbol brit¨¢nico.
Claro est¨¢ que de esa iniciativa deber¨ªamos participar (al menos reflexionar) los medios de comunicaci¨®n, que tendemos a no considerarnos culpables de cuanto sucede. La prensa deportiva espa?ola gasta en ocasiones m¨¢s energ¨ªa en delatar que en analizar, porque se ha acostumbrado a vivir pendiente de cazar culpables y gusta del vocabulario guerrero y tabernario. Descubrimos al jugador descontento con el entrenador, despertamos las flaquezas del presidente propagando sus exabruptos y magnificando sus dispendios, ridiculizamos a los ¨¢rbitros a fuerza de demostrar, con el auxilio de la tecnolog¨ªa punta, cu¨¢nto se equivocan. Tenemos tendencia a usar las estad¨ªsticas m¨¢s para glosar los aspectos negativos que los positivos. No parece del todo claro si esa es una manera de informar o de participar tambi¨¦n de la confusi¨®n.
Al f¨²tbol espa?ol le sobra dramatismo y le falta nobleza. Hay tal exceso de teatralidad en todo cuanto le rodea que se ha terminado por erradicar la sinceridad en el juego. Si nos parece que los italianos se comportan como italianos, si identificamos a los ingleses como ingleses, si comprobamos c¨®mo los holandeses se mantienen fieles a su patr¨®n de juego... qu¨¦ dir¨¢n de los espa?oles. Posiblemente, que hablamos y gesticulamos demasiado. No deja de ser una forma de entender que, en definitiva, por hacer tanto teatro hemos terminado por perder estilo sobre el terreno de juego.
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